Las Indias del Sur: Un análisis del imperialismo británico en el Río de la Plata

Por Eugenio Arditi Ramos

Introducción

El objetivo de este trabajo es analizar cómo afectaron los intereses diplomáticos y comerciales británicos a las Provincias Unidas del Río de la Plata y posteriormente a la Argentina, tanto en el ámbito económico, como en el político y el social.  El análisis se centrará en los pensamientos de dos escritores de izquierda de distintas épocas y en sus visiones particulares en cuanto al tema: Raúl Scalabrini Ortiz y Jorge Abelardo Ramos.  Al no ser contemporáneos y partir de distintas ideologías, se contemplarán las características de la época en la que cada historiador escribe y sus respectivas personas a partir de una serie de textos historiográficos. El fin de esto es comprender qué distintos modos de ver la influencia británica puede aportar cada uno y así, lograr una investigación más profunda con respecto a las acciones del Imperio en el ex Virreinato del Río de la Plata.

Las cuestiones a ser analizadas en este estudio son, en primer lugar, observar si los intereses ingleses tuvieron un papel decisivo en la fragmentación del ex-Virreinato del Río de la Plata en una serie de estados independientes; en segundo lugar, intentar dilucidar con qué objetivo habrían promovido esta fragmentación; en tercer lugar, establecer si la especial relación comercial de Argentina con Gran Bretaña se forjó bajo un control absoluto de nuestra economía por parte de los británicos o no; en cuarto lugar, analizar cómo esta relación incidió en la política de la nación (derrotando a los movimientos políticos nacionalistas o anti-británicos) y, por último, pensar qué papel jugó esta relación comercial en el freno de la industrialización argentina. 

La bibliografía tomada para el proyecto consiste en el libro de Scalabrini Ortiz Política británica en el Río de la Plata[1] y los libros de Jorge Abelardo Ramos Historia de la Nación Latinoamericana[2] y Revolución y contrarrevolución en la Argentina[3]. Para el análisis de estos textos y sus respectivos autores se utilizan los libros Tiempo de Profetas[4] de Martín Ribadero, Historia crítica de la historiografía argentina[5] de Omar Acha e Historia de la Historiografía Argentina[6] de Fernando Devoto y Nora Pagano, junto con una serie de artículos: Ramos en la historia de la izquierda argentina[7] por Ernesto Laclau, Una aproximación historiográfica a la obra de Jorge Abelardo Ramos[8] de Ayelen Fiebelkorn y vida de  Scalabrini Ortiz[9] de Norberto Galasso.

Las partes utilizadas de los libros de Jorge Abelardo Ramos serán: “Los hombres de casaca negra”, del tomo uno de Revolución y contrarrevolución en la Argentina. Las masas y las lanzas y los capítulos “La crisis del Imperio Hispanocriollo”, “La lucha de clases en la independencia” y “Fragmentación en el Plata” (cuatro, cinco y ocho respectivamente) del libro Historia de la Nación Latinoamericana.

Las partes del libro de Scalabrini Ortiz a ser analizadas son “Primeros argumentos de una verdad” y “Líneas generales de la conducta diplomática británica”.

El trabajo tendrá una primera etapa de análisis de los autores que se dividirá en dos (una parte por cada autor), donde se contemplarán los conceptos utilizados por cada uno, sus ejes de análisis, los contextos de producción y el propósito con el cual escriben. El objetivo de esta primera parte del proyecto es comprender el trabajo de ambos autores para luego, en una segunda etapa, poder comparar sus análisis respectivos y evaluar si hay contradicciones o similitudes entre ellos.

Ramos y la izquierda nacional

En la década de 1930 León Trotsky, desde su exilio, intentó formar un movimiento revolucionario que actuara en relación a la Cuarta Internacional y a su célebre “Programa de transición”. Si bien el movimiento trotskista no lograría consolidarse con demasiada fuerza fuera de Europa, en Latinoamérica, mayormente en Chile, Argentina y Paraguay lograron surgir pequeños grupos que apoyaban las directrices de Trotsky. En la Argentina estos grupos tendrían una estructura de “sectas”[10], siendo círculos de algunos pocos intelectuales militantes, sin demasiada participación obrera, donde la personalidad de cada miembro era notable. Tras su breve paso por el anarquismo, e influido por un rechazo al Partido Comunista surgido a raíz de las acciones de los soviéticos en la guerra civil española, Jorge Abelardo Ramos pasaría a formar parte de uno de estos grupos, dirigido en los años cuarenta por Liborio Justo, hijo del ex presidente.

