Hacia la construcción de la Patria Grande

Por Salvador Cabral*.

La historia de la construcción de los grandes poderes em el mundo nos va confirmando que solo son protagonistas, es decir, soberanos, dueños absolutos de sus actos, con capacidad de decisión sobre su propia historia, los grandes espacios organizados. Ese es el momento em que la geografía se transforma en historia. Los grandes espacios con organización del poder y economía articulada fueron los protagonistas de la historia, mientras pudieron mantener todas esas condiciones juntas. Así pasó con Roma, con España, con Inglaterra etc. Por el contrario, esos mismos espacios, pero desarticulados y divididos, vivieron la marginalidad, la imposibilidad de tomar decisiones, es decir, soportaron la historia. Es el caso de África, del Islam y de América Latina. En este último caso, nuestra Patria Grande, muchas veces intentó unificarse, pero fuerzas internacionales más poderosas que nosotros se lo impidieron. Nacimos en la lucha por la Independencia detrás de los unificadores, pero la habilidad británica, la ambición ciega de la burguesía comercial de los puertos y la carencia de un desarrollo propio interno, un centro de poder industrial aglutinador, nos transformamos en veinte republiquetas sin destino, que nos desconfiamos y nos desconocimos entre nosotros mismos. Sería largo de relatar todas las tentativas en que los latinoamericanos quisimos levantar una y otra vez la cabeza hacia la unificación, pero siempre las circunstancias adversas fueron más fuertes. De Morazán a Perón hay mas de un siglo, donde no pudimos lograr ni siquiera pequeñas victorias. Pero a partir de la década del 90 del siglo XX, el mundo comienza a reacomodarse de nuevo. Pareciera que entramos a una época donde los mapas quieren moverse y cambiar sus dimensiones. Grandes remesones de crisis en los distintos continentes, año tras año, hicieron nacer una conciencia de autodefensa a distintas zonas que alguna vez quisieron proyectar una unificación. El ABC de Sáenz Peña y el ABC de Perón tomaron cuerpo en el Mercosur. Al poco tiempo este Mercosur se multiplicó a sí mismo y se fortificó. Se triplicaron los negocios y comenzó a nacer un poder interno propio que en una página memorable dio por tierra con el ALCA, que era una nueva tentativa de panamericanismo para que América Latina pagara las fiestas y los déficit de EEUU. Al poco tiempo se conformó la UNASUR. Los vientos de la Historia comenzaron a soplar a favor de la construcción de nuestro destino. Y la UNASUR también se fortificó. Ahora ya tenemos el Banco del Sur. Se está librando sin cañones y sin ejércitos, una de las más grandes batallas en que juega su destino América Latina. Por ahora la cuestión es América del Sur. Lo demás vendrá por añadidura. El Mercosur ha levantado sus banderas de protección en conjunto, señal que quiere pelear, defender lo que ha logrado, consolidar sus avances, es decir, ser protagonista, “señores de sí mismos”. Pero la batalla no será fácil y creo, con sinceridad, que ésta es nuestra última oportunidad. La crisis del Imperio Central es tan profunda e incontrolable, que está de nuestro lado. Ya no tienen tiempo en pensar en nosotros, sino en encontrarse para sí mismos una salida. Ahora se declararon una potencia del “Pacífico”, dando la espalda a Europa en una crisis que nació en EEUU. Todo hace pensar hasta ahora que la cuestión será larga y por eso nosotros tenemos que ganar tiempo, poniendo en marcha todo lo que hasta ahora se vino conversando:- La fábrica de aviones entre Argentina y Brasil e Córdoba;- La ruta Caracas – San Pablo – Buenos Aires, que multiplicará por millones los negocios;- Avanzar sobre la moneda única, en un momento de carencia de fe en el Dólar y en el Euro;- La fábrica de submarinos atómicos en Puerto Belgrano entre Brasil y Argentina;- La ruta transoceánica, por donde sea, ya que existen más de siete proyectos – incluyendo las vías ferroviarias – que apuntan distintos objetivos. Es el momento para las grandes obras, ya que no nos queda tiempo para las pequeñas competencias. Y algo tan importante como todo lo dicho: una gran difusión – por parte de los Estados en juego – de la toma de conciencia sobre América Latina como un bloque cultural único y indivisible. Porque sin autoconciencia, tampoco habrá victoria posible. Todas las grandes culturas que se organizaron como Estado, o Estados Continentes, o Confederaciones de Estados con un Mercado Común, contaron siempre con dos condiciones indispensables: crear un poder propio interno, armónico y compartido entre las partes; y tener conciencia de pertenencia, de historia y de lo inevitable de construir un porvenir común. Entonces sí, nuestros logros darán razón de ser a antiguos sacrificios. Y ese es el camino para ser invencibles. 


*Artículo para la Revista Caros Amigos Edición 180  

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