Nacionalización y crisis de la conciencia histórica estudiantil. Por Elio Noé Salcedo

Historia de la Universidad Latinoamericana (Quinta Parte)

En la década de 1960, apenas cinco años después de la autodenominada “revolución liberadora” que derrocó al gobierno nacional, popular y constitucional del Gral. Juan D. Perón, distintos acontecimientos y fenómenos conmovieron a la sociedad argentina en general, cuya clase media, en especial la juventud universitaria, experimentó un fuerte y acelerado proceso de crisis y nacionalización de su conciencia.

Los efectos de ese fenómeno particular se extendieron hasta 1976, cuando -a menos de dos años de la muerte del general Perón-, otro golpe de Estado contra un gobierno nacional, popular y democrático -en este caso el gobierno de Isabel Perón- generó, entre otras atrocidades, la desaparición de la conciencia histórica alcanzada por el movimiento estudiantil argentino hasta entonces.

A partir de 1976 no se volvió a repetir aquel estado de conciencia profundamente nacional en las masas estudiantiles de todo el país, conciencia política y gremial que se había construido en la estrecha unidad con el movimiento obrero y el pueblo durante los años anteriores. Recién después de cuarenta y ocho años, la Marcha Federal del 23 de abril de 2024 volvería a juntar activamente esos grandes sectores sociales de la Argentina, ahora sin las banderas ni la conciencia de sus mejores años.

El proceso de nacionalización de las conciencias

Habían coadyuvado a aquel proceso de concientización histórica colectiva al que aludimos:

A nivel nacional: la flagrante contradicción entre la exigencia de libertad al “régimen depuesto” en 1955 y el desencanto estudiantil con la dictadura instaurada por la “Revolución Libertadora” entre 1955 y 1958, que el mismo colectivo estudiantil, con algunas excepciones destacables, había ayudado a instaurar; la instalación impropia a nivel país de una pseudo-democracia con la proscripción de Perón y del movimiento peronista entre 1958 y 1966;

A nivel internacional: el proceso de descolonización del continente africano (1960-1975); la agresión imperialista en Vietnam (1955 – 1975); la “Primavera de Praga” y el “Mayo francés” (1968), entre otros; 

Y a nivel latinoamericano: particularmente el triunfo de la “Revolución Cubana” (1959), que conmovió a toda América Latina; la instalación, a su vez, de gobiernos militares anti imperialistas en Panamá (Omar Torrijos, 1968), Perú (Juan Velazco Alvarado, 1968) y Bolivia (A. Ovando, 1969, y J. J. Torres, 1970); y como corolario de esa etapa, la llegada al poder en Chile, a través del voto popular, del socialista Salvador Allende; además de la resistencia peronista para restablecer la voluntad popular con la vuelta del general Perón a la Patria y un programa nacional para la Argentina, en la que el movimiento obrero tuvo un rol protagónico y ejemplar.

A su vez, fue fundamental en la nacionalización de las conciencias juveniles la significativa y subterránea tarea del revisionismo histórico a nivel intelectual, que coadyuvó a la comprensión del peronismo como fenómeno histórico nacional y progresivo, cuestionando no solo la Revolución Fusiladora sino también el modelo hegemónico pro-británico erigido a partir de Rivadavia y Mitre, de la derrota provinciana y nacional en Pavón y de la instalación de la escuela histórica mitrista y antinacional bajo el paradigma cultural sarmientino de “civilización y barbarie.

Breve repaso histórico

Impactó particularmente en la conciencia estudiantil en formación la instalación de una nueva dictadura antipopular autodenominada “Revolución Argentina” (1966 – 1973), con la llegada al poder del general Juan Carlos Onganía en junio de 1966, la Noche de los Bastones Largos (julio de 1966) y la política antinacional y anti obrera de Adalbert Krieger Vasena (1967-1969).

Finalmente, fue el Cordobazo (1969) y los levantamientos populares provinciales de 1969 y 1970unidad obrero – estudiantil mediante– los que terminaron de desarticular a la llamada “Revolución Argentina” y abrieron la puerta para el regreso del Gral. Perón, aunque no en marzo de 1973 como hubiera sido legítimo después de muchos años de exilio y proscripción, sino recién el 23 de septiembre de 1973, terminando así de unir las luchas estudiantiles a la de los sectores obreros y populares.

La unidad obrero – estudiantil fue una de las expresiones importantes de esa conciencia nacional lograda por el estudiantado, que si bien se había visto plasmada durante la Reforma Universitaria de 1918, se había perdido en 1930, desbarrancado en 1945 y 1955 y vuelto a manifestarse recién treinta años después, y fundamentalmente en el Cordobazo de 1969.

