Entrevista a Mónica Nicoliello*
Por Ernesto Ladrón de Guevara López de Arbina
Un ámbito donde convergerán diferentes personalidades que intentan recobrar la colaboración y marco de relación entre las partes de lo que fue un ámbito de civilización y que abarcó a un mundo emergente en los siglos XVI, XVII y XVIII. La Hispanidad dominó el universo entonces conocido e interrelacionado, bajo tres pilares: la monarquía heredada de Isabel la Católica y su marido Fernando de Aragón, la religión como baluarte de los primeros derechos humanos en el mundo y de la defensa de la dignidad de las personas y de su libertad, y la lengua española; así como una moneda que hoy sería el equivalente al dólar: el real de a ocho, que unificaría las relaciones económicas internacionales.
ELG Mónica: dé una pista a nuestros lectores del contenido de tu libro, y la intención que guía su edición, aparte, como es obvio, de la venta de sus ejemplares.
MN Escribí este libro con la intención de contribuir a formar conciencia de nuestra identidad colectiva. Somos fruto de una épica de la cual debemos enorgullecernos. Una épica es una sucesión o relato de hazañas. Sin esa conciencia de identidad y sin ese orgullo épico ¿qué vamos a enseñar en las aulas? ¿Cómo vamos a presentarnos ante el mundo? Hasta la aldea más pequeña tiene una épica de la cual se enorgullece. A lo largo de mi libro intento lograrlo entretejiendo una serie de cuestiones que están en el fondo del debate. Primero, el indio -que no es otra cosa que el habitante de las Indias, una antigua noción geográfica que englobaba América, Asia y Oceanía-, tiene su propia épica. Haber convertido, por ejemplo, a la mandioca o yuca, una raíz venenosa, en base de la dieta de la población de gran parte de las Indias, desde el centro de América del Sur hasta Oceanía, descubriendo el método para eliminar el ácido cianhídrico y aprovechando sus nutrientes, es una hazaña. El maíz era una hierba salvaje de Mesoamérica. Por sucesivos cruzamientos se la transformó en ese cereal de mazorca dorada o arcoiris capaz de sustentar a la población mundial. Luego se descubrió que en asociación con otros cultivos se podía conservar la calidad del suelo. Esos cultivos, también integrados a la dieta, eran los zapallos, los ajíes, los porotos, el girasol. De Indoamérica también procede el único producto conocido durante siglos en el mundo para combatir la malaria: la quina, hasta que los soldados de la II Guerra Mundial acabaron con sus reservas. Es una etapa tecnológica y es una época épica. Son hazañas. Hoy, además, estos cultivos forman la base de una serie de industrias, desde la alimentaria, como es obvio, pero también la del plástico o los biocombustibles. Es una revolución que no se detiene.
Luego, hace tan poco tiempo como 500 años, llegan los pueblos ibéricos y nuevamente revolucionan todo. Los españoles en América, en 300 años, -nunca fueron más de 300.000 en un conjunto 20 millones de americanos y asiáticos, y 30 millones de km2-, alumbraron esos focos de influencia que son las ciudades, fundadas, muchas de ellas en el lapso de una generación, con sus cabildos o gobiernos municipales, escuelas, universidades, iglesias, hospitales. Esa revolución urbana es una hazaña. Esa ínfima minoría de la población hace todo eso sin sustitución de la mayoría autóctona, en general campesina, como sí ocurrió en otras partes del mundo. La América española era un archipiélago de ciudades en un océano de indios. Los indios americanos habían logrado la primera etapa tecnológica, pero, a diferencia de las Indias asiáticas, su demografía era conservadora. Había la necesidad de un estricto equilibrio entre población y recursos. No existía la posibilidad de una explosión demográfica sostenida. Imagínese que en la zona andina los Incas prohibieron que las mujeres se casaran antes de los 30 años. Era una forma drástica de reducir la edad de vida fértil de la mujer, en una época en que no todas llegaban a la vejez. Había días para hacer sacrificios rituales de niños, en una época en que la mortalidad infantil era alta. En la zona amazónica, hacer el amor no tenía como objetivo traer niños al mundo, y se practicaba el aborto. El crecimiento de la población se hace posible gracias a la difusión cultural que irradia de las ciudades hispanas, con una nueva concepción de la familia, la maternidad, la sexualidad y el niño. De manera similar al cristianismo europeo, que resolvió el problema de la oligantropía o escasez de población debida a las malas prácticas sexuales y reproductivas del mundo antiguo.
La ciudad española completó la revolución neolítica con el arado, la rueda, nuevas formas de ganado y de ganadería, y un perfeccionamiento de las técnicas hidráulicas: canales de riego, acueductos, secado de pantanos. Luego la revolución de las comunicaciones y el comercio. Se abrieron nuevas rutas, marítimas, fluviales y terrestres. La población aumentó y el mestizaje y movilidad de personas mediante las nuevas técnicas de transporte, -carretas, caballos, mulas-, resolvió el problema del cuello de botella genético de los escasos diez linajes indígenas. Las ciudades se afirmaron en su territorio fundacional y un poco más allá. Desde la ciudad se difundió el sistema de escritura alfabético, que permite registrar la diversidad lingüística; nuevas formas de contabilidad, la revolución en el arte, difundiendo los logros de la Antigüedad mediterránea, su Medioevo, Renacimiento y Barroco, un Siglo de Oro que no es solamente de España, sino de Indias.
Al mismo tiempo, se formó un Estado capaz de coordinar unos 20 a 30 millones de km2. Ninguna civilización anterior lo había logrado. Todavía hoy nos asombra. Así como en Europa nadie ha sido capaz de repetir la hazaña del Imperio romano, en América -una América ampliada, porque también incluía Filipinas o Guinea-, nadie ha sido capaz de repetir la hazaña del Reino de España e Indias, que entre 1580 y 1640 incluyó a Portugal. A continuación se introdujo la moneda metálica -ya que habían existido otras unidades de cambio-, a un grado que se convirtió en divisa internacional. Con un valor muy superior al que hoy tiene el dólar, ya que estaba hecha con una alta concentración de plata. Se rompió el relativo aislamiento en que habían vivido los pueblos. Los mapas cambiaron por completo. Hay una revolución geográfica y cartográfica, que va acompañada de nuevos conocimientos astronómicos. La evolución de la astronomía, que tanto gustaba a los pueblos autóctonos, sigue su curso y experimenta nuevos saltos junto con las técnicas de navegación. Es una segunda etapa tecnológica, pero también es una épica. ¿Cómo es posible enseñar Historia sin detenerse a valorar estos hechos? Deberían estar en la tapa de los manuales.
ELG De hace tres años a esta parte lo Hispano, es decir la Hispanidad, está de moda. ¿A qué cree que se debe?
MN Más que una moda yo le diría que hay una progresiva toma de conciencia. Decir que somos Hispanidad es una forma de presentarnos ante el mundo. Y la bibliografía que está saliendo ahora lo hace muy bien. “¿Quiénes son ustedes?” “La Hispanidad”. “Ah, ¿y qué es la Hispanidad?”. Sin dudarlo, tenemos que contestar que somos el segundo territorio más extenso del mundo después de Rusia. Lo somos, aunque estemos balcanizados. Si pensamos la Hispanidad como unidad, la visión del mundo cambia completamente. Si calculamos la extensión sumando los territorios que tienen al español como lengua oficial nos da unos 12 millones de km2. Pero en realidad, supera esta cifra, porque hay muchos lugares del mundo donde el idioma oficial no es el español, y sin embargo, el español es la lengua más hablada, como en Belice, por ejemplo. La mayor parte de esta superficie se encuentra en América del Sur. Solamente Argentina concentra casi la cuarta parte. El territorio de Argentina es mayor que el de México y casi como el de Europa. Pero los planisferios contienen una distorsión, resultado de la proyección Mercator, que no permite apreciar este hecho. Necesitamos otra cabeza, otros ojos, pero también otros mapas. Los niños y adultos pasan viendo mapas donde el territorio de América del Sur parece insignificante en comparación con Norteamérica e incluso con Groenlandia. La verdad es que ni los mapas de Mercator muestran tanta distorsión. Es difícil no desarrollar la percepción de que la Hispanidad es periférica en estas condiciones.
