Magnasco: una espína para la oligarquía

Ministro de Justicia e Instrucción Pública de Roca, difamado por el diario La Nación y enemigo de Mitre, la figura de Osvaldo Magnasco fue convenientemente borrada de la Historia oficial.

Por J.A. Ramos

Era hijo de un marino mercante de origen italiano radicado en Entre Ríos; si el padre, como cumplía a un garibaldino era mitrista, el hijo, ya argentino, educado en un colegio de Concepción del Uruguay, por cuyas aulas habían pasado Roca, Andrade, Fray Mocho y tantos otros sería roquista. Una gran sombra vela la posteridad de Magnasco; hay que explicar este silencio, y terminar con él. Magnasco habíase vinculado desde muy joven (nació en 1864) al partido Autonomista Nacional, como casi todos los provincianos pobres. Bajó a Buenos Aires con su apostura no exenta de cierta grandilocuencia, bien plantado y seguro de su valía, dispuesto a ocupar su lugar en la altiva ciudad porteña Integró el círculo político del juarismo en auge, pero no se encadenó a la adulación organizada y ciega.

Si participó del banquete de los «incondicionales», en vísperas del 90, siempre actuó con plena independencia en la Cámara donde adquirió fama de un hombre que supo conservar el sentido del interés nacional en el torbellino áureo 90. Sabía bien su latín, y nadie pudo asombrarse de su versación jurista y humanista; pero concentró la atención general cuando formuló un certero ataque a las tropelías del capital ferroviario británico, considerado en esos momentos la varita Mágica del progreso argentino. En un trabajo sobre Magnasco, Julio Irazusta transcribe algunos fragmentos del discurso pronunciado por Magnasco en la Cámara de Diputados con respecto al tema antes aludido. Miembro de la Comisión Investigadora de los Ferrocarriles Garantidos, este «incondicional» diría sobre el capital británico, palabras que no han perdido actualidad:

¿han cumplido las compañías privadas los nobles propósitos que presidieron estas concesiones de ferrocarril, tan prodigiosas en estos últimos años? El espíritu civilizador, que animó las disposiciones legislativas, ¿Ha sido satisfecho por las empresas? ¿Han servido como los elementos de un progreso legítimamente esperado, o por el contrario, han sido obstáculos, obstáculos serios, para el desarrollo de nuestra producción, para la variedad de
nuestras industrias y para el desenvolvimiento del comercio? Mejor sería, señor que no contestase tales preguntas, porque aquí están
los representantes de todas las provincias argentinas, que experimentalmente han podido verificar con los propios ojos, el cúmulo de pérdidas, de reclamos de dificultades y de abusos producidos por esto que en nuestra candorosa experiencia creímos factores seguros del bienestar general…

Ahí están las provincias de Cuyo, por ejemplo, víctimas de tarifas restrictivas, de fletes imposibles, de imposiciones insolentes, de irritantes exacciones, porque el monto de esos fletes es mucho mayor que el valor de sus vinos, de sus pastos y de sus carnes, Ahí están Jujuy y Mendoza, sobre todo la primera, empeñada desde hace 12 años en la tentativa de la explotación de una de sus fuentes más ricas de producción: sus petróleos naturales. Pero no bien llega a oídos de la empresa la exportación de una pequeña partida a Buenos Aires o a cualquier otro punto, inmediatamente se alza la tarifa, y se alza como un espectro, y se alza tanto, que el desfallecimiento tiene que invadir el corazón del industrial más emprendedor y más fuerte. Ahí están Tucumán, Salta y Santiago, especialmente Tucumán, lidiando por sus azúcares, por sus alcoholes y por sus tabacos, con una vitalidad que, a no haber sido extraordinaria, habríamos tenido que lamentar la muerte de las mejores industrias de la República, porque habrían sucumbido bajo la mano de hierro de estos israelitas de nuevo cuño…

Magnasco agregaba en ese discurso memorable e inédito que el Ferrocarril del Este Argentino costó menos de la suma que percibió la compañía inglesa en concepto de garantía; que un ferrocarril mantenía en Londres un Directorio con un presupuesto anual de $ 124.000 pesos oro mientras que el directorio local sólo costaba $ 27.000 oro al año; que las diferencias de remuneración entre los empleados ingleses y argentinos eran enormes: un jefe de almacenes extranjero ganaba $ 505 pesos oro, y su segundo, que era el que trabajaba sólo $20 pesos oro. Añadía que la política ferroviaria británica saboteaba la producción argentina en todos sus rubros: azúcar, cereales, ganado del interior y petróleo. En esa época se ensayó el empleo de petróleo argentino en las locomotoras y dio excelentes resultados y rendimientos; pero las empresas británicas, dice Magnasco, interesadas en la importación de carbón, sabotearon el petróleo argentino. «Una de ellas consumía leña y revendía el carbón importado con exenciones impositivas».

 De este género de «incondicionales» del juarismo poco han dicho el cipayaje mitrista y los radicales habladores de todas las épocas, usufructuarios históricos del 90. Pero esto no es todo. Cuando se debatía en la Cámara, en 1892, durante el gobierno del Dr. Luis Sáenz Peña circunstancialmente dominado por los mitristas, entre ellos Quintana, una intervención en Santiago del Estero, se escuchó la voz de Magnasco:

Porque lo que se está perfilando y me temo mucho que suceda, es que los hombres arrastrados, señor presidente, por corrientes históricas conocidas, me temo –Dios quiera que me equivoque– levanten de nuevo aquella vieja tendencia de otros tiempos que tantos dolores nos cuestan: del gobierno de Buenos Aires sobre el gobierno de las 14 provincias… El Poder Ejecutivo, el gabinete, no es solamente un ejecutivo y un gabinete reclutado en Buenos Aires, casi exclusivamente en Buenos Aires, sino un ejecutivo y un gabinete de barrio.

 ¡Un ex «incondicional», un adversario del capital británico y para colmo, un enemigo del mitrismo localista! ¡Cuánto puede aprenderse de la significación histórica del roquismo a la luz del destino corrido por uno de sus voceros más notables! Magnasco ha sido borrado de la nomenclatura política del país en mérito a dichos antecedentes.

Precisamente porque la burguesía comercial porteña, con su gran vocero «La Nación», ha hecho un matrimonio morganático con los ganaderos bonaerenses, fusionando así definitivamente los elementos de la oligarquía, es que Magnasco, como tantos otros, es un desconocido para las nuevas generaciones argentinas. Sería injusto atribuir a ese hecho un designio puramente personal: el mitrismo ha sido glorificado como una necesidad de clase, y sus adversarios no asimilados a la oligarquía fueron reducidos a la oscuridad.

 Pero faltaría a la personalidad de Magnasco un rasgo esencial para comprenderla en su totalidad: su proyecto de reforma de la enseñanza, que fue al mismo tiempo la razón de su eclipse político. Entramos aquí a la consideración de uno de los fenómenos más reveladores del roquismo en el cuadro de la historia argentina: el primer intento de transformar desde la raíz el sistema universalista, verbal y enciclopédico de nuestra enseñanza, pertenece a Magnasco, ministro de Instrucción Pública de Roca.

Fuente: Revolución y Contrarrevolución en Argentina: Del Patriciado a la Oligarquía.

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