Maquiavello incomprendido por ignorantes
Por Fernando del Corro
El 3 de mayo de 1469, 553 años atrás nació Niccoló di Bernardo dei Macchiavelli, vulgarmente conocido como Maquiavelo, quién fuera un gran pensador, político y funcionario de la República de Florencia, hoy parte de la Región de la Toscana, Italia. De su pluma surgieron “El Príncipe” y otras obras, verdaderos tratados acerca de los quehaceres de los gobernantes.
Su escrito cumbre, “El Príncipe”, estuvo inspirado en César (italianizado como Cesare) Borgia allí presentado como el mandatario ideal al que le atribuye la gran capacidad de avanzar hacia la unidad italiana utilizando las razones de estado como base de la acción política. Una unificación que recién se logró en 1871, unos cuatro siglos más tarde.
Unos diez años atrás su nombre circuló bastante por la Argentina a raíz del tratamiento y posterior aprobación de la Ley de Medios audiovisuales más tarde derogada. Alguna vez se lo mencionó en forma explícita y en otras ocasiones, más asiduamente, apelando a presuntos dichos suyos que constituyen burdas tergiversaciones.
A propósito de que se hablaba de “medios” aparecía el dicho según el cual “el fin justifica los medios”. Una frase en la que se centra la asimilación de “maquiavélico” como equivalente a maléfico, diabólico o, en general, a toda acción basada en un pensamiento ruin, de malos propósitos, alejado de todo principio ético.
La cuestión es que la vulgarización tergiversadora de los dichos de los viejos pensadores no es nueva y muchas cosas son aceptadas como ciertas sin más ni más. Tal es el caso del gran florentino alma mater del pensamiento político renacentista, al que muchos, quizá una mayoría, descalifican sin haberlo leído jamás.
Por eso, para los que hablaron de “medios” y de “fines” conviene recordar que Niccolò di Bernardo dei Machiavelli jamás dijo que “el fin justifica los medios”. Su muy mal traducida consigna del latín fue “Rem, si putieres, recte; si non putieres, etiam rem” (a las cosas, si pudieras directamente, si no pudieras, siempre a las cosas).
Claro “a las cosas” presupone tener objetivos, saber adónde se quiere ir, el locativo latino “quo” y, en función de eso encontrar el lugar por donde transitar, el locativo “qua”. Para cruzar un río hay que buscar un puente o a veces simplemente un vado si lo importante es llegar del otro lado. El problema es cuando no se sabe adónde ir independientemente del camino.
Y en ese marco es como se debe leer el pensamiento de Maquiavelo así expresado en la lengua de los viejos romanos y no con malintencionadas, o al menos pésimas, traducciones que, lamentablemente, se han popularizado y son de difícil reversión. Tergiversaciones que sufren también otros autores y ramas del saber cómo, particularmente, la historia.
En el caso específico de Maquiavelo tales tergiversaciones hasta dieron lugar a la palabra “maquiavelismo”, como una expresión del pensamiento perverso y el lenguaje hipócrita. Todo a partir de una profunda reflexión sobre la necesidad de no perder de vista los objetivos aunque muchas veces haya que buscar caminos alternativos para llegar a los mismos.
Maquiavelo, que falleciera el 21 de junio de 1527 a los 58 años, dejó una vastísima obra que comenzó con el “Discurso sobre la corte de Pisa”, en 1499, y concluyó en 1525 con las “Historias florentinas” con un total de 22 libros donde incluyó novelas, comedias y poemas, además de historia, política y hasta economía como su “Discurso sobre la provisión del dinero”, de 1502.
La situación de la República de Florencia y la del conjunto de Italia no eran en ese momento nada buenas. Por eso en “El Príncipe” formula propuestas para superar la crisis; propuestas que deben ir más allá del liderazgo de un gobernante virtuoso, que tarde o temprano morirá, sino que necesitan de una estructura estatal que supere la vida humana.
Contrario al individualismo y partidario de los intereses sociales colectivos, Maquiavelo tuvo una azarosa vida política de funcionario público que lo llevó a estar perseguido, preso, torturado y exiliado, lo que también complicó su pasar económico el que, en una oportunidad, cuando había acumulado algunas deudas, sacó adelante al ganar la lotería.
En definitiva alguien para ser repensado en estos tiempos de crisis cuando se carece, no solamente en la Argentina, un serio plan estratégico para salir de ella y beneficiar al conjunto de la humanidad y no apenas a un pequeño porcentaje de la misma, los que concentran casi la totalidad de la riqueza.