Pero sigamos con otros hechos. La Hispanidad reúne a la mayor comunidad humana después de China y de la India, entre 500 y 600 millones de personas. América del Sur aporta la mitad de toda esta población y México, un tercio. Dentro de la Hispanidad tenemos megalópolis como Buenos Aires donde, en conjunto, viven entre 15 y 16 millones de personas; o Ciudad de México, la capital más antigua de América, con 22 millones de habitantes. Estas ciudades tienen una dinámica similar a las de India y China. Concentran trabajadores, ingenieros, artistas, consumidores. Comprenden decenas de barrios, comunas y municipios. En las megalópolis, ciudades con población de países, se incuba el futuro. La hazaña de Buenos Aires es enorme porque desafía la idea de centralidad geográfica del Hemisferio Norte, donde se concentran las rutas y los flujos de comunicación y comercio mundial. La Hispanidad produce un tercio de todo el PBI mundial después de EEUU y China. El PBI de España se acerca al de Rusia y equivale al de Brasil. Antes de decir que Rusia es una potencia mundial y nosotros una zona periférica, reflexionemos sobre estos datos. La Hispanidad tiene salida al Mediterráneo, al Atlántico, al Caribe, al Pacífico y al mar Antártico. Y además cuenta con la mayor parte de las reservas de agua dulce, de la biodiversidad, una gran riqueza cultural, considerada patrimonio de la Humanidad, suelos fértiles y minerales estratégicos. El español es una de las lenguas más usadas en internet. La conciencia de la centralidad geográfica de la Hispanidad en sus dimensiones física y humana es fundamental. ¿Qué Geografía estamos enseñando si estos hechos no están en la tapa de los manuales?
ELG ¿Es posible un ámbito de reunificación, aunque sea a título de enfoque común de los problemas en lo que fueron provincias españolas, y no colonias, como afirman muchos alimentadores de la Leyenda Negra?
MN Sí, con la condición de que primero se produzca ese cambio que yo llamo de conciencia y tú, cambio cognitivo. Sobre todo, de los pueblos. Es más difícil que las oligarquías se sumen a ese cambio, porque tienen intereses consolidados desde las independencias. Vamos a explicar de manera sucinta qué son las oligarquías, porque es una idea cardinal para entender el movimiento centrífugo de nuestros procesos históricos; centrífugo porque es de desprendimiento de unos Estados de otros. Una oligarquía es un grupo que concentra recursos de todo tipo. Para Aristóteles era la forma impura de la aristocracia, así como la demagogia era la forma impura de la democracia, y la tiranía, de la monarquía. Le falta esa tradición, esa legitimidad, propias de la aristocracia, ese prestigio. Las oligarquías tienen una denotación de ilegitimidad, impureza, corrupción, desprestigio. Pero conservan su poder porque, de hecho, concentran recursos, que van, desde lo que se llama el capital social, que es el número de contactos que uno tiene en una sociedad dada, al capital cultural, que son los conocimientos, el saber y el saber hacer; y las dinámicas de generación de rentas, que les permiten beneficiarse del crecimiento económico, a veces, de manera exclusiva; así como la permanencia de verdaderas “dinastías republicanas” en el gobierno. Hablan en nombre de los pueblos pero temen a los pueblos, y por eso buscan aferrarse a agentes externos para su permanencia en el poder.
Estas oligarquías tienen compromisos con los poderes de los que se aferraron para concretar la disgregación primero y la balcanización después, y para poder mantenerse a veces tan siquiera en el gobierno y llegar al final del periodo de 4 años. Son incapaces de políticas de Estado, ni de identificación de intereses geopolíticos. Por eso el gobierno de un país paga su deuda externa y el siguiente gobierno, sin necesidad, la vuelve a contraer. Es una manera de decir, a esos agentes externos: “Miren que seguimos siendo fieles”. Por este motivo un Estado hispanoamericano impresiona como más débil que un Estado africano. Marcelo Gullo decía en una conferencia que hay Estados del África profunda, como Ghana, que reciben de las empresas extranjeras que operan en su territorio beneficios del 10%, y Argentina en cambio, entre el 0 y el 2%, y que nadie en su sano juicio puede pensar que Argentina es un Estado más débil que Ghana, por ejemplo, que se beneficia con ese 10%. Entonces lo que hay es servilismo y obsecuencia. En el siglo XIX, en los inicios de la II Revolución industrial, surgieron, desde México a Uruguay, pasando por Guatemala, Perú y Argentina, compañías de ferrocarriles criollas. Los Estados criollos las dejaron morir, y, en cambio, prefirieron subsidiar empresas ferrocarrileras francesas o inglesas. Estas empresas exigían utilidades superiores a las que podían obtener en Europa. Se estima que con las altas tarifas cobradas en el Río de la Plata el Reino Unido pudo costear, en parte, la I Guerra Mundial. Pero de lo que se trataba era de mostrar fidelidad al imperio británico. Cosa que empeoró cuando, en 1932, el Reino Unido eligió dar preferencias comerciales a los miembros anglófonos de su imperio y dejó de lado a los tributarios hispanohablantes. Porque entonces la desesperación llevó a firmar toda clase de tratados perjudiciales para nuestros países. No se sabía vivir sino era en esta relación de subordinación.
Este servilismo en el plano material, este amor a la condición de Estado tributario, colonia y factoría, se expresa en el desprecio tanto por lo indio y lo africano como por lo español. El racismo sufrido por los dos primeros y la leyenda negra contra España, su historia, y su influencia en el mundo, son dos caras de la misma moneda. La leyenda negra contra España es tan repugnante como puede ser repugnante el servilismo de las oligarquías hacia las potencias coloniales históricamente rivales de España, y su desprecio por la gente común, donde ven al indio, al negro, al mestizo. Las oligarquías latinoamericanas compran la leyenda negra contra España porque necesitan explicarse y justificarse. Además necesitan mantener el orden surgido hace 200 años. Convencernos a todos de la fatalidad de nuestra balcanización y condición de Estados tributarios. De nuestra dependencia, subdesarrollo, condición de Estados periféricos, y otras nociones ideológicas. Es un catecismo de la resignación. Pero por otro lado, si no son ellas las responsables de esa supuesta situación “estructural”, es decir, duradera, constante, permanente, total, global ¿entonces quién? Tienen que culpar al español, al negro, al indio. Hasta los zapatistas de Chiapas se dieron cuenta de que este discurso criollo sobre España es una forma de huir hacia atrás y de eludir responsabilidades actuales. Y no me van a decir que son hispanófilos. A fines del siglo XIX, cuando se afirmaron los Estados oligárquicos latinoamericanos, muchas veces al precio de arrasar con parte de la población, estaba en auge el racismo pseudocientífico. Se decía que el irlandés era un simio blanco y que el ibérico estaba emparentado con el irlandés. Al negro se lo asimilaba al gorila. A otros pueblos se los mostraba en zoológicos. Y así. Dentro de esta lógica, se presentaba la historia de España como una especie de monstruosidad, anomalía. Algo peor que un Estado totalitario, de despotismo oriental. Y aunque el nombre América Latina no es de origen francés, sino hispanoamericano, las élites intelectuales enajenadas, los hijos de esas oligarquías, lo empezaron a usar en el sentido de simpatía por Francia, de cosmopolitismo, de identidad difusa, que les permitía tomar distancia de España. Es en ese sentido que después de 1850, ya las podemos llamar latinoamericanas, hispanohablantes, pero no de conciencia hispana.
Por eso el cambio cognitivo o toma de conciencia ocurrirá antes en los pueblos que en las oligarquías que los tienen cansados. La inestabilidad política permanente, con caídas de ministros y renuncias de presidentes al otro día de su elección; las crisis económicas recurrentes, con depreciación monetaria, inflación, desabastecimiento, bajos salarios, paro, y alta conflictividad social, es algo en mayor o menor medida característico de todos los países de la región, que si fuera verdad que son independientes desde hace 200 años no estaríamos viendo pasar. Por sus características, a las oligarquías les resulta muy difícil formar bloques. No fue para eso que se independizaron, sino para consolidar su propio feudo. Aman ejercer ese poder en su feudo. Tenemos todo tipo de acuerdos formales, infinidad de tratados de integración, pero los bloques siguen siendo clubes de amigos. Cuando en un país un gobierno cambia, y no le gustan los otros gobiernos del bloque, se retira como quien sale de un grupo de wasap. Es evidente que un bloque así no es un bloque. De hecho nuestras economías están menos integradas (12%) que las del resto de los bloques del mundo, incluyendo los países del Sahel, y muy lejos de los porcentajes (60%) logrados por otros bloques, como el europeo y el sudasiático. Se necesitan políticas de Estado, proyectos de país, comprensión de la geopolítica regional para participar en un bloque y que el bloque sea realmente tal. Esa comprensión de centralidad histórica, geográfica, geopolítica a la que me refería antes.
