Cuando Arturo Illia impidió el regreso de Perón. Los gorilas celebran el fracaso del “Operativo Retorno”
Por Fernando Del Corro
En 1964 el pueblo argentino se anotició de que el ex presidente Juan Domingo Perón se encontraba detenido en dependencias militares del aeropuerto internacional de Río de Janeiro, luego de haber sido obligado a abandonar la aeronave que lo traía de regreso a la Argentina tras nueve años de exilio.
El «Operativo Retorno» del general Perón, anunciado por su dirigencia partidaria local, había sido frustrado por las autoridades brasileras a pedido del ministro de Relaciones Exteriores argentino, Miguel Angel Zavala Ortiz, según hicieron saber los responsables de Itamaraty.
Los «gorilas», que tenían una fuerte influencia en la cúpula de las Fuerzas Armadas y en el conjunto de la dirigencia política incluyendo la de la gobernante Unión Cívica Radical del pueblo (UCRP), se habían conmocionado cuando en septiembre se formuló el anuncio del «Operativo Retorno».
El gobierno del presidente Arturo Umberto Illia había sido el producto de la proscripción tanto del peronismo como organización como de sus dirigentes en forma individual, ya que la administración de facto de José María Guido, a través de su ministro del Interior, el radical Carlos Alfredo Adrogué había, incluso, proscripto la candidatura del neurocirujano Raúl Floreal Matera por el Partido Demócrata Cristiano (PDC).
La llegada de Illia a la presidencia, con poco más del 20% de los votos, fue un acuerdo de compromiso en el Colegio Electoral con el mismo PDC, el ultragorila Partido Socialista Democrático (PSD), los conservadores de la Federación Nacional de Partidos de Centro (FNPC) y una serie de fuerzas provinciales nucleadas en la Confederación de Partidos del Interior.
Pero esa suma de electores en el Colegio no se tradujo en una coalición gubernamental, por lo que el Poder Ejecutivo Nacional fue el simple representante de ese poco más del 20%, mientras se endurecía la postura de sus oponentes, en particular del peronismo que había obtenido algunas bancas a través del disfraz de partidos provinciales, como el chaqueño que ganó esa gobernación de la mano de Deolindo Felipe Bittel.
Los radicales habían mostrado su vocación de evitar todo acuerdo con el peronismo cuando en la Cámara de Diputados el 12 de agosto de 1963 prefirieron acordar con el aramburismo representado por la Unión del Pueblo Argentino (Udelpa) la vicepresidencia segunda del cuerpo, a pesar de tener menos legisladores, que contra los peronistas provinciales sumados.
En el gabinete de Illia predominaban los amigos del presidente, tanto los de su Córdoba de adopción, como el ministro del Interior, Juan Severino Palmero, como los de su Pergamino de nacimiento, tal el caso del ministro de Trabajo, Fernando Solá, quien mantuvo ab initio fuertes controversias con los sindicalistas.
Los sindicalistas, entre los que se destacaba el textil Andrés Framini luego de su victoria en Buenos Aires dos años antes, habían lanzado en mayo de 1964 su «Plan de lucha», que fue apoyado por el Partido Comunista (PC), el PDC, el Movimiento de Integración y Desarrollo, el Partido Intransigente (PI) y algunas otras fuerzas menores, todo lo cual permitió la ocupación de once mil fábricas en todo el país.
Con ello el sindicalismo desbarató la ofensiva que planeaba el gobierno radical para reformar la legislación existente en materia de asociaciones profesionales, de manera de minimizar el, por entonces, enorme poder que tenía el gremialismo obrero, y para lo cual IIlia y Solá habían confiado, como después el presidente Raúl Ricardo Alfonsín y su ministro de Trabajo, Antonio Paulino Mucci, capitalizar en favor de sus proyectos, las grandes diferencias que existían entre los líderes peronistas.
La venida de Perón en medio de la aplicación del «Plan de lucha» cegetista fue una de las cuestiones clave que horrorizaron al gobierno argentino y al conjunto de los grupos gorilas, por lo que no fue extraño que el canciller Zavala Ortiz, principal dirigente nacional del «unionismo» (la corriente más antiperonista dentro de lo que es hoy la UCR), se encargara de «resolver» las cosas cerrando la posibilidad de que Perón retornase al país.
Esa no fue una solución sino un empeoramiento de las cosas, porque mientras Perón era remitido a Madrid por la dictadura militar brasilera del mariscal Humberto de Alencar Castello Branco el quiebre con la oposición fue mayor y en 1965, el peronismo legalizado, con apoyo del comunismo, ganó las elecciones en todo el país. Perón recién pudo regresar al país ocho años después.