Es en este pequeño grupo donde Ramos comienza a plantearse la “cuestión nacional” y los problemas de atraso en las naciones de la periferia. En este periodo Ramos obtendrá una identidad marxista-leninista que nunca terminará de abandonar y que marcará sus escritos posteriores, distanciando su pensamiento del nacionalismo o latinoamericanismo a secas. En la década de 1940, tras un intento fallido de crear un partido unificado trotskista, Ramos pasó a tener una posición de liderazgo en su propio pequeño grupo de intelectuales militantes.

El fracaso de la creación de un frente único se explica por la muerte del ex líder del Ejército Rojo, que evitó que este llegara a formular un plan de acción con respecto al surgimiento del nacional populismo en América Latina. De esta manera el golpe de estado militar-populista de 1943 afectó tanto a las “sectas trotskistas” como a la izquierda tradicional.

Es en este año que Jorge Abelardo Ramos comienza a ver en las acciones de Perón un carácter revolucionario: como parte de la recién surgida burguesía nacional, su movimiento enfrenta al imperialismo internacional. Como modo de reorganizar su grupo, Ramos decide fundar la revista Octubre, en cuyas publicaciones se apoyaba (no sin cierta desconfianza) a Perón. De acuerdo con Fiebelkorn “tanto ‘Frente Obrero’, dirigida por Aurelio Narvaja, como ‘Octubre’, comandada por Ramos, significaron el surgimiento de la Izquierda Nacional”[11].

En 1945, la derrota del fascismo traía consigo el comienzo de una nueva época llena de oportunidades y peligros. Para Ramos lo que marcaría esa nueva época era el peronismo. Comienza a utilizar un concepto marxista que Trotsky redefinió, este concepto es el de “bonapartismo”. De acuerdo a Trotsky, un líder bonapartista es la figura de un líder carismático que controla la suma del poder estatal. Este líder puede ser plenamente bonapartista si utiliza ese poder para reprimir a los sectores populares y mantener el orden vigente o tomar políticas regresivas. O puede ser un líder semi-bonapartista si colabora con el sector popular de una semi-colonia o una colonia para hacer la reforma agraria (eliminando de la nación los rastros del feudalismo) y para independizar al país del yugo imperialista.

Ramos ve en Perón a este líder semi-bonapartista, a un representante del ejército nacionalista y anti-imperialista que, con sus limitaciones, cumplirá con la tarea de lograr una industrialización acelerada. Según Ramos, esto sucedía debido a que la burguesía nacional era demasiado débil para llevarla a cabo por sí misma. No obstante, Ramos también consideraba que Perón no tenía realmente el apoyo de las masas. Sostenía que el pueblo lo seguía, pero con cierta desconfianza, ya que la izquierda tradicional lo había traicionado.

Ramos comenzará entonces una importante labor editorial en la cual imprimirá textos de autores marxistas, pero se centrará también en construir el concepto de la cuestión nacional argentina. Para esto escribirá una historia que analizará el impacto del imperialismo en toda Latinoamérica y el papel que llevan a cabo las masas como actores claves y revolucionarios en la historia nacional. A la vez, hace críticas al campo de la historia académica tradicional, a la que acusa de servir a los intereses del imperialismo.

Scalabrini Ortiz, “La revolución nacional ante todo”

Raúl Scalabrini Ortiz nació en la ciudad de Corrientes el 14 de febrero de 1898. Durante su juventud se integró a la militancia en un grupo marxista llamado Insurrexit. Sus viajes por todo el país influyeron enormemente en su pensamiento al evitar que su visión fuera exclusivamente porteña.

Con la crisis de 1929 Scalabrini Ortiz empieza a analizar la economía argentina, la cual acababa de sufrir un golpe importante al ver caer los precios de sus productos en el mercado internacional. También se plantea investigar cómo en el llamado “granero del mundo” podía haber hambre.

En esta investigación hizo un inventario de las riquezas argentinas, que lo llevó a la conclusión de que los argentinos en realidad no poseían nada y que todas las riquezas de las que hacía alarde el país eran en la práctica propiedad del Imperio Británico.

Como consecuencia de su participación en la revolución radical de Paso de los Libres, Scalabrini Ortiz es desterrado a Europa en 1933. En Europa refuerza su fuerte sentimiento anti-británico y su visión de los argentinos como esclavos del Imperio.