Una vez cumplidas las condiciones anteriores podemos empezar a pensar en uniones y reunificaciones de unos países con otros. Aunque con toda probabilidad, y por lo anteriormente dicho, no serán países sino pueblos, los que se unan y reunifiquen. La reunificación será de la gente más que de los países. Proceso que tendrá que ser coordinado por alguna institución prestigiosa, cuyas decisiones sean apreciadas y acatadas por todos. Qué características debería reunir esa institución tendrá que ser algo que surja de la historia. A mí me parece que la iniciativa Parlamento Global Hispano cumple con esos requisitos por diferentes motivos: agrupa personas comunes, que coordinan sus acciones, y no presidentes que se reúnen en cumbres; tiene una estructura horizontal y asamblearia, de democracia casi directa, pero muy bien organizada; amplia participación de sus miembros, que pueden presentarse como candidatos, con rotación de los cargos, de tal manera que cualquiera, llegado el momento, puede serlo; está abierta a la participación de 600 millones de hispanos y aspira a ser su voz. No admite sectarismos. Quienes participan suelen ser personas con talento, proyectos, capacidad de organización y militancia, nada que no pueda desarrollar quien se lo proponga. De alguna manera la historia de la Hispanidad se abre con un parlamento, en el siglo XII, y se cierra o redondea, -aunque no se termina-, con otro parlamento, en el siglo XXI.
ELG ¿Por qué razón la Leyenda Negra ha tenido tanta acogida entre los españoles peninsulares y los del resto del mundo hispánico? ¿No resulta una paradoja que nos creamos que es nefasta la hispanización de América, aunque la realidad comparada con la colonización anglosajona diga lo contrario? No hay más que abrir los ojos.
MN Siempre partiendo del supuesto de que no aceptamos la leyenda negra, un discurso racista, repugnante, verdadero discurso de odio, sino que tratamos de explicarlo en función de unas condiciones históricas, hay que decir que en Europa también fueron las oligarquías las que propiciaron la disgregación. Primero, el Norte de Europa. Para eso se necesitaba generar división, introducir una cuña diabólica en sentido etimológico: diabólico es lo que como el diabolus, lanza calumnias para dividir. Europa, que podía haber sido un conjunto de naciones cooperativas, rompe su unidad, va a la guerra desde entonces y hasta la II Guerra mundial, tiene un periodo de paz y prosperidad, y ahora parece que hemos vuelto a lo mismo. El cisma protestante del siglo XVI es el segundo gran cisma cristiano desde que la Iglesia ortodoxa se separó de la católica, dando lugar a una civilización diferente en Europa oriental. Desde el siglo XVI, la civilización del Norte de Europa empieza a caminar por un carril aparte y sintiéndose enfrentada al Sur. Con base en iglesias propias, aunque aplastando las iglesias formadas por la base campesina de la población (como Lutero a Münzer), y luego, a partir de la idea de que cada una iglesia tiene que predicar en la lengua vernácula, dejaron sentadas las bases del protonacionalismo. Esto condujo a la disgregación progresiva de las monarquías de Carlos I y Felipe II, que no solamente coordinaban comunidades dinásticas, sino religiosas, unidas por una lengua sagrada común, el latín, sin importar si esas comunidades eran de origen germánico, celta, romance, eslavo, griego o africano. Las guerras de religión son la primera gran “política de contención” de la Hispanidad, ya que obligaron a desviar a la guerra, recursos que hubieran podido usarse de manera productiva. Ya en el siglo XVII las monarquías dejan de estar organizadas como Estados universales y se constituyen como Estados nacionales, con su propia religión, lengua, y nación en sentido étnico. Es la etapa fundacional de la leyenda negra contra España, porque en este contexto, es obvio que se trata de un discurso de guerra impulsado por las oligarquías de Alemania, los Países Bajos, Portugal, y hasta Japón, en ese siglo.
Pero con base en el siglo XVIII, en el XIX se consolidan los regionalismos, y España es, en el mapa europeo, un caso representativo. También es más complejo, en mi opinión, porque aquí chocan tradiciones forales con concepciones sobre la monarquía: centralista-nacional, usufructuaria-federal, lo que en América toma la forma de luchas entre unitarios y federales, concepciones sobre el modelo de Estado, la soberanía -si debe entenderse como general de la nación o particular de los pueblos-, la representación, si el Estado tiene que coincidir con la nación en cuanto comunidad cultural, o cada comunidad política tiene que tener su Estado. Pero lo cierto es que en la Península también hay oligarquías apuntando a la disgregación. Pensemos en el cantonalismo y el federalismo del siglo XIX, cuando cada ciudad española se independizó del Estado español y de las demás. El eje del pensamiento oligárquico siempre es “¿qué pasaría si usamos los recursos y los órganos de decisión soberanos en nuestro propio beneficio, sin los límites propios de nuestra convivencia con otros pueblos?” Les resulta una idea tentadora, pero para lograrlo necesitan el apoyo del resto de la población, que normalmente, y por intuición, no los respalda. Entonces convierten su discurso en “somos una nación oprimida desde hace siglos”. ¿Quién dirán que los oprime? Ese Estado del que forman parte y les pone límites, naturalmente. Así que tratarán de convencer a los pueblos de que “por el principio de autodeterminación” deben separarse. Y el principio de autodeterminación hay casos en que corresponde y casos en que no. Cuando este principio se maneja de manera engañosa a favor de las oligarquías, los pueblos no sacan ningún provecho de su independencia o mejor dicho, división. Menos si es resultado de una guerra civil, como suele pasar, demostrando que no toda la población está de acuerdo con el proyecto de independencia. Peor todavía si esa guerra civil es con apoyo extranjero. Ahí tenemos una segunda etapa en la elaboración de la leyenda negra. Afecta a España justamente porque la historia del Estado español está vinculada con la de muchos países y regiones. Es visible la convergencia entre los regionalistas españoles y los hispanófobos americanos. Alcanza con hacer un estudio de la prensa. El discurso es el mismo, como acordado, y los apellidos suelen ser los mismos.
