El ocaso del progresismo. Por Gabriel Sanchez
Que el progresismo está desgastado, es un secreto a voces, es como una bandita elástica que se estiró tanto, que ya es casi transparente. Ahora sobreviven en los sucuchos de internet, esperando alguna señal, alguna voz, alguna respuesta que llegue de alguna parte, y qué les explique qué mierda está pasando ¿Cómo fue qué se vino su mundo abajo?
El ocaso del progresismo, también es el ocaso de sus líderes y lo más importante, el ocaso de una cultura. Mientras Agustin Laje llenaba la feria del libro, nosotros veíamos a Alberto cantar una canción que escribió en pandemia, que decía más o menos así: “Si me caigo, me levanto, lo importante es seguir cantando”, no recuerdo haber escuchado frase más estúpida. Cuando Alberto la cantó en un acto, recuerdo que Cristina solo agacho la cabeza.
El silencio de Cristina acentúa más la decadencia, es por eso que saltaron sobre la entrevista al Indio Solari, tratando de llenar el vacío, esperando alguna definición política, social y cultural para estos tiempos. Y cuando el Indio dijo: “Yo apoyo al kirchnerismo”, para muchos fue como un ansiolítico. Porque en casos tan extremos como los militantes kirchneristas, no sólo se quedaron sin líder, en muchos casos se quedaron sin una figura de devoción.
La derecha hace tiempo descubrió que la batalla más importante es la cultural, es por eso que coparon auditorios y los estantes de las librerías. Milei es sólo la cara de ese movimiento que se fue gestando desde los subsuelos de youtube, una generación enojada, frustrada y abandonada.
El ocaso del progresismo no quiere decir que este acabado, los que están acabados son sus referentes. Esa primera ola que arrasó hace más de 10 años, ahora se estancó y en el agua sólo se ven bichos y mugre. El nuevo mundo que pretendían crear, se fue atomizando para volverse una pequeña isla llena de órdenes y botonería.
Desde la epidemia de cancelación, hasta el esfuerzo monumental por cambiar el lenguaje, que es dicho sea de paso, es una de las más grandes batallas, todas las “X” y “E” que querían agregar al lenguaje, no era simplemente una letra, era el cambio de pensamiento, porque el lenguaje es la forma que toman las ideas.
Frente a la batalla por el lenguaje, que también es una batalla cultural, era esperable que del otro lado hubiera una resistencia y fue esa misma resistencia que parió al peor de todos: “Milei”. Mientras el progresismo se iba replegando más y más, la frustración y el enojo de gran parte de la sociedad confundida encontró a Milei.
Lo que hizo en un principio Milei fue retomar algo prohibido por los progresistas, los insultos. Y eligió las más representativa para los argentinos: “Hijo de puta”. Tal es la importancia de esta palabra, que los progresistas se hundieron en sus laboratorios de semántica para poder adaptar este insulto: “hijo de yuta”, “hijo de Macri” y tantos intentos fallidos más.
“Zurdos hijos de puta”, aullaba el actual presidente por los canales o en sus conferencias. Y ese insulto podía caber para Larreta o Del Caño, porque no se trataba del mote de “zurdo”, sino en el de “hijo de puta”. Como bien ya lo dijo Fontanarrosa, había que cuidar las malas palabras porque las íbamos a necesitar.
Esto no quiere decir que el actual presidente sea una especie de genio malvado, sino que supo capturar el enojo de la juventud porque los entendió, porque él mismo está atravesando una especie de nueva juventud. Se apropia de las canciones de La Renga y usa campera de cuero como forma de símbolos para estar más cerca de esa juventud. Que sea como un adolescente enojado, es mucho más peligroso, porque a diferencia otros líderes regionales de derecha en donde había una brecha en edad, Milei es el más joven de todo y acentúa esta cercanía con el ropaje de los símbolos de la juventud, pero como todo símbolo de la juventud, lo rascas un poquito y se empieza a desmoronar.
Cuando Milei derribe el último ladrillo que quede se irá enojado, como cualquier adolescente, dará tumbos por el mundo explicando cómo fue que su sueño Anarcocapitalista no funcionó. De este lado quedarán los arrepentidos, los destruidos, los que caminaran por las calles diciendo: “Yo le avisé”. Los que deseaban motosierra y que fueron las primeras víctimas.
Milei sigue hundiéndose más y más en sus delirios místicos. Mientras el progresismo trata de inventar nuevas canciones, una batalla desde ya perdida, si del otro lado tenes a una persona que en el fondo de su delirio, escarbó en el viejo testamento y encontró “las fuerzas del cielo”. Si querés competir, se te tiene que ocurrir un estribillo mejor que “si me caigo, me levanto”.