Jorge Abelardo Ramos a 103 años de su natalicio. Por Horacio Paccazochi
Jorge Abelardo Ramos, o el “Colorado” Ramos como se lo conoció en la política nacional, de origen ideológico socialista como parte de la gran influencia de la Revolución Rusa de 1917, recogió de aquella a igual que gran parte de la juventud argentina, sus ideales de solidaridad y justicia para con los oprimidos, pero a diferencia de muchos se fue diferenciando rápidamente del socialismo tradicional de Juan B. Justo y confluyendo con las tendencias que hacían del revisionismo histórico una de las herramientas fundamentales para comprender de donde veníamos y hacia donde debíamos ir los argentinos.
Constituyó junto a Pepe Rosas, Hernández Arregui, y los “forjistas” como Arturo Jauretche y Raúl Scalabrini Ortiz entre otros, el grupo de pensadores que hicieron de más de cuatro décadas del siglo pasado, la época dorada del pensamiento nacional.
Desmitificaron todo lo que había que desmitificar: el nacionalismo, el marxismo, la economía, la sociología, la geopolítica, y la historia misma.
Nada ni nadie se salvó de esa crítica profunda, ácida y burlona que constituyo el estilo de esta generación. Nos enseñaron a ver la Argentina con ojos de argentinos…
En sus libros manifiestos y periódicos abrevaron todos aquellos que eligieron el camino de la lucha por una Argentina soberana e independiente. Hasta Juan Domingo Perón fue producto de esta formidable influencia. Sin lugar a dudas Ramos fue una de sus plumas más brillantes.
A esta frenética actividad como pensador y difusor de las ideas nacionales, sumó desde el primer momento la acción política. Construyó sucesivamente varios agrupamientos políticos que acompañaron con una visión critica al gran movimiento nacional del siglo veinte: el Peronismo.
Rotulado como fascista o comunista según la visión de la cipayería nativa que actuara bajo la influencia de Moscú o de Washington.
En su larga relación con Perón compartió con él las columnas del diario “Democracia”, y le dio con la boleta del FIP 900.000 votos para el triunfo electoral de este en 1973.
Defendió al gran movimiento histórico y a su jefe de la crítica despiadada de liberales, izquierdista, y de las tendencias internas del peronismo que intentaban vaciar de contenido la gran revolución del 45′.
En esta apretada síntesis queda el haberle dado a varias generaciones de argentinos la posibilidad de “asomarse por encima del muro” y ver otra historia que no sea la de Mitre o Grosso, la de haber desmitificado las ideologías que se ofrecían en el siglo pasado como las panaceas universales y haber repensado el país para los argentinos.
Su pensamiento escrito y su palabra de encendido contenido latinoamericanista influenciaron movimientos políticos civiles y militares de corte nacional en Bolivia y en Perú. A él se debe haber rescatado del ostracismo ideológico a Manuel Ugarte, y haber difundido el pensamiento de Alfredo Terzaga, la generación forjista, y muchos otros pensadores nacionales quienes sin su tenaz insistencia en publicar jamás habrían sido leídos.
Fue el político argentino que advirtió más certeramente que ninguno el formidable potencial que significaba la Guerra de Malvinas para la ruptura de nuestra dependencia cultural con Europa. Estuvo en las islas e ilustro ideológicamente de manera impecable desde el punto de vista económico y cultural la posición argentina y fue el más firme defensor de la gran gesta.
Hoy más que nunca cuando los fracasos de sucesivos gobiernos parecen hacer de la Argentina un país inviable, cuando arremeten sobre el suelo patrio vientos de dependencia, los libros del “Colorado” siguieran encendiendo el debate de las ideas nacionales, hasta que los argentinos encontremos el rumbo definitivo para nuestra Patria.