En 1979 el ayatolah Jomeini convirtió a Irán en un Estado islámico de influencia mundial
Bajo la conducción de Jomeini el país cambió drásticamente sus políticas, estableció un parlamento en el que se reservaron escaños para cristianos, judíos y zoroastrianos.
Por Fernando del Corro
El primero de febrero de 1979, 40 años atrás, después de 15 años de exilio pasados entre Turquía, Irak y Francia, regresó a su patria, Irán, y con ello cambió abruptamente su futuro con una fuerte repercusión a nivel mundial, el ayatolah Sayyid Ruhollah Müsavi Jomeini, líder de la revolución de ese país, iniciada en 1977, que terminó con los 25 siglos de monarquías desde la fundación del imperio persa por Ciro.
Su enorme autoridad moral y cultural le había permitido desde su exilio francés impulsar el proceso revolucionario que obligó a huir del país al sha Mohamed Rezha Pahlavi, de gran popularidad mundial a raíz de su casamiento con la bellísima princesa Soraya Esfandiary Bakhtian a la que terminó repudiando a raíz de la esterilidad de la misma.
Ruhollah, en persa significa “el espíritu de Alá”. Tras la huida del emperador regresó a Irán pero no asumió cargos políticos sino que se convirtió en el “líder supremo” de un estado religioso que pronto generó importantes cambios sociales.
Ya el sha había intentado, en 1963, la fracasada “Revolución Blanca” que no solamente pretendía acotar la importancia de la religión sino que impulsaba profundos cambios económicos, como la privatización de las empresas públicas, siguiendo los consejos del académico estadounidense Samuel Huntington, autor de la obra “El choque de civilizaciones” y que fuera rechazada por sectores del poder económico.
Irán contaba por entonces con una fuerte alianza con los gobiernos de los Estados Unidos de América e Israel y era uno de los pocos países productores de petróleo que no había establecido el embargo contra países occidentales a raíz del apoyo dado por los mismos a Israel en la llamada Guerra del Ion Kipur contra Egipto y Siria en 1971.
El nombre de Irán, etimológicamente “el país de los arios”, le había sido dado en 1935 por el Rezha Sha Pahlavi, el antecesor del depuesto en 1979, en reemplazo del tradicional de Persia, y así se difundió aunque en 1959, Muhammad estableciera que ambas denominaciones eran correctas.
Bajo la conducción de Jomeini el país cambió drásticamente sus políticas, estableció un parlamento en el que se reservaron escaños para cristianos, judíos y zoroastrianos y en el que participan mujeres; se buscó un proceso de unidad islámica entre los chiitas, de amplia mayoría en Irán, y los sunitas que predominan en otros países y se encararon cambios productivos, pero el país tuvo que soportar ocho años de guerra con Irak (1980-1988) tras la invasión de este último país encabezado por Saddam Hussein.
Ya, a poco de hacerse cargo, a partir del 6 de noviembre de 1979, hacen hoy 43 años, había mantenido un fuerte conflicto con los EUA cuando partidarios suyos ocuparon la embajada de ese país en Teherán y mantuvieron con rehenes a 66 diplomáticos durante 444 días.
Con 1.648.195 kilómetros cuadrados de superficie, el decimonoveno más extenso del mundo, superada la guerra con Irak, poco antes del fallecimiento de Jomeini el 3 de junio de 1989, y ya bajo la conducción de Alí Khamenei como líder supremo, Irán retomó un proceso de crecimiento mediante el aprovechamiento de sus enormes recursos naturales siendo el cuarto productor y el decimosexto exportador mundial de petróleo y el tercer productor y el decimoctavo productor de gas natural, con un producto interno bruto por poder de compra (PIB-PPP) de 1,64 billones de dólares estadounidenses, la decimosexta economía del planeta.
Más allá del propio Irán, Jomeini, filósofo y poeta con una cuarentena de libros escritos, formado básicamente por dos importantes pensadoras, expulsado en 1964 por oponerse a la inmunidad otorgada a los militares estadounidenses para operar en el país.
Hombre del año en 1979 para la revista “Time”, es considerado como el campeón del renacimiento islámico producido en las últimas décadas aunque sus ideas de cambios sociales y políticos puedan resultar chocantes en Occidente cuyas “democracias” fueron calificadas por él como prostituidas, según lo recordara “The New York Times”, con un pensamiento más próximo a la concepción griega de la “cleptocracia”, el “gobierno de los ladrones”. Los funerales de Jomeini convocaron a multitudes de iraníes y tuvo repercusión en todo el Medio Oriente.