El fenómeno de las organizaciones armadas, a partir del asesinato político del dirigente sindical Augusto Timoteo Vandor (UOM), un mes después del Cordobazo (30 de junio de 1970), y la impugnación de la dirigencia obrera como “burocracia sindical” durante todo ese período, si bien estuvo muy activo en las universidades entre 1973 y 1976, no representó a la mayoría estudiantil de la generación del 70.

Ese sector mayoritario del estudiantado, formado en una nueva conciencia política de la realidad argentina, latinoamericana y mundial, quedó aislado frente al fuego cruzado de los extremismos de derecha e izquierda durante el gobierno nacional, popular y democrático de Isabel Perón, extremismos que terminaron siendo funcionales al golpe de 1976. 

Hubo dos hitos doctrinarios que representan la toma de conciencia nacional de la mayoría del movimiento estudiantil argentino entre 1960 y 1973: el Seminario Reformista de Actualización Doctrinaria de Tucumán y el Xº Congreso Extraordinario de la Federación Universitaria Argentina.

El Seminario Reformista de Tucumán

El Seminario Reformista de Actualización Doctrinaria, como se le llamó, se llevó a cabo entre el 15 y 19 de agosto de 1962, siendo presidente de facto el Dr. José María Guido, después de que las Fuerzas Armadas desalojaran violentamente del poder al Dr. Arturo Frondizi (29/03/62).

El Seminario de Tucumán puso en evidencia el creciente proceso de nacionalización de las clases medias universitarias, proceso que había comenzado a operarse con el acercamiento de los estudiantes al peronismo a fines de los ‘50 y principio de los ’60. Al seminario de 1962 -“de valoración de 1918 y del Movimiento Reformista”- asistieron 167 delegados de todas las regionales de la Federación Universitaria Argentina y observadores estudiantiles de Uruguay y Paraguay, representando una vuelta auspiciosa a los días de junio de 1918.

Los concurrentes al seminario respondían a dos grandes líneas político-ideológicas del movimiento estudiantil de aquel momento: los “reformistas clásicos” y los “reformistas críticos” que emitieron sus respectivos despachos (porque las representaciones estudiantiles del peronismo no participaron de aquel seminario).

El Despacho Nº1 del reformismo reunido –más profesionalistahacía hincapié en las reivindicaciones gremiales e institucionales de 1918, que según ellos no habían sido “suficientemente debatidas”, tales como el cogobierno docente -estudiantil y el papel de los Centros y las Federaciones universitarias.

El Despacho Nº2, en cambio, sin descartar los temas universitarios específicos, encaraba una profunda autocrítica del proceso histórico, asumiendo los graves errores cometidos por el movimiento estudiantil y su “incomprensión de los movimientos populares gestados en el país (Yrigoyen y Perón), sin dejar de reivindicar las banderas históricas y el espíritu nacional, popular y latinoamericano de 1918.

Producto de la nacionalización y politización lograda en un sentido nacional, el Despacho Nº2 centraba su crítico análisis y declaración en la “necesidad de la interpretación histórica” del movimiento reformista, la relación estrecha entre “la Universidad y el medio, la disyuntiva política entre “revolución o reforma, la desubicación histórica” del movimiento reformista en 1930, 1945, y durante la década peronista y el golpe de 1955.

En principio, señalaba que “la vigencia de todo movimiento social o político depende esencialmente de la correspondencia que guarde con el estado de cosas sobre el que pretende actuar”, pues “la universidad es un producto de la sociedad que la rodea”.

A pesar de que la Reforma había visto logrados algunos de sus objetivos, como autonomía, cogobierno, asistencia libre, etc. -declaraba-, “no han sido modificados en forma sustancial los lazos que ligan a la universidad con la oligarquía dominante y se ve así neutralizado su objetivo último” que es el retorno a los valores esenciales de la nacionalidad… la necesidad de entroncar su visión universitaria con la vivencia del país real”, de manera talque “pueda influir en la modificación del país y de su dependencia exterior, tanto en lo económico como en lo político y social”.

Después de criticar la “primera desubicación” de 1930, cuestionaba la desubicación de 1945-1955, cuando la verdadera disyuntiva: “pueblo o anti-pueblo, imperialismo o anti-imperialismo” fue reemplazada por otra disyuntiva falsa e impropia: “democracia o fascismo, cuando el reformismo haría suya “la opción presentada por la oligarquía, colocándose “frente al pueblo”, en tanto “profesores, estudiantes y la intelectualidad en mayoría se pronunciaban contra el peronismo”.