Por otro lado hay una clara hegemonía de la Anglósfera que ha contribuido a la difusión de la leyenda negra. A veces es evidente, grosera, y otras veces es muy, pero muy sutil. La gente tiende a identificar la Anglósfera con la región más avanzada, próspera y culta del planeta, así que si ellos lo dicen, debe ser. Recuerdo que una estudiante me comentó un día: “Con 150 españoles, Pizarro mató en una sola batalla a 1.500 millones de incas”. Le hice ver que esa cantidad sería superior a la actual población de China, y que en el siglo XVI, en todo el planeta Tierra no había esa población. Los continentes tenían en todo caso, unos 100 millones de habitantes cada uno y América, por su demografía conservadora, producto del entonces todavía bajo rendimiento técnico agrícola y ganadero, estaba menos poblada. Así que no podía haber 1.500 millones de incas en una batalla, ¿y cuánto tiempo hubiera demorado el ejército de Pizarro, formado por unos pocos españoles, en pasarlos a cuchillo? Divida 1.500 millones entre 150, y calcule la cantidad de horas en una faena de humanos sin interrupción. Además ¿de qué batalla se trataba? Incas, por otro lado, es el nombre de una dinastía. Con 1.500 millones de incas habría más reyes que personas. Pero era una noticia histórica publicada por la BBC de Londres. Hay casos en los que estas noticias proceden de catedráticos de EEUU. Por ejemplo, la escuela maximalista de Dobyns, dice que en el siglo XV en América habría 100 millones de habitantes, igual que en los continentes del Viejo Mundo. Pero en el siglo XVIII, en el primer censo global de su historia, se contabilizaron 20 millones de habitantes en la América española, así que deben haberse exterminado 80 millones de personas, “el mayor genocidio de la historia”. ¿Cómo saber la cantidad de población que tenía América en 1492? Es imposible, nadie hizo un censo hasta 1782. Lo cierto es que en el siglo XV no podía haber 100 millones de personas en América como en África, Europa o China. ¿Por qué? Muy sencillo. Porque la mayor parte del territorio estaba habitado por pueblos cazadores, recolectores y pescadores, que necesitan mucho territorio para sobrevivir, porque las técnicas que emplean generan un bajo rendimiento del suelo y determinan una bajísima densidad demográfica. En el resto de América había pueblos cultivadores itinerantes, pero no agricultores de tiempo completo, sedentarios, salvo en los importantes focos civilizatorios de Mesoamérica y los Andes, que siguieron siendo los mismos a lo largo de 5.000 años. Es en estos focos donde encontramos las ingeniosas técnicas agrícolas que permitieron aumentar la población hasta poder realizar obras de gran envergadura como las pirámides escalonadas cuya construcción exige suficientes obreros trabajando de forma coordinada, un embrión de Estado. En cuanto a la llamada “catástrofe demográfica” del siglo XVII, fue un fenómeno que se produjo en todos los continentes, producto de una conjunción de factores climáticos, de epidemias -en América había epidemias autóctonas, como en los demás continentes-, bajo rendimiento del suelo, pobre desarrollo de las técnicas agrícolas empleadas en relación con la demanda de alimentos, porque en este siglo la evolución de las técnicas agrícolas se detuvo en todos los continentes. Luego, en el siglo XVIII, en todos los continentes, incluyendo América, la población se recuperó, y en la América española, en particular, la población indígena. Pero hay un gran silencio sobre cómo fue afectada por las guerras civiles que comenzaron a finales del siglo XVIII. La América hispana recién alcanza esta cifra de 100 millones a principios del siglo XX, cuando la modernización introduce las técnicas de la II Revolución industrial que lo hacen posible. De manera que es completamente improbable que la primera transformación técnica, la anterior a 1492, haya podido lo mismo que la de 4 siglos después. Esta falta de capacidad crítica y analítica, representa una nueva etapa en la historia de la leyenda negra. Pero ya sabemos que las guerras comunicacionales actuales apuntan a estimular el no pensamiento, la reacción irracional, etc.
Y luego está el tema de la frecuencia con la que se habla de genocidios. El campo semántico es muy amplio, porque genocidio es la acción intencional de exterminar a un grupo o un linaje, que desde el punto de vista numérico va desde una sola persona -”el último de…”- hasta toda la especie humana. Esta acusación en el caso del Estado de España en Indias no tiene mucho sentido, porque el tipo de economía y sociedad que se impulsaba hubiera colapsado con políticas de genocidio. Se necesitaba población campesina para producir alimentos y minerales para las ciudades. Y más allá de que existían unidades productivas comerciales, la mayoría de la población campesina era indígena y practicaba agricultura de subsistencia. Había que, por lo menos, conservarla. Se necesitaba que el catolicismo se difundiera de forma masiva, dado su crisis en Europa. Y esto solamente era posible conservando la población indígena o incluso aumentándola. Este verbo “conservar”, se encuentra en todos los documentos de la época que tratan el tema de la población. Ninguno propone extinguir a los indios para repoblar con europeos como sí se hizo después de la independencia. Estamos muy acostumbrados a la imagen del colono “blanco”, pero la colonización española no era solamente con españoles. Hubiera sido necesario despoblar España, que tenía, según el siglo de que hablemos, en el momento de la colonización, no más de 5 o 10 millones de habitantes, para poblar América española, que hacia 1800 llegó a 20 millones de almas, la mayoría indios, mestizos o negros. Tampoco existió la posibilidad de transportar millones de africanos, porque este es un hecho que se dio en los siglos XVIII a XIX desde el área congolesa, mientras que la matriz africana de la América española proviene del Norte de África y Nigeria, habiendo sido transportados en los siglos anteriores. Los estudios genéticos demuestran que la mayor parte de la población de la América hispanohablante es de origen indígena, sobre todo en aquellos territorios donde ya había más densidad de población indígena antes del contacto con españoles. Para poner un ejemplo, el 68% de la población de Lima es de origen indígena, el resto es de origen sudanés, mediterráneo, asiático, etc. Pero resulta que Lima es también un antiguo sitio arqueológico, de tal manera que desde algunos puntos de la ciudad se pueden divisar pirámides. Quiere decir que ya había allí una cierta concentración de población antes de su fundación como capital virreinal. Una base que, a pesar de los cambios demográficos, se mantuvo.
Aprovecho también, Ernesto, para introducir un factor que viene de la neurociencia, dado que en tu programa presentaste mi libro La inteligencia emocional histórica (Planeta, 2010) Y es el siguiente: las personas de nuestra área cultural tienden a ser empáticas. En otras culturas es diferente, pero en la nuestra, el origen humanista condiciona la empatía, que es la experiencia de sentir lo mismo que otro, “ponerse en los zapatos de otro”. Hay tres grandes estructuras en el cerebro. El cerebro reptiliano es el que reacciona como los reptiles, reconociendo el territorio, por ejemplo, y alejando a los intrusos. Decimos que alguien derrama “lágrimas de cocodrilo” cuando finge sentir compasión, porque los reptiles carecen de la siguiente estructura cerebral, propia de los mamíferos, que es el cerebro emocional o cerebro medio. Todas las mamás del orden de los mamíferos son afectivas con sus crías por este motivo. Pero además el cerebro emocional nos permite diagnosticar el contexto en el que nos encontramos: si es un peligro, será de miedo, y entonces puede ser que nos quedemos “congelados” -para disuadir al otro de que no representamos una amenaza-, o que reaccionemos rápidamente sin pensarlo, para eliminar el peligro. De hecho cuando un estudiante está dando examen, y lo vive como una amenaza, “se bloquea”. Porque el cerebro emocional impide el pensamiento, que es de lo que se ocupa la siguiente gran estructura cerebral, la corteza. La corteza no funciona bien en un contexto de mucho estrés, aunque hay personas que tienen más resistencia que otras.
Los discursos del tipo de la leyenda negra están hechos para bloquear el pensamiento y activar las emociones fuertes que tienen lugar en el cerebro medio. Sobre todo cuando los relatos, normalmente glosados, descontextualizados, comentados de manera interesada, exagerados, van acompañados de los eternos grabados del escritor belga Theodor de Bry (1528-1598), quien, por otra parte, se consideraba experto en ciencias ocultas. Estos grabados no solo muestran escenas dantescas sino que además activan la imaginación de manera que reverberan indefinidamente. Es como ver una película de terror con efectos especiales. Dan ganas de gritar. Para cualquier persona empática es un verdadero choque emocional. La gran ausente es la corteza cerebral, el pensamiento, el espíritu crítico, preguntándose “¿qué dicen las demás fuentes? ¿dónde ocurrió el hecho?” Con escritores como Theodor de Bry se funda la propaganda contemporánea, que apunta al no pensamiento. Esta estrategia va a funcionar mejor con personas sensibles, empáticas, y nuestra cultura promueve esas actitudes. A tal punto que la monarquía hispánica recibía miles de escritos de denuncias de lo que ahora llamaríamos “derechos humanos” de los indios. La cantidad de denuncias no necesariamente representa cantidad de hechos, sino preocupación de una sociedad por los derechos de los más débiles. Una sociedad de gente cruel e insensible hubiera dejado pasar o hubiera justificado los abusos. No vamos a ver unos papeles así en Inglaterra. Y otra razón para denunciar abusos de los indios es que desde la mirada de las Leyes de Indias era la peor cosa de la cual te podían acusar. Así que si querías ver caer a un adversario, lo podrías acusar ante la Corona de muchas cosas, pero sobre todo, de abusar de los indios. Para poner un ejemplo, entre 1717 y 1721, el conflicto de los vecinos de Asunción con el gobernador Diego de los Reyes Balmaceda se inició con una denuncia de violación de las Leyes de Indias al haber hecho la guerra a los indios payaguás. Aunque en realidad el trasfondo del conflicto era otro. De manera que por un lado, a veces los abusos contra la población indígena y artesana campesina existían, se denunciaban y se los trataba de remediar; y otras veces se ponían como excusa o pantalla de otro tipo de conflictos. Mientras tanto en Inglaterra se perseguía a las mujeres campesinas como brujas, se despoblaba la campaña en beneficio de la gran propiedad y de la cría de ovejas, se condenaba a los mendigos a trabajos forzados, y se esclavizaba a los irlandeses. Y claro, no había denuncias ni leyes en beneficio de los más débiles ni las habría hasta avanzado el siglo XIX, cuando apareció “la cuestión social”. Sin embargo, en los manuales de estudio, a Inglaterra se la idealiza.
