Autorretrato de un ausente

Por Gustavo Battistoni 

Con el título de “MI VIDA PRIVADA” (Autobiografía), Juan Bautista Alberdi, uno de los intelectuales más citados, pero menos estudiados de la República Argentina, dio un escorzo de su existencia para la generación post-Caseros que poco sabía de él. Fechada la obra el 18 de septiembre de 1873, en la localidad de Spa, Bélgica, cuando contaba con 63 años, es un ameno recorrido por su vida hasta ese momento:” “Como no he vivido fuera de mi país sino para estar presente en él por mis escritos, la historia de éstos, que es la historia de mi vida, formará un libro, ocupado todo él, de la República Argentina, pudiendo titularse:-La vida de un ausente, que no ha salido de su país. Su vida argentina en esta forma, se dividirá en las cuatro residencias, que representan los cuatro períodos, pasados respectivamente en la República Argentina, el primero, de veintiocho años; en la Banda Oriental, el segundo de cuatro años; en Chile, el tercero, de diez años; y en Europa, el cuarto de veinte años”. Desde este manuscrito hasta su muerte el 19 de junio de 1884 en Francia, vivirá 11 intensos años, pero su autobiografía nos da detalles interesantes de su recorrido vital en el devenir patrio.

Hogaño, los libertarios enemigos de la educación pública ponen a Alberdi como su gran ejemplo, pero él nos anoticia: “Después de aprender a leer y escribir en la escuela pública, que fundó Belgrano con sus sueldos personales…”, es decir, que quien dedicó su vida a defender al liberalismo, no fue tan insensato hasta negar la función igualadora de la educación estatal. También sorprende su honestidad al afirmar que Alejandro Heredia, un caudillo federal, fue quien lo respaldó para proseguir sus estudios de derecho en la ciudad de Buenos Aires, y que ese representante de la montonera, que expresaba la barbarie para Sarmiento: “el señor Heredia, para que yo no perdiese tiempo, quiso darme él mismo las primeras lecciones de gramática latina…; después de lo cual, abriendo él mismo el Arte de Nebrija, dimos principio a la carrera en que ha girado mi vida. No paró en esto la benevolencia del señor Heredia para mí, sino que también me hizo enseñar la música”. Esta confesión derriba toda la hojarasca sobre la barbarie caudillista que aún pesa en la memoria nacional. Alejandro Heredia, que era doctor en derecho civil y canónico por la Universidad de Córdoba y fue gobernador de Tucumán, murió asesinado por la inquina unitaria en 1838.


Llama la atención la alabanza que hace de Facundo Quiroga, del que manifiesta:” Yo no me cansaba en estudiar, de paso, a ese hombre extraordinario”. Aunque había tenido un acercamiento a Juan Manuel de Rosas en su juventud, después fue un opositor feroz a su figura, y llama la atención que como intelectual analítico no ve en el caudillismo a una entidad negativa, sino la expresión de tendencias profundas de nuestra sociedad, llevándolo a apoyar a Justo José de Urquiza contra la prepotencia de los porteños luego de la constitución de la Confederación Argentina.

Otro aspecto interesante es que quien ha sido acusado de un cerril anti- españolismo , afirmará en 1863, de manera autocrítica: “Mi preocupación en ese tiempo (su juventud) contra todo lo que era español, me enemistaba con la lengua misma castellana, sobre todo, con la más pura y clásica, que me era insoportable por lo difusa. Falto de cultura literaria, no tenía el tacto ni el sentido de su belleza. No hace sino muy poco, que me he dado cuenta de la suma elegancia y cultísimo lenguaje de Cervantes”. Destaquemos este aspecto de Alberdi, un intelectual honesto que ha sido tergiversado para defender, muchas veces, intereses contrarios a nuestro país.

El verdadero Alberdi fue un defensor del federalismo argentino, denostador de la guerra del Paraguay y feroz enemigo de las falacias históricas de Bartolomé Mitre y Domingo Faustino Sarmiento. No sólo el porteñísimo Juan Manuel de Rosas cayó bajo su escalpelo crítico, también los santurrones, que quisieron imponer la civilización a sangre y fuego, fueron sus enemigos, lo insultaron y agraviaron, y lo hicieron retornar a Europa, donde falleció.

Juan Bautista Alberdi es autor de una obra profusa, cuya mayor parte fue publicada póstumamente. Valorarlo sólo como el autor de “Las Bases”, es mutilar su ingente e interesante obra. Por último, se intentó ocultar bajo la extensión de sus obras completas a un atento observador político. Como él mismo lo expresa en su autobiografía:”Todas esas lecturas, como mis estudios preparatorios, no me sirvieron sino para enseñarme a leer en el libro original de la vida real, que es el que más he hojeado, por esta razón sencilla, entre otras, que mis libros han estado casi siem-pre encajonados, y guardados durante mi vida, pasada en continuos viajes. Puedo decir que a fuerza de no leer, he acabado por aprender un poco a ver, a observar, a pensar, a escribir, por mí mismo”. Excelente reflexión contra los zombis de biblioteca que sólo consideran importante lo que dicen los ladrillos encuadernados escritos por imperialistas y cipayos de toda laya.

Fuente: elcorreodigital.com.ar

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