Sin dejar de criticar algunos aspectos universitarios institucionales de la década peronista, después de criticar también la adhesión del reformismo al golpe militar del ’55 y su participación activa en los hechos posteriores al golpe, le reprochaba al movimiento reformista no haber aprovechado la “oportunidad que existía” de sostener “con plenitud el postulado reformista de abrir la Universidad al pueblo, de crear una auténtica cultura nacional”, dejándola pasar “sin comprender que, aun en la imperfección, el movimiento popular ofrecía posibilidades de formación en las estructuras económicas (creadas por el peronismo) y, por consiguiente, en las estructuras culturales de la Nación”.

Sin duda, esa elevación en el estado de conciencia histórica del movimiento estudiantil tendría su correlato en la praxis política del movimiento estudiantil de la época siguiente.

Las puebladas provincianas y el Cordobazo

El golpe de Estado de 1966 contra el gobierno radical de Arturo Illía -gobierno con base popular de clase media- había representado la ruptura de aquella otra alianza: la de la casta oligárquica y las clases medias argentinas (1930 – 1958), cuyo proceso de aparición y disolución hemos venido comentando. 

La intervención en y a las universidades argentinas, pobladas por los hijos de esa clase media urbana y rural de todo el país, acción inaugurada con “la noche de los bastones largos” en la Universidad de Buenos Aires (29-7-66), sumada a la regimentación autoritaria de la vida institucional en las casas de estudios superiores y la ofensiva limitacionista -creación y aumento de aranceles, imposición de turnos matutinos que impedían la asistencia a los estudiantes que trabajaban, cursos eliminatorios de ingreso a la Universidad-, crearon desde 1966 en adelante un clima insoportable dentro del estudiantado universitario, sobre todo en las provincias del Interior argentino, históricamente empobrecidas y marginadas del “progreso” y la “civilización”, valores tan demandados por el liberalismo europeísta, sin acertar nunca en el camino para lograrlo.

Era el caso en particular de la Universidad del Nor-Este, agravado allí por la privatización de los comedores universitarios, el consiguiente aumento del ticket por comida, la exigencia del pago mensual del abono para comer y la supresión de comidas los domingos y días feriados, elevando el costo familiar de manutención de los estudiantes a valores exorbitantes.

La respuesta a semejante situación, después de tres años de dictadura y atropellos políticos, económicos y sociales, no se hizo esperar, y la situación explotó en protestas, asambleas y pedidos de revisión de las medidas adoptadas. Las movilizaciones estudiantiles a partir de principios de mayo de 1969 fueron particularmente entusiastas y numerosas en la Universidad del NE (Corrientes y Resistencia, Chaco).

El 7 de mayo, 600 estudiantes correntinos se reunieron a la salida del Rectorado para escuchar el informe de sus delegados, que no habían podido entrevistarse con el rector Walker. Sin aviso previo, la policía correntina los atacó salvajemente disparando sus armas, una de cuyas balas atravesó la boca del estudiante Monzón.

El 8 de mayo, las Facultades de Corrientes y Resistencia de la UNNE pararon en protesta por la represión arbitraria e indiscriminada.

El 9 de mayo, una asamblea estudiantil en Resistencia, Chaco, designó una Comisión Coordinadora de Lucha con dirigentes del peronismo estudiantil, la izquierda nacional y el comunismo, que se aprestaron a conducir las movilizaciones.

El 13 de mayo de 1969, en la provincia de Tucumán, los trabajadores del ingenio azucarero Amalia tomaron las instalaciones en protesta por sus salarios impagos. Las organizaciones estudiantiles, por su parte, organizaron la Coordinadora de Agrupaciones Universitarias, que levantaba nuevas posiciones nacionales del estudiantado, enfrentado a las agrupaciones estudiantiles que rechazaban el programa de la CGT como bandera de lucha para la huelga, y le oponían el programa estudiantil de la FUA (en la línea gorila del 55).

La Coordinadora de Agrupaciones Universitarias reunía a reformistas, católicos, peronistas integralistas, de izquierda nacional y no alineados, propiciaba la unidad obrero-estudiantil y apoyaba resueltamente el programa de la CGT.

Durante las protestas, San Miguel de Tucumán fue literalmente ocupada por su población y la policía desapareció de las calles, ahuyentada por los vecinos que le arrojaban agua hirviendo desde las terrazas, al mismo tiempo que al anochecer se apagaban las luces de las casas de familia para dificultar la acción policial. Las autoridades universitarias nombradas por el gobierno fueron desconocidas. Y del mismo modo que en Chaco, Salta, Córdoba, Paraná y otras provincias, la Coordinadora de Agrupaciones Universitarias de Tucumán proclamó en un comunicado “la unidad obrero– estudiantil, en la perspectiva de una salida soberana que abra el camino hacia la solución de la crisis argentina”.

