Milei: la segunda venida. Por Gabriel Sanchez
Todo se desmorona; el centro cede;
la anarquía se abate sobre el mundo,
se suelta la marea de la sangre, y por doquier
se anega el ritual de la inocencia;
los mejores no tienen convicción, y los peores
rebosan de febril intensidad.
William Butler Yeats
El filósofo Bifo Berardi, en su libro “La Segunda Venida”, toma de punto de partida el poema de Yeats de 1919: “El segundo advenimiento”, el poeta decía que después de la primera guerra mundial se avizoraba la llegada de Cristo. Pero Yeats se equivocó dice Berardi, en la década siguiente no llegó Cristo, apareció Hitler.
Para Berardi las democracias modernas fueron incapaces de dar respuestas al avance de la dictadura de las finanzas, el modelo neolibral mundial que empezó a partir de los años 80 parió en el siglo XXI a las epidemias de odio, racismo y gobiernos autoritarios que se expanden por todo el mundo. “El fascismo está de regreso”, dice el filósofo, pero es un nuevo fascismo que nace a partir de “la implosión de la rabia depresiva. Del intento de mantener bajo control el pánico.”
“Cuando vivimos en un contexto caótico nuestras mentes son incapaces de procesar emocionalmente y decidir racionalmente”, dice Berardi. La política tradicional no pudo dar respuesta al avance del neoliberalismo (como modelo económico, social y cultural) y eso llevó a la mayor parte de la población a la indigencia y el hambre, frente a esto era muy probable que se levanten líderes autoritarios, como es el caso de Milei.
Hannah Arendt decía que los gobiernos autoritarios no se apoyan en los violentos, sino en aquellos que han perdido toda esperanza, los abandonados por el sistema, que encuentran en movimientos autoritarios una razón para entregarse en cuerpo y alma.
Cuando se trata de analizar el voto a Milei y de disulicidar de dónde obtuvo esos 14 millones de votos, muchos señalan a ese colectivo excluido de monotributistas, de changarines del día a día, del trabajo en negro. Lo que empezó como una simple variante económica, hoy en día ya es un “movimiento social” que abarca a miles de trabajadores, toda una generación que se perdió en los puestos de trabajo en negro, temporarios, mal pagos.
Estamos frente a una nueva generación que va más allá del título “trabajo no registrado”, es una masa social que en muchos casos no conoció los beneficios del trabajo registrado. No sólo se trata de una jubilación o una obra social, la herida es mucho más profunda.
Un sindicato es solamente el nombre legal que se le da a un grupo de trabajadores unidos, bajo una misma bandera, bajo los mismos intereses. Hoy en día con la economía de las aplicaciones y la filosofía del “emprendedurismo”, se han creado trabajadores solitarios, que la única relación que tienen es con sus teléfonos. Y lo que es peor, se instaló la idea del “jefe-esclavo”. En el siglo pasado frente a las desigualdades económicas y la depredación de los poderosos, los trabajadores se unían para enfrentar esas injusticias. En la actualidad se instaló la idea de que si se fracasa en el sistema neoliberal, es por culpa de uno mismo, porque no se trabajó lo suficiente, por no haberse esforzado más. Y acá está el nudo: El nuevo trabajador – amo y esclavo de sí mismo-, no culpa a la sociedad noeliberal injusta, al contrario, vuelca esa rabia y frustración hacia el mismo.
“Se siente su melancolía, se puede sentir la agresividad latente de su depresión. Esa misma agresividad que puede hacerse visible bajo el estandarte del fascismo”, Bifo Berardi.
Berardi dice que el macrofascismo se basó en la “imitación de una personalidad mitológica basada en el heroísmo”. El microfascismo se centró en la “ internalización del espíritu autoritario, que da la ilusión de mantener todo bajo control”. Actualmente, según el filósofo, existe el nanofascismo que no requiere figura ni modelo sino que “responde a instrucciones de fabricación, como si fuera un kit de producción, que introduce al fascismo en el interior de cada uno”.
El filósofo habla de un resurgimiento del nazismo, pero hace una diferencia muy importante, por una lado habla del nazismo como hecho histórico y como tal “es único e irrepetible”. Por otro lado, señala al nazismo como concepto político y dice que el rasgo esencial era el “tecno-totalitarismo”, por eso cree posible en la actualidad que resurja un nuevo nazismo.
Milei, como ese líder mitológico, los militantes libertarios que tienen internalizados el “espíritu autoritario”, y la propagación por las redes de esos mismo militantes que no sólo justifican el autoritarismo, sino que dan instrucciones cómo distinguir “zurdos”, al mismo tiempo que festejan la represión y crean manuales antipiquetes y cacerías en las redes -cacería que podría llegar a las calles- contra todo el que se atreva a cuestionar al gran líder Milei, es el ejemplo más claro de ese nanofascismo que dice Berardi, apoyado en el tecno-totalitarismo.
“Hoy la comunidad es sólo una memoria nostálgica de una pertenencia pasada que ya no existe. Un lamento frente a una vida social pulverizada por el escenario post político de la actualidad. El nuevo modelo de fascismo no surge de una euforia futurista juvenil, sino de un extendido sentimiento de depresión y un imponente deseo de venganza. La ola de racismo y nacionalismo, está alimentada por un sentimiento de desesperación, humillación y rabia. Los trabajadores occidentales han sido humillados por la gobernanza neoliberal, incluso por gobiernos de izquierdas, encargados de llevar a cabo esas mismas políticas”.
Con gobiernos progresistas como el de Cristina y Alberto, el trabajador se iba haciendo cada día un poco más pobre, a cuenta gota. Ahora con Milei la represa se rompió y nos inundó a todos. Pero de lo que nadie se atreve a hablar es de las fisuras que todos sabíamos que existían, donde el agua se filtraba gota a gota y el charco se expandía y se iba haciendo cada día más grande. “No le hagas el juego a la derecha”, no era un eslogan político, era la excusa que se decían a sí mismo todos los militantes de izquierda, mientras el agua iba subiendo.