Lo cual me lleva a lo que sería la tercera gran etapa de la leyenda negra: la Revolución industrial inglesa, que es un proyecto de Inglaterra misma, ni público, ni privado. La monarquía crea un marco: protege la navegación, somete territorios, y el sector privado, organizado en empresas, independientemente del origen noble o burgués de estos empresarios, lleva adelante un proyecto: maquinización, fabricación en serie y disciplinamiento de los trabajadores. Hombres, mujeres y niños trabajando 18 horas en las fábricas. Con esto se generan ganancias que invertidas producen más ganancias, lo que se llama capital. El capital puede invertirse en la tecnología y hacer que las empresas tengan rendimientos crecientes. Es un proyecto inteligente, pero tiene un costo humano, no solo en Inglaterra, sino en las colonias, que se ven obligadas a producir materias primas para la industria inglesa, y a convertirse en mercado cautivo. ¿Se puede reducir este costo humano, puede haber mercados que no sean cautivos? Es entonces cuando aparece algo que la España de los siglos anteriores ya había conocido: la preocupación por “la cuestión social”.
Para los empresarios que quieren obtener ganancias rápidamente, cualquier limitación que les imponga un Estado es un problema. Los fisiócratas franceses, los liberales ingleses, planteaban que el Estado debe “dejar hacer, dejar pasar”, cuanto menos intervenga mejor. Nada de cobrar impuestos sobre la renta para garantizar servicios públicos y nada de limitar la jornada de trabajo del obrero: eso son pérdidas. Lo peor que podía haber, para esas oligarquías, era un Estado tratando de hacer de coordinador, árbitro y regulador orientado por la virtud de virtudes, la justicia. ¿Y cuál era el peor ejemplo que había de eso? España, que a fines del siglo XVI ya sabía lo que era una ley de 8 horas. Además a España se le cuestionaba la lentitud en el crecimiento económico. Y claro, si uno no exprime a su población y a sus colonias, como Inglaterra, va a tener un ritmo más lento de crecimiento. Pero, a pesar de todo, España e Indias no eran una región pobre del mundo.
Cuando, de manera tardía, la población europea empieza a desarrollar la misma preocupación por la “cuestión social” que había existido en España e Indias, el antiguo hispanismo humanista cristiano, como modelo económico y social, ya había sido desacreditado como para ser tenido en cuenta. Surgen entonces otras corrientes, que en realidad son desprendimientos no confesos. El capitalismo que pone el énfasis en la generación de capital, el socialismo, que pone el énfasis en el bienestar social, el anarquismo, que rechaza el Estado porque identifica Estado con Estado burgués. Las ideas de propiedad privada y de propiedad colectiva se presentan como contradictorias. La persona se convierte en individuo, deja de ser persona y parte orgánica de una comunidad. El Estado deja de ser coordinador y regulador: sálvese quien pueda. Y en ese momento (1848, el mismo año en que México pierde más de la mitad de su territorio) aparece Marx, explicando que la historia es una lucha de clases. La idea de conciliación entre el capital y el trabajo vino después, con la doctrina social de la Iglesia. Sin embargo, el modelo cristiano que a fines del siglo XVI impulsó Felipe II en América en sus Ordenanzas era mucho más rico e interesante. La propiedad privada cumplía una función social, por ejemplo, al servicio de la familia, la producción y la colonización; existía al mismo tiempo la propiedad comunitaria de las órdenes religiosas o de los campesinos indígenas; las herramientas, semillas, aguas, montes y pasturas, todo lo necesario para producir, se poseía en común, se usaba de forma cooperativa. No obstante, a esta tradición no se le dio ninguna trascendencia. El mundo se dividió en capitalistas y socialistas como si no hubiera alternativa posible. Se pretendió explicar la historia de la Hispanidad aplicando el método de Marx, creado para analizar otro tipo de sociedad, la industrial inglesa, que tiene un alcance limitado cuando nos alejamos del mundo anglosajón o de las sociedades industriales del Atlántico Norte. Se fabricó a partir del método de Marx eso que Marx pidió que no se hiciera: una secta llamada marxismo. Se forzó al marxismo a su vez, a transformarse en ideología de medio mundo, el “campo comunista”, para luego decirle a la gente que se había producido su caída. Y esto mismo se hizo con las ideas de Adam Smith. Faltó suficiente potencia de nuestra voz en el mundo para hacer ver que ni el marxismo ni el liberalismo pueden explicar al hispanismo, porque se quedan cortos, y es más bien el hispanismo, el que con su riqueza de prácticas y de ideas, puede explicar a estas corrientes como dos emanaciones de la revolución industrial inglesa, señalar sus contradicciones, avanzar hacia proyectos más alentadores para el desarrollo humano.
Y esto nos lleva a una última cuestión: la manera cómo se organizó el mundo después de la II Guerra mundial. La cuarta etapa de reelaboración de la leyenda negra. Antes de terminar la Guerra, mucho antes, en agosto de 1941, el Reino Unido, representado por Churchill, y EEUU, representado por Roosevelt, se reúnen a bordo, “en algún punto del Atlántico” y acuerdan una declaración de principios o manifiesto, que también es un proyecto sobre cómo organizar el mundo de la posguerra. Al año siguiente convocan a sus aliados, a los que dan el nombre de “naciones unidas” para buscar apoyo internacional para esta declaración. Los 26 países que reúnen en Washington eran, sobre todo, de la Mancomunidad británica, del Caribe, donde hay colonias británicas y es una zona de influencia de EEUU; de Centroamérica, donde diversos países han estado históricamente bajo influencia de EEUU; los gobiernos en el exilio de los países ocupados por las potencias del Eje, y luego, lo que se llamó “las cuatro policías del mundo”, además de EEUU y el Reino Unido, naturalmente, la URSS, como contrapunto de Alemania, y China, como contrapunto de Japón. Para ampliar todavía más estos apoyos, entre 1942 y 1945 organizan una serie de conferencias en Moscú, Marruecos (Casablanca), Egipto (El Cairo), Irán (Teherán), Crimea (Yalta), Alemania (Potsdam). Ninguna de estas conferencias tiene lugar en Madrid o Buenos Aires. Es una reorganización de la Anglósfera, sus zonas de influencia, y sus aliados circunstanciales, como la URSS, que quería capitalizar su victoria sobre el nazismo. Pero todavía no había llegado lo más interesante, que fue la conferencia monetaria y financiera de Bretton Woods, en EEUU, con la participación de 44 países, y notorias ausencias. Muchos países de África y Asia eran colonias, así que no estuvieron representados. Alemania, Japón e Italia, y otros países europeos no participaron porque todavía la guerra no había terminado y estaban siendo derrotados. (Participan nueve países europeos: Bélgica, Checoslovaquia, Francia, Grecia, Islandia, Luxemburgo, Países Bajos, Noruega y Polonia) Y tampoco todos los países iberoamericanos. No participan España y Portugal. Hay una gran ausencia: Argentina, porque la Argentina de los años 1940 y también primera mitad de la década de 1950, estaba enfrentada con EEUU; tenía su propio proyecto de formación de una zona de influencia, la “tercera posición”. La URSS no ratifica los tratados y los denuncia en 1947, China se retira en 1949. En estas condiciones se acuerda que la futura divisa internacional será el dólar, y se crean instituciones financieras como el Banco Mundial, el Fondo Monetaria Internacional, con mayoría de votos para las potencias anglófonas. En cuanto al Banco Interamericano, con las mismas características, ya existía en 1940. El nuevo orden monetario y financiero internacional se crea sin tener en cuenta la voz de España y Argentina, un país del tamaño de Europa y mayor superficie que México, la mayor potencia hispanohablante de América del Sur.