En Córdoba, el 14 de mayo, después de una multitudinaria Asamblea del SMATA (más de 3.000 obreros y estudiantes) en el Córdoba Sport Club de la ciudad mediterránea, convocada por el gremio mecánico para discutir el intento de supresión del Sábado Inglés (vigente desde la década de 1920) y la situación imperante, se produjo un violento enfrentamiento con la policía que reprimió a los asistentes a dicha asamblea, causando una decena de heridos y 26 detenidos. El día anterior, el diario Córdoba había anunciado un nuevo aumento del boleto del transporte urbano de pasajeros.

La violencia desatada por la policía en el Nordeste cobró su primera víctima fatal el 15 de mayo de 1969 en Corrientes, cuando los estudiantes -esta vez en número de 1.200 aproximadamente, acudieron a la entrevista programada con el rector Walker para acompañar a sus delegados. No obstante, tampoco fueron recibidos, y cuando los delegados informaban sobre el resultado de la frustrada entrevista, otra vez fueron atacados por la policía, produciéndose esta vez una batalla campal durante dos horas, cuando cayó mortalmente herido por una bala policial (9 mm) el estudiante Juan José Cabral (22 años) en el momento en que corría a refugiarse y protegerse de las balas asesinas.

Siguiendo un reguero de falsedades, el rector Walker quiso justificar la masacre y despegarse del asesinato de Cabral. Sus declaraciones fueron reproducidas por “La Nación”, pero ningún medio de Corrientes y Resistencia quiso reproducirlas. Había comenzado la desobediencia civil y la rebelión contra la dictadura en el extremo nordeste de la República humillada y masacrada.

El día 16, trece días antes del Cordobazo, la indignación pública, transformada en manifestación de todo un pueblo, se volcó a las calles. Cinco mil personas manifestaron en Corrientes y más de cuatro mil en Resistencia. La rebelión estudiantil y popular se extendió a otras ciudades del interior argentino.

En Córdoba una resolución de las dos CGT en la que estaba dividido el movimiento obrero, convocó a una huelga general que obtuvo un acatamiento total.

En Rosario, la protesta por la represión policial y la muerte del estudiante Cabral en Corrientes, con la consecuente ira estudiantil en Santa Fe, llevaron al rector de la UN de Rosario a decidir el 16 de mayo la suspensión de actividades universitarias por tres días. Los estudiantes rosarinos se congregaron entonces en el Comedor Universitario y desde allí marcharon al centro. Había comenzado el Rosariazo.

El 17 de mayo, 400 estudiantes rosarinos manifestaron ruidosamente frente al Comedor Universitario y, ante la represión policial, se dispersaron por distintas calles aledañas. Perseguidos por la policía y atrapado un grupo en la Galería Meipal (con solo una boca de entrada y salida), se oyó un disparo. Allí quedó tirado en el suelo el cuerpo de Adolfo Bello con la cara ensangrentada, muriendo pocas horas después. El Ministerio del Interior responsabilizó a los manifestantes. La CGT decretó el estado de alerta y citó a un plenario para el día 20 de mayo.

El 20 de mayo, los estudiantes rosarinos anunciaron un paro nacional.


El 21 de mayo comenzó a cumplirse el paro general estudiantil. Ese día, un balazo policial asesinó al joven obrero y estudiante Luis Norberto Blanco. Desde la madrugada del 22, Rosario fue declarada zona de emergencia bajo jurisdicción militar.

El 21 de mayo se cumplió en todo el país la huelga estudiantil dispuesta por la Federación Universitaria Argentina con carácter nacional. Faltaban solo ochos días para el Cordobazo.

En Salta, ese mismo 21 de mayo se convocó a una asamblea estudiantil en el edificio del Departamento de Humanidades, a la que concurrieron representantes de gremios obreros, profesionales, profesores y maestros en gran número en protesta por la represión en Corrientes, Resistencia y Rosario. Al día siguiente de la asamblea fue el turno de los estudiantes secundarios, que desempeñaron un gran papel en la lucha contra la policía. Ese mismo día 22 de mayo, a las 19, se celebró una Misa en la Iglesia de San Francisco.

Al terminar la Misa había una verdadera multitud. Se encendieron 150 antorchas, y se organizó una Marcha del Silencio que se dirigió por las calles céntricas hacia la plaza 9 de Julio. Según cuenta la crónica que estamos citando, “los vecinos y público en general aplaudían la columna y se incorporaron a ella. Católicos y laicos juntos en el Centro Único de Humanidades, demostrando la posición nacional del nuevo estudiantado, encabezaban la manifestación, integrada por estudiantes terciarios, profesores, militantes, obreros, empleados, estudiantes secundarios y pueblo, compuesta de unas 9.000 personas, concentración pocas veces vista en Salta”.