En 1945, en la Conferencia de San Francisco, se crea la Organización de las Naciones Unidas. Para una mejor gestión, se divide al mundo en regiones, que reciben los nombres, algunos obvios y otros no tanto, de Europa, África, Asia Pacífico, América Latina. Para gestionar América Latina se crea en 1948 la CEPAL (Comisión Económica Para América Latina y el Caribe). España no participa en este proceso, porque recién se le permite entrar a la ONU en 1955, así que no puede opinar si esta caracterización regional es la más acertada o no en términos históricos. En 1950 se integra a la CEPAL un importante economista argentino que había sido presidente del Banco Central de la Nación Argentina, que tuvo gran influencia en el desarrollo institucional y el pensamiento de la CEPAL: Raúl Prebisch. Pero ¿quién era, además? El mismo economista al que se encomienda la reorganización de la economía argentina después de la caída de Perón, derrocado en 1955. Y ya habíamos visto que la Argentina de los años 1940 y primera mitad de los años 1950 era un adversario geopolítico de EEUU. El siguiente gobierno, de los militares que lo derrocaron, la “Revolución libertadora”, persigue a las organizaciones peronistas como “nazis”, y en ese marco, es que lleva adelante el proyecto de la CEPAL. La contestación crítica queda a cargo de Arturo Jauretche, quien argumenta que el nuevo plan, en realidad, supone una transferencia de ingresos al sector agropecuario y el endeudamiento del sector industrial. En el análisis de Prebisch, y demás economistas de la CEPAL, los países productores de materias primas se encuentran en desventaja frente a los países industriales en lo que se refiere a las relaciones de comercio internacional. Las materias primas tienden a perder valor frente a los productos con tecnología incorporada, lo que se llama “deterioro de los términos de intercambio”. Para desarrollarse tienen que atraer inversiones extranjeras, empresas multinacionales, o bien solicitar préstamos a los recién creados organismos financieros internacionales.
¿Qué importancia tiene todo esto? Porque es el momento en que surge el estructuralismo en las Ciencias Sociales, y al mismo tiempo, el desarrollismo. Esta corriente clasifica a los países en desarrollados, subdesarrollados y en vías de desarrollo. Pero ¿cuál es el modelo de desarrollo? Los países anglosajones, que, supuestamente, han tenido una industrialización feliz. ¿Y cuáles son los subdesarrollados? Aquí es donde se coloca a la región de América Latina establecida por la CEPAL, como subdesarrollada y de origen colonial. Hasta ese momento se decía que la América española había sido feudal. Pero Sergio Bagú,un historiador y sociólogo argentino que vivió en México, elaboró la tesis de que la América española tuvo un sistema de capitalismo colonial, y escribió libros con títulos como Economía de la sociedad colonial (1949), Estructura social de la colonia (1952), que luego se repiten en muchos otros autores, y es evidente que esta es una forma sutil de leyenda negra. Porque envía el mensaje de que el momento que toma cuerpo la civilización española o hispanoindia en América es el mismo en que se inserta en el mundo como región colonial, subdesarrollada, dependiente, periférica. ¿Y de quién es la responsabilidad histórica? Una vez más, de España. La gente lee esto y dice: “Ah, entonces estábamos mejor antes de 1492”. Cuando en 1967, Eduardo Galeano se inspira para empezar a escribir Las Venas Abiertas de América Latina (1971) ¿Con qué literatura cree que se encuentra? Con Sergio Bagú, con el brasileño Celso Furtado (1920-2004), que es el otro gran economista que con Raúl Prebisch contribuye al desarrollo de la CEPAL; con Paul Alexandre Baran (1911-1964), estadounidense de origen ruso que vivió en la URSS y escribió La economía política del subdesarrollo (1952); Galeano cita mucho a André Gunder Frank (1929-2005), economista y sociólogo alemán que para 1967 había escrito Capitalismo y subdesarrollo en América Latina, y dos años más tarde, Latinoamérica: subdesarrollo o revolución; de estos autores toma el dato de que en las minas de plata de Potosí murieron trabajando 8 millones de trabajadores indígenas, cuando esa era toda la población indígena de la zona en ese momento; o que se podría construir tres veces un puente de plata -o de cadáveres, varía la versión- entre América y España por el supuesto costo humano de la minería en América del Sur. No son ideas que se queden en teorías, sino que inspiran el marco de acción de los movimientos sociales que se organizan en la actualidad, por ejemplo, en el Foro Mundial, al cual pertenece el Foro de San Pablo. En los años 1960 estaban en auge las corrientes estructuralistas, desarrollistas, de teoría de la dependencia, neomarxistas, y los muy estudiados planes de la CEPAL, pero nada de esto nos salvó de la crisis económica, social y política de los años 1970. El problema era, como señalaron otros autores, por fuera del ámbito de influencia de la CEPAL, como Arturo Jauretche (¿Hay un plan? Respuesta al plan de Raúl Prebisch, 1955; Política Nacional y Revisionismo Histórico, 1959) la balcanización funcional al desarrollo hacia afuera. La industrialización en cada país, por separado, choca con los límites del mercado, recursos, y capacidad de innovación técnica de países que han crecido unos de espaldas a otros. Como decía Jorge Abelardo Ramos: “No estamos divididos porque somos subdesarrollados; somos subdesarrollados porque estamos divididos”.
La profundización de las crisis en los años 1970 sirvió para cuestionar a los desarrollistas y darle vía libre a corrientes más radicales, como las revolucionarias y el neoliberalismo. En el año 1971 se agotó el modelo de Bretton Woods y el presidente Nixon estableció que el dólar ya no tendría respaldo en oro, sino en petróleo. Esto hizo que la política exterior de EEUU se orientara al Medio Oriente, con todas las consecuencias que tiene hasta el día de hoy. Mientras tanto, en la región de América Latina, los gobiernos eran incapaces de enfrentar todo tipo de eventos económicos: estancamiento, hiperinflación, desabastecimiento, especulación, etc, que alimentaban la polarización ideológica y la violencia política. Los militares, acostumbrados a intervenir en la política desde las independencias, llenaron el mapa de gobiernos civil militares, surgidos como una manera de atajar la caída al precipicio. Esos gobiernos, en mayor o menor medida, adhirieron a las ideas de Milton Friedman, de la escuela de los economistas neoliberales de Chicago. ¿Por qué es importante esto? Porque en el discurso de muchos neoliberales apareció una nueva versión de la leyenda negra. La idea de que España es el antecedente de “los pesados Estados populistas latinoamericanos que ahogan la iniciativa de los emprendedores”. Y el responsable final de esto es Felipe II, el Estado español con sus frondosas Leyes de Indias. Es increíble la capacidad de reinventarse que tiene la leyenda negra para hacerse eterna.
ELG… ¿Crees posible la reunificación de lo que fue la Hispanidad? ¿Qué ventajas obtendríamos de llegar a un entendimiento común?
MN… Es una urgencia. Ya no es una utopía o un ideal romántico panhispanista. En la pregunta anterior, trato de explicar los motivos por los cuales, desde 1941, fuimos quedando marginados de la geopolítica contemporánea. Por un lado porque teníamos las manos atadas, por otro lado porque estábamos bajo la influencia de otras civilizaciones, y por el desprestigio que sufrió la idea de Hispanidad, asociada con diversas formas de fascismo, siendo el fascismo el gran derrotado de la II Guerra Mundial. Para lograr la reunificación hay que ser críticos con este proceso de progresiva marginación. No podemos seguir a pies juntillas las teorías de la CEPAL, que creó y difundió la idea de una región periférica y subdesarrollada llamada América Latina y el Caribe. No quiere decir que tengamos que ser los adversarios de la CEPAL, solamente mirarla con el ojo crítico y la cabeza inteligente. Para poner un ejemplo diferente, hoy la CELAC es la Comunidad de Estados Latinoamericanos y Caribeños, surgida en 2010 en México. La forman 33 Estados, pero resulta que de esos 33, solo 18 son hispanohablantes, en 12 la lengua oficial es el inglés, y en los otros dos, el francés y el neerlandés. Esos países, además, forman parte de las monarquías británica y holandesa. No vamos a enfrentarnos a la CEPAL, pero hay que trabajar para unir a los que de verdad están desunidos, que son los países hispanohablantes. La realidad de los países hispanoamericanos es diferente. No forman parte de ningún bloque global, como es en el Caribe la monarquía británica, no están, como Brasil, unidos en América del Sur e integrados al bloque de los BRICS (Brasil, Rusia, India, China, Sudáfrica); están divididos; no están unidos en América Central, a las puertas de EEUU, que es decir la Anglósfera, el mayor bloque mundial. Siempre estamos divididos donde sería estratégico que estuviéramos unidos. Por otro lado, la mayor parte de España es peninsular, pero sería un error decir que España es la Península, entre Marruecos y Reino Unido/Francia; también es África, no hace mucho fue Asia y Oceanía; hay comunidades hispanohablantes, como Ceuta, Melilla, y, por supuesto, las islas Canarias, que forman parte de España, y hasta hace una generación, Guinea ecuatorial y el Sahara. La Hispanidad no es exclusivamente americana, como tampoco europea. No nos basta una CELAC. La Hispanidad trasciende eso que la ONU llama América Latina, Europa, África y Asia Pacífico, donde encontramos a Filipinas y Guam. Tenemos que ser capaces de discutir los criterios con los cuales se reorganizó el mundo en 1945.