La masiva manifestación fue disuelta por la policía con fiera represión, como había ocurrido en otras provincias. Sin embargo, la manifestación popular se reconstituyó y fue a protestar a las puertas del Club 20 de Febrero -el Jockey Club salteño-, donde se realizaba “un fino lunch” oficial para recibir a los delegados del Congreso de Psicología Social, aguándole la fiesta y destruyendo “el mohoso reducto de la oligarquía salteña”, símbolo de la “Salta goda” en el decir de Ramos, Spilimbergo, Madariaga y otros, en un texto de 1974 dedicado íntegramente a “El Cordobazo”.

Con el espíritu de época y de la lucha contra la dictadura, producto de la nacionalización de la conciencia estudiantil y de la unidad obrero – estudiantil lograda, la Comisión Intercentros de Salta dio a conocer una declaración cuyas consignas finales bregaban por “una cultura nacional, por una Universidad abierta al pueblo argentino, por la soberanía política, la independencia económica y la justicia social en el marco de un gobierno popular”.

En Paraná, el día 22 de mayo, cerca de 8.000 personas se hicieron presentes en sus calles. Como en todas las ciudades argentinas, el Litoral expresaba en forma masiva y contundente su hartazgo frente al autoritarismo y avasallamiento de la dictadura. En el gran acto realizado en Paraná, hablaron el secretario general de la CGT, un estudiante secundario y un estudiante universitario de la izquierda nacional, que fueron aclamados por la multitud.

El 23 de mayo en Santa Fe, un grupo de 38 sindicatos dispuso la realización de un masivo paro industrial que tuvo éxito total. Los sectores de la Iglesia más afines a los grupos obreros emitieron una declaración de apoyo al paro general en repudio al gobierno, mientras numerosos eclesiásticos plantearon su negativa a celebrar el Te Deum oficial del 25 de Mayo. Más de 7.000 personas acompañaron el féretro de Luis Blanco en la procesión hacia el cementerio. El 20 de junio cuando el general Onganía visitó el Monumento a la Bandera, la CGT lo declaró persona no grata.

En Córdoba, los días 27 y 28 de mayo, “las asambleas estudiantiles de masas -dice el historiador Roberto A. Ferrero- se multiplican en todas las Facultades”, en el marco de la vigencia y el auge de “las tendencias nacionales”. El Cordobazo estaba en puerta.

La participación popular en las manifestaciones de provincias adelantaba el fin de la dictadura y una salida nacional a corto o mediano plazo para ponerle fin a la restauración oligárquica y a la proscripción del pueblo iniciada en 1955. Esa era la conciencia y coincidencia que se destacaba tanto en el movimiento obrero como en el movimiento estudiantil en aquellos días de 1969, que como muestran las fotos de la época, en lo que atañe a la columna estudiantil principal, estaba encabezada por reformistas nacionales (AUN) y el Integralismo, cuyos referentes de una y otra agrupación fueron condenados a prisión por los Consejos de Guerra del Cordobazo.

Por su parte, las organizaciones armadas no habían entrado en escena. Lo harían recién después del Cordobazo -montadas sobre esa situación pre revolucionaria y de gran efervescencia de masas-, inaugurando su nefasta participación en la historia argentina un mes después de la pueblada cordobesa. Su bautismo de fuego sería el cobarde asesinato de Augusto Timoteo Vandor, el líder principal de los metalúrgicos y de la Confederación General del Trabajo de la República Argentina. El carácter de clase de aquel crimen contra la unidad de los trabajadores y de las clases medias, estaba claro.

La experiencia frustrada de la vuelta del general Perón en 1964, la continuación de la proscripción peronista sine die, la dictadura extranjerizante, anti obrera y antipopular de Onganía y Krieger Vasena y los atropellos a las provincias y al estudiantado universitario en todo el país, condujeron al Cordobazo, con la conducción, organización y protagonismo del Movimiento Obrero de Córdoba y el acompañamiento mayoritario del estudiantado y el pueblo cordobés, haciendo realidad la unidad obrero-estudiantil y la creciente nacionalización de la conciencia de las clases medias, que venía expresándose en todos los levantamientos de provincia.

En el Cordobazo confluían los herederos de la generación universitaria nacional y latinoamericana de 1918 y de la generación obrera de 1945. La generación del ‘18, que había proclamado como banderas estratégicas la Unidad de América Latina, la Autonomía Intelectual respecto a Europa, la Unidad obrero-estudiantil y una Universidad al servicio del pueblo; la generación del ’45, que había levantado las banderas de la Soberanía Política, la Independencia Económica y la Justicia Social para la felicidad del pueblo y la grandeza de la Patria.