Lo siguiente es que tenemos que ser capaces de vernos en el mapa. La Hispanidad tiene que convertirse en una noción académica de geógrafos, historiadores, economistas y geopolíticos, en lugar de, o junto a, América Latina tal como se la entiende ahora. De América Latina, nombre de origen hispanoamericano, creado para diferenciar la América que hablaba español de la que hablaba inglés -porque en el poema de José María Torres Caicedo, de 1856, donde aparece por primera vez, se habla de México, pero no de Brasil-, los académicos de la posguerra derivaron Latinoamérica, que es el nombre que dan a su zona de influencia en América, los EEUU. Y ahora nos están llamando Latam. ¿Se imagina? Yo vivo en Latam ¿Seré latamita? Entonces, hay que discutir estas cosas desde el punto de vista académico. Cada uno de los nombres utilizados supone una geopolítica. En mi libro, yo propongo recuperar el nombre Nuestra América, utilizado entre los años 1600 y 1800 para destacar tanto lo indio, mestizo, y criollo, como español. De hecho el primer texto escrito conocido donde aparece esta expresión tiene por tema el agasajo con que Cartagena de Indias -la que tantas veces repelió el ataque pirata- recibe a los que vienen de España; la usan los ministros de la monarquía para denunciar la presencia de Rusia en el siglo XVIII; la usa el virrey de Buenos Aires, Santiago Liniers, en su arenga a españoles y criollos para defenderla de la invasión inglesa, en 1806-1807: “nuestra feliz América”, igual que Sor Juana Inés de la Cruz escribía “nuestra próspera América”.
Pero en fin, ponernos en el mapa, supone, no solo difusión de la idea en las redes sociales y los medios de comunicación. Esto es lo que en otra época hubiera sido “estar en la calle”. Hay que llevar el asunto al terreno académico. Es mi propuesta, como candidata del PGH. Las tesis de 1945 ya están anquilosadas. A los investigadores de posguerra les gusta estudiar América Latina como una región. Los geógrafos llaman región a un espacio transformado por la sociedad que lo habita, y de esa manera, lo crea, a lo largo de un tiempo. ¿Y qué otra cosa es la Hispanidad? A los antropólogos les gusta decir que un área cultural es un espacio con rasgos culturales comunes. Investigan hasta dónde va la etnia tal, hasta dónde va la etnia cuál. ¿Y qué es la Hispanidad? Hay que quitarle su dramatismo ideológico al término, llevarlo al terreno de las Ciencias Sociales y abrir una discusión. Más de uno va a darse cuenta de que el mundo está siendo visto con unas categorías que son unas anteojeras. El mismo debate académico hará que la idea empiece a aparecer primero en los manuales universitarios, y después en los escolares. Que no la usen solamente los grupos hispanistas. En este sentido, la iniciativa y plataforma civil Parlamento Global Hispano, que es ideológicamente neutra, es un buen ámbito porque su objetivo es promover propuestas y proyectos concretos de candidatos. Organizar, promover y coordinar esta clase de debates, es una propuesta concreta. Hay muchas otras que apuntan a necesidades específicas en terrenos bien concretos de la actividad social. Propuestas y proyectos que abran las puertas de nuevos trabajos en redes y sinergias que vayan reconstruyendo nuestro tejido comunitario. Es importante ir difuminando, en nuestra mente, las fronteras.
Una vez que la Hispanidad esté en el mapa, las personas podrán empezar a ver el mundo y a verse a sí mismas de otra manera. La idea de “lo nuestro” va a modificarse radicalmente. Nuestra Hispanidad tendrá, para cada uno, una extensión física y cultural increíble. Sería “nuestro”, y por lo tanto “mío”, de cada uno, un gigantesco patrimonio material e inmaterial. Las personas se sentirían más alentadas a desarrollar un proyecto personal de vida. Imaginemos lo que sentirían los niños, los jóvenes, sabiendo que, como dijo un diputado colombiano, “es la diferencia entre estar desocupado y participar en una misión a Marte”. De pronto medio planeta, el mundo y más allá, es suyo. Se formaría, en cada país, una fuerte corriente de opinión que presionará a los gobiernos a dejar de lado su egoísmo, sus roces internos gratuitos e improductivos. La gente pediría propuestas y proyectos concretos; la misma gente sabría cómo organizarse para pedir y proponer proyectos con las herramientas que está creando la iniciativa Parlamento Global Hispano, que son geniales. Esperemos a que se forme el PGH después de las elecciones que tendrán lugar próximamente para poder apreciar qué proyectos van presentando nuestros candidatos, y podré decirle cómo sigue esta historia.
ELG ¿Qué es “nostramericanos”, lexema que aparece en el título de tu libro?
MN Más arriba señalaba la trascendencia histórica que tuvo la expresión poética nuestra América, con minúscula, que andando el tiempo se transformó en nombre, Nuestra América, con mayúscula. José Martí lo resignifica, le da un matiz conceptual, porque como decía Arturo Ardao, para Martí, Nuestra América era Nuestra América Latina. Nosotros también podemos resignificar un nombre que viene de lejos. En mi libro digo que “nuestro” no solamente es propiedad o posesión, sino apropiación afectiva; apropiación en el mejor sentido del término, que no es el de robar algo sino sentirse parte de algo. ¿Usted se siente parte de la América española? ¿La ve con los ojos de quien está en su patria sin importar bajo qué sol nació, como decía en los años 1600, el español americano Hernández Camargo? (Sobre todo porque había conciencia de formar parte de una monarquía donde nunca se ponía el sol) ¿Un lugar le trae reminiscencias de otro? ¿Siente como si toda su vida hubiese pasado ahí? ¿Eso le ocurre a usted en nuestra querida América? Entonces usted es un nuestramericano. Así como hay una España nuestra, una expresión poética también muy usada. Este gentilicio es un neologismo propio para indicar la idea. Tiene mucho que ver con la manera única que tiene el idioma español para formar el pronombre nosotros, que parece ser una combinación de “nos” y “otros”. En francés sería nous, en italiano sería noi, entonces, ¿por qué el español añade “otros”? ¿Cuáles son las fronteras del “nosotros”? Es un dato interesante, más allá de la explicación que tenga. Es un idioma hablado por gente que siente que su patria puede estar en un lugar diferente del que nació. Qué bonito, porque sin esto no habría Hispanidad. En ciudades como Cartagena de Indias y Sevilla se lo toman muy a pecho. En la Hispanidad nunca se pone el sol, así que, poco importa bajo qué sol naciste, tu patria puede estar en muchos lugares a la vez.
Lo español peninsular, que es inseparable de lo africano isleño y continental, también es inseparable de lo indiano de Asia, América y Oceanía, y todos los mestizajes posibles. Esta cualidad de ser inseparable se forjó con el tiempo. Por esto en el capítulo sobre las “tecnologías nuestramericanas”, le dedico un espacio a las experiencias de contacto, empatía y resiliencia. En el siglo XVI hubo una transculturación impresionante. Los antropólogos usan este término para indicar dos culturas que toman cada una de la otra los valores que le resultan más interesantes, en un plano de igualdad. Es diferente de la aculturación, que se produce cuando un grupo le impone a otro su cultura. Pero las maneras predominantes de comprender lo humano y el cosmos hacían que esa no solamente no fuera la idea, sino que ni siquiera fuese necesaria. ¿Para qué le quiero imponer a usted algo que ya sabe? Este es el enfoque de San Justino. Si los seres humanos descienden de Adán y Eva, creados por Dios, más allá de su pecado original, también son proclives a buscar el bien por igual. El predicador siembra en unas almas donde el Verbo puede florecer y fructificar. Si no, ¿qué sentido tendría evangelizar? ¿Los misioneros dejaban sus patrias, sus familias y sus bienes, se exponían a martirios atroces, y todo para imponer una cultura contra las motivaciones e intereses de amplios grupos humanos, para colonizar y sojuzgar?¿Por qué la mayor parte de los católicos están en América si esto fue así? Deberían estar en Europa. Pero la evangelización no promovió la aculturación sino la transculturación. Los pueblos no “resisten” la cultura católica. No mienten ni se esconden. Toman de ella lo que juzgan bueno, y lo hacen con mucha sinceridad y sentimiento. En ese contexto, los españoles empezaron a valorar las cualidades de los indios -que podía ser su valentía en la guerra, como los araucanos, rivales de los Incas-, y los indios empezaron a valorar a los españoles, por ejemplo, a Hernán Cortés como un gran capitán. Es entonces cuando se empiezan a construir tesis eruditas -respaldadas en un millón de citas, a la usanza de la época- donde los españoles dicen tener un antepasado común con los indios, posterior al diluvio, como Héspero, Hispán y Tubal, y los indios, un antepasado común con los españoles, como el pueblo huari huiracocha runa, mencionado por Guaman Poma como “españoles” originarios, que existió, es una cultura arqueológica. No importa hasta qué punto daban en el clavo o no. Suele llamarse a estas tesis “fantásticas”, y no se las estudia. Pero yo las estudio, porque en esa fantasía hay un deseo de encuentro profundo con el otro. Y ahí es donde lo español empieza a transformarse en hispanoamericano, en nuestramericano, cuando empieza a cocinar la tortilla de papas, pero también cuando empieza a sentir que tiene algo profundo en común con el indio, anterior incluso al mestizaje, y cuando el indio empieza a sentir que tiene algo lejano, profundo, con el español, que no pasa solamente por tomar palabras o cosas prestadas, sino que es esa sensación de Guaman Poma de que los españoles ya estuvieron en América, tanto, que son originarios de ella, y antepasados de los indios.
ELG En el subtítulo de su libro mencionas la V Revolución [industrial]. ¿A qué se refiere usted?
MN Es un proyecto. Hay una primera revolución industrial inglesa, a través de la aplicación sistemática de técnicas, algunas de las cuales, como la máquina de vapor de uso industrial, había sido inventada cien años antes por un español; luego hay una segunda revolución industrial, la de la luz eléctrica, los medios de transporte, las comunicaciones y la química industrial, en la cual ya participan EEUU, Europa Occidental y Japón, y más tarde se va extendiendo a otros países, lo que se llama “el despegue”. Cada una dura unos cien años hasta que el tiempo tecnológico se acelera, y tenemos una tercera revolución industrial, de la energía atómica, los viajes espaciales, la comunicación de masas, por radio y televisión. A partir de los años 1970, tiene lugar la revolución informática, robótica, biotecnológica. La quinta revolución industrial nos viene ya empaquetada como si se tratara de un producto que tenemos que comprar. Por eso es importante comprender quiénes somos y de qué civilización y geopolítica formamos parte. Porque este proyecto necesita ser reelaborado y adecuado a nuestra cultura. Se supone que hubo otras cuatro revoluciones industriales que nos perdimos, pero siempre es importante darse cuenta de que todas ellas fueron proyectos que reflejan una manera de ser y de existir, de organizarse social y económicamente, que no necesariamente es la nuestra. Es nuestra hasta cierto punto y más allá, tenemos que ser críticos. Los manuales dedican muchísimo espacio a estas revoluciones, que surgen en la Anglósfera, considerada centro del mundo, y poquísimo espacio a lo que nosotros dimos al mundo, por considerarnos “periferia”. Es la tesis de que el mundo funciona según una dinámica “centro periferia”, de Wallerstein. Y los desarrollistas, como ya vimos. Según ellos hay un modelo de desarrollo válido y un camino al desarrollo. Que es el de los “países centro”. Su manera de presentar la historia industrial es que hay unas fuerzas arrasadoras que nos impulsan a dejar o tomar el tren. Pero nuestro modelo o camino a la industrialización no tiene por qué ser copia de otros, ni bajo la influencia de otros. Tenemos que discutir un modelo propio de revolución industrial. Que mucho tiene que ver con poner a la Hispanidad en el mapa, como decíamos antes. Valorar qué recursos tenemos, dónde, cómo incorporarles tecnología, cómo orientar las cadenas de valores de la globalización en nuestro beneficio, dónde están nuestros grandes mercados, las megalópolis. No somos periferia. Tenemos ritmos, intereses, valores, motivaciones propias. Los filósofos de la Historia hablan de ser “sujeto” o ser “objeto” de la historia. Los primeros son capaces de influir en el curso de los acontecimientos históricos, de hacer historia; los segundos se limitan a sufrir las consecuencias de esas transformaciones, sufrirlas para bien o para mal y como mucho se alegran o quejan, pero no comprenden la historia como para influir sobre ella. Tenemos que ser sujetos de la historia, influir sobre nuestros gobiernos en la dirección que nos beneficie como personas y como pueblos.
La V Revolución industrial y tecnológica que se está planeando en los “países centrales” -de donde algunos suponen que vienen los cambios históricos, exclusivamente, y no es que vengan los cambios sino que hay condiciones para que se produzcan los cambios, que es otra cosa-, sería una nueva revolución tecnológica después del “Gran Reinicio” de la IV Revolución industrial y tecnológica -según Klaus Schwab-, que no es otra cosa que el reinicio después de la pandemia. Cuando la computadora o el celular están lentos o tienen una falla, usted los reinicia, y esto es algo así. No es una teoría conspirativa. Estoy citando a sus ideólogos. Para lograr consenso -ya vimos cómo esto de conseguir consenso internacional, en las esferas anglosajonas, se remonta, como mínimo, a 1940- se reunieron dos grandes Foros Económicos Mundiales en 2021, el de Davos y el de Singapur.
La V Revolución industrial y tecnológica se propone el objetivo de que miles de millones de personas -no toda la humanidad, porque la globalización es desigual y hay personas que nunca han visto un teléfono- estén conectadas entre sí, con empresas y Estados, a través de dispositivos móviles, de manera de formar algo parecido a un gran sistema neuronal, porque las imágenes del proyecto están tomadas de la naturaleza. La dinámica de alguna plaga también puede ser considerada como un modelo “inteligente” para esto. Otro punto del proyecto es, que tras la integración de los sistemas robótico e informático -que hace posibles los artefactos “inteligentes” o que operan por sí mismos-, y, antes de 2029 -porque los planes son con fecha-, los ordenadores serán capaces de funciones que podrán imitar el cerebro humano; y para 2040, podrán mejorarse a sí mismos. La economía ya no será solamente terrestre, sino espacial. Hasta el turismo podría ser espacial. En fin, es importante conocer el proyecto, para saber qué están haciendo con nosotros, adquirir las herramientas para encauzar en nuestro beneficio. Hoy las compañías trasnacionales y los organismos internacionales han superado por completo las fronteras ¿Podrá hacerlo una plataforma virtual como la que está creando la iniciativa Parlamento Global Hispano, en beneficio de la Hispanidad? Sería una manera de apropiarnos de una parte de la V Revolución industrial y tecnológica, para superar las distorsiones históricas que nos provocaron las anteriores.
Muchísimas gracias, Mónica por acceder a esta entrevista.
Ha sido un placer, y un honor.
*profesora uruguaya, especializada en Historia Iberoamericana y escritora. Es candidata al Parlamento Global Hispana
Fuente: elcorreodeesoana.com