En esa unidad y conciencia nacional de trabajadores y estudiantes se resumían los fundamentos de un proyecto de país mejor para todos, sin exclusiones de ninguna clase. Es lo que trataría de reflejar el histórico Congreso de la FUA de 1970.

El Xº Congreso Extraordinario de la FUA de 1970

En ese proceso de nacionalización de la conciencia de las clases medias y de creciente acercamiento obrero – estudiantil, entraría en la historia del movimiento estudiantil argentino y latinoamericano el Xº Congreso Extraordinario de la FUA de 1970 en Córdoba, a la vez Congreso Nacional de Estudiantes. El Congreso reflejaba las transformaciones en la conciencia general del movimiento estudiantil, más allá de las disidencias de forma y de fondo que subsistían desde el Seminario Reformista de Tucumán.

El documento firmado por las agrupaciones que reivindicaban la Reforma Universitaria como un verdadero hecho histórico -por eso su denominación de “reformistas” (carácter no compartido por el Integralismo)-, si bien no se fundaba en un acuerdo programático sino organizativo y tampoco disolvía las contradicciones entre las agrupaciones firmantes, no obstante, las encuadraba dentro de los objetivos globales del estudiantado en general y reflejaba las transformaciones habidas en la conciencia general del movimiento estudiantil, de acuerdo a la alta conciencia política y gremial alcanzada por aquella generación estudiantil.

Al concluir sus sesiones en Córdoba, después de elegir sus nuevas autoridades representativas, el Xº Congreso Extraordinario de la FUA y Congreso Nacional de Estudiantes aprobaba un documento firmado por las agrupaciones AUN (Agrupación Universitaria Nacional, de Izquierda Nacional), Franja Morada (Radical), MNR (Movimiento Nacional Reformista, del Socialismo Popular) y MURA (Movimiento Universitario de la República Argentina, comunista), agrupaciones todas consustanciadas con el movimiento reformista de 1918 en sus distintas visiones y vertientes.

La Declaración final del histórico Congreso con la hegemonía de las corrientes estudiantiles más nacionales -estando fresquito todavía el Cordobazo y la Unidad Obrero – Estudiantil, que, como nunca antes, se había hecho efectiva física y espiritualmente en aquellas históricas jornadas-, aprobó 16 tesis.

Las tesis nacionales del histórico Congreso

La primera tesis vinculaba la lucha del estudiantado a la crisis de la dependencia del país y a las luchas del pueblo argentino por el pleno ejercicio de la soberanía popular efectiva, la autodeterminación nacional, la planificación democrática de la economía y la unidad nacional de América Latina.

La 2ª tesis remitía a la crisis de estructura dependiente de la Argentina y de la América Latina dividida, origen de sus grandes problemas políticos, económicos y sociales.

La 3ª tesis caracterizaba puntualmente esa estructura.

Desde la 4ª a la 8ª tesis se atendía las causas de la violencia social, de la dictadura oligárquica y de los antagonismos irreconciliables –hoy diríamos la grieta-, no por un problema de hombres ni de ideologías sino de intereses; planteaba la necesidad de conformación de un frente nacional de todas las clases populares y rechazaba toda forma de participacionismo con “un régimen flagrantemente aislado de la voluntad general”, al tiempo que rechazaba también cualquier opción civil “fraudulenta y proscriptiva (recordemos que Perón seguía proscripto), no menos oligárquica, disfrazada de seudo régimen “constitucional” que estuvo vigente entre 1955 y 1973, mezclado con las dictaduras de entonces.

La 9ª y 10ª tesis planteaban la necesidad de expropiar a “las clases que parasitan el esfuerzo nacional” y “el derecho a armarse en defensa de la soberanía popular efectiva”. Cabe aclarar que las agrupaciones firmantes, no adherían a la “lucha armada” sino que reivindicaban la “lucha de masas”, es decir la eficacia del “pueblo en la calle”, como había sucedido el 17 de octubre de 1945 en Buenos Aires y el 29 de mayo de 1969 en Córdoba.

En la 11ª tesis, el movimiento estudiantil se reivindicaba “parte indisociable de la lucha del pueblo argentino por sus objetivos históricos”, entendiendo a su vez las libertades y derechos universitarios como “parte indisociable del sistema de derechos del pueblo”.

En cuanto a la tradición revolucionaria popular, en la tesis Nº12, el reformismo crítico reivindicaba “los jalones de la lucha social, democrática y antiimperialista del pueblo argentino en su rica y heroica historia desde los orígenes independientes”; “la lucha yrigoyenista por la soberanía popular y el sufragio”; la tradición del 17 de octubre de 1945 con sus banderas de independencia económica, soberanía política y justicia social”; “las grandes jornadas de mayo, junio y septiembre de 1969”, como así también “el reciente alzamiento de los pueblos del Norte postergado”; y “la tradición precursora y esclarecida de la generación reformista de 1918”.

La tesis Nº13 recordaba que “el universitario no es un ser “culto”, y por tanto rechazaba “toda pretensión de Universidad “elitista”, reconociendo además que la generación reformista “proclamó la unidad inescindible entre nuestra condición de estudiantes y de ciudadanos”, por lo que “no puede haber Universidad digna  de ese nombre en un país erigido sobre la explotación y la dependencia”, debiendo combatirse también “el academicismo de los clanes oligárquicos” y “la seudo ciencia de espaldas al país y sus luchas”, entendiendo que “la cultura oficial no es portadora de conocimiento sino de mistificación al servicio de las clases dominantes, y las clases explotadas extraen de su propia experiencia las bases de un conocimiento desmistificado de la realidad y de una práctica liberadora”.

En la 14ª tesis los estudiantes se comprometían a superar las distorsiones políticas e ideológicas que condujeron a enfrentamientos con las grandes mayorías nacionales en 1930, 1945 y 1955, traicionando en los hechos el programa de la Reforma del 18: antiimperialismo, unidad obrero estudiantil que supone la comprensión y asunción por parte del movimiento estudiantil de la trayectoria histórica de la clase obrera real, en particular sus banderas de 1945, banderas que constituyen un jalón en el movimiento hacia la emancipación nacional y social”.

La tesis Nº15 expresaba “la determinación de dar consistencia y permanencia a la movilización estudiantil y a las luchas generales contra nuestros opresores de dentro y fuera de la Universidad, que son también los opresores y los explotadores de todo el pueblo argentino”.

Por último, en la tesis 16, el Xº Congreso Extraordinario de la FUA exhortaba a no quedar al margen del “proceso de sindicalización masiva del estudiantado argentino (algunos ya se habían autoexcluido), e “integrarse para el hacer conjunto, enriqueciéndolo con sus aportes y militancia y facilitando así que la sana diversidad de opiniones, búsquedas y corrientes obre al servicio de una causa común al grueso de los estudiantes, como es la lucha contra el Régimen (Dictadura de Onganía, Levington y Lanusse de 1966 a 1973) y la lucha contra el actual sistema universitario”.

Así se encaminaron las fuerzas nacionales y populares argentinas hacia las elecciones de 1973 arrebatas a la dictadura con la lucha popular en las calles. La historia posterior, hasta hoy, es presente.

Una reflexión necesaria sobre la Marcha Federal de 2024

Habían pasado muchos años sin aquella unidad obrero – estudiantil, hasta que se produjo aquella multitudinaria manifestación que volvió a unir a los universitarios con los trabajadores el 23 de abril de 2024, esta vez en defensa de la educación pública universitaria.

La Marcha Federal por la Universidad Pública del 23 de abril de 2024 significó sin duda un hito en la defensa de la soberanía efectiva, tanto por la defensa de ese bien social estratégico que es la Universidad Pública, como por la participación en la marcha de sectores fundamentales del quehacer y la vida nacional, pertenecientes a las clases medias y al Movimiento Obrero Organizado en particular: la Confederación General del Trabajo y una inmensa cantidad de gremios.

Sin duda, la masiva concurrencia a la Marcha demostró ese carácter estratégico que la Educación Pública y la Educación Universitaria específicamente tienen para el país y para todos sus sectores sociales. 

La producción científica y tecnológica y la movilidad social ascendente que ella depara, son valores que la sociedad ha hecho suyos. Queda impugnada por esa razón la crítica de algún sector del periodismo, e incluso de la propia Universidad Pública (comprometidos con el actual gobierno que la quiere destruir), apuntada contra los sectores sociales no universitarios que apoyaban la marcha, que participaron masivamente de ella y que le dieron la contundencia y el carácter nacional logrados.

En efecto, podríamos asegurar que la Marcha Federal fue auténticamente “nacional” en todo el sentido de la palabra: geográfico, pues se manifestó en todo el territorio nacional; sociológico, en la medida en que participaron de ella no solo los sectores universitarios sino casi todos los sectores sociales de nuestro país; ideológico – político (en su mejor sentido), ya que reivindicó -con las múltiples consignas portadas por los propios manifestantes- las verdaderas y profundas necesidades e intereses nacionales y populares, es decir de toda la Nación y el Pueblo Argentino, sin llegar a tener el elevado sentido de otras históricas jornadas del pasado. No podía tampoco tenerlo, después de tantos años de vaciamiento de la conciencia nacional de vastos sectores populares.    

Sa realidad señalada y la importancia o valor social que la Universidad ha adquirido en nuestro país, nos debería llevar a poner el foco y hacer más hincapié en los contenidos de laenseñanza universitaria en general y sobre todo en lo que atañe a las ciencias humanas y sociales, para adecuar esos contenidos a las necesidades fundamentales y estratégicas de nuestro país a nivel político, geopolítico, económico, social, humano, cultural y educacional mismo, lo que significa orientar el ideal educativo de nuestra Universidad Pública, no a la formación de un educando “abstracto”, “global”, “universal”, “ciudadano del mundo”, sino de un educando particular y específico -el educando argentino en contexto latinoamericano- con una cabal conciencia nacional de nuestros problemas nacionales y sus soluciones definitivas, que lógicamente requieren de su conocimiento (investigación), estudio, análisis y conclusiones pertinentes y de la discusión y debate de esas conclusiones con la sociedad y los sectores involucrados.

Si por la Universidad pasa (o debería pasar) o en ella se forma (o debería formarse) la Inteligencia de un país, entonces ella debe entender como nadie todos los problemas del país y al país mismo en su esencia -y no solo sus propios problemas o problemas específicos-, con la misma intensidad, profundidad y lucidez con que entiende su propia problemática y la importancia y necesidad indudable de la educación pública universitaria.

La Universidad Pública Argentina debe entender, como ningún otro ámbito en el país -munida de las herramientas científicas necesarias, a través de las llamadas “ciencias blandas”  (Historia, Geopolítica, Economía, Ciencias Humanas y Ciencias Sociales) y, por supuesto, también, de las llamadas “ciencias duras”-, nuestros más graves problemas y desafíos nacionales a nivel político (Soberanía, centralidad del Estado, sistema político), geopolítico (América Latina, Malvinas, política exterior argentina, inserción en el mundo), económico (industrialización, desarrollo productivo, desarrollo nuclear, energético, agropecuario, científico y tecnológico), social (problemáticas fundamentales de todos sus sectores sociales), cultural, artístico y obviamente educacional.

En el ámbito educativo aparece una problemática, al parecer dejada de lado, como resulta en particular la problemática de la colonización pedagógica, presente en la cultura y en la educación argentina desde nuestro primer siglo de vida institucional como país, política, jurídica y formalmente soberano, aunque económica y culturalmente dependiente, condición o carácter que el revisionismo histórico científico -no tenido demasiado en cuenta como apoyo teórico y metodológico en nuestra Universidades- ha catalogado de semicolonial, una de las tantas categorías aportadas por el pensamiento nacional, poco conocidas y estudiadas en nuestra propia Universidad Pública.

Si nuestras propias problemáticas no se estudian y, por el contrario, se desconocen en nuestra Universidad, ¿qué se puede esperar de los demás sectores?

¿Cómo el país puede llegar al entendimiento de los propios problemas que arrastra desde hace muchos años y décadas (inclusive desde su misma conformación como país), sin atender a ellos desde la Universidad Pública al menos, y darle definitiva solución?

¿Qué o quién podría contrarrestar la acción des-informante y deformante de los medios monopólicos y hegemónicos de comunicación en la Argentina?

Es precisamente el desconocimiento de esas problemáticas que nos aquejan a todos, la falta de su estudio y de resolución, lo que le impide a nuestro país realizarse plenamente como tal y realizar así a sus integrantes, para completar de esa forma su desarrollo integral como país soberano.

¿De dónde debería surgir el conocimiento cabal de nuestra historia, de nuestra realidad presente y las previsiones para nuestro futuro?

Tenemos una respuesta a priori: o surge desde nosotros o nos las impondrán las usinas de conocimiento y de soluciones ajenas a nosotros, como ha ocurrido a lo largo de la historia argentina, salvo durante algunos períodos excepcionales, como esos que nos dieron la Independencia, la Organización Nacional; que fundó el Estado Moderno, resolvió la Integración total del territorio argentino y creó la Educación Pública; que impulsó la Reforma Universitaria, declaró la Gratuidad de la Enseñanza Universitaria y creó la Universidad Obrera, hoy conocida como Universidad Tecnológica Nacional; que defendió la soberanía de Malvinas, dando su vida por la Patria; y que nos dio un Papa argentino y latinoamericano que nos brindó una plataforma moral, filosófica y social para realizarnos como personas de un mundo y un orden internacional en aguda crisis y decadencia.

Es por eso que debemos defender la Educación y la Universidad Pública, sin olvidar que, sin la necesaria conciencia nacional que independizó Nuestra América y la concibió unida; sin ese país soberano que fundó el Estado Nacional y permitió la Educación Pública Estado soberano que la hizo posible y del que sale la razón de ser de la Universidad y su presupuesto-, no habrá educación, salud, industrias, trabajo, salarios dignos, justicia, seguridad social ni bienestar y posibilidades de realización para todos y cada uno de los argentinos.  

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