A la vuelta de su exilio, se lanza decididamente a la lucha contra el imperialismo desde el periódico “Señales” y el grupo FORJA (Fuerza de Orientación Radical de la Joven Argentina).

A través de la escritura y de la investigación Scalabrini Ortiz intenta una ofensiva contra los ferrocarriles británicos, a los que considera la clave de la dominación imperial en la Argentina. Es así como lentamente devela la relación colonia-metrópoli entre Argentina e Inglaterra, que habría comenzado a principios del siglo XIX a través de innumerables herramientas diplomáticas y económicas (muchas de las cuales serán mencionadas luego).

Con el comienzo de la Segunda Guerra Mundial, Scalabrini Ortiz se vuelve una de las figuras más importantes del neutralismo, carácter que lo condena a un boicot constante de la prensa aliadófila. Las ideas de su libro  Historia de los ferrocarriles argentinos lograrán influir en el GOU (Grupo de Oficiales Unidos), que integraba Perón. Notando el carácter nacionalista de este grupo, Ortiz tomará parte en los eventos del 17 de Octubre de 1945 y llegará a conocer a Perón. Si bien le ofrecieron puestos en el gobierno, prefirió seguir planteando sus opiniones, de forma independiente, por fuera del gobierno. Perón no tomó medidas para apoyar la divulgación del pensamiento de Scalabrini Ortiz, a pesar de que muchas consignas peronistas habían sido tomadas del FORJA.

Con la caída de Perón, Scalabrini Ortiz plantea como prioridad la revolución nacional y decide colaborar con Frondizi y Frigerio para lograr una mayor base de apoyo. Pero, en 1958 considera que la victoria de Frondizi es sólo una llegada al poder condicionada y, por lo tanto, comienza a plantear críticas al gobierno. Poco después corta relaciones con el nuevo gobierno y escribe un artículo llamado “Aplicar al petróleo la experiencia ferroviaria” en el cual critica los contratos petrolíferos pactados entre el Estado y la banca Loeb.

Nacionalismo

En el capítulo “Los hombres de casaca negra” de Revolución y Contrarrevolución en la Argentina, Jorge Abelardo Ramos señala a las masas como actores clave en la revolución nacional. Aunque el capítulo trabaja la década de 1820, cuando la nación aún no estaba conformada, Ramos encuentra una posición de nacionalismo en los caudillos populares de las provincias mediterráneas y en algunos casos del litoral. Estos caudillos populares son presentados como personajes latinoamericanistas que buscaban defender el bienestar de sus respectivas provincias, pero también el de sus hermanos en el resto de la América hispánica. En el capítulo se resta importancia a la enemistad entre unitarios y federales y se pone en el centro el conflicto entre los caudillos de las provincias mediterráneas y litorales opuesto a los intereses de la provincia de Buenos Aires y sus clases dominantes.

De acuerdo a Ramos, los grupos dominantes de la provincia de Buenos Aires tenían poco interés en lo que pasaba fuera de su propio territorio. Para justificar este punto da el ejemplo de la Banda Oriental, ocupada desde 1817. Ramos explica que las clases dominantes de la ciudad puerto no estaban interesadas en liberarla y por tanto evitaron enviar al general San Martín, que los esperaba para enfrentarse a las fuerzas realistas, aún no expulsadas del continente. A la ciudad-metrópoli solo interesaba evitar compartir las rentas del puerto y, también, estrechar lazos económicos con el Imperio Británico.

Estos intereses porteños serán reconocidos como la causa del conflicto entre bonaerenses y el resto de la Confederación,  ya que las rentas del puerto eran necesarias para que las provincias mediterráneas, que no poseían recursos exportables, pudieran construir industrias que las ayudaran a subsistir. Asimismo, cualquier intento de industria rudimentaria que se lograra desarrollar sin las rentas del puerto era destruida por la penetración británica de la economía.

De acuerdo al autor, los porteños intentarán evitar cualquier unidad nacional, sobre todo una que consolidara una confederación sin Buenos Aires a la cabeza. Si las provincias del interior lograban constituir una nación bajo sus propios términos, podrían federalizar la ciudad-puerto y, por lo tanto, obligarla a compartir las rentas, que eran patrimonio de la nación.

Ramos plantea que una unidad nacional y una igualdad entre las provincias y Buenos Aires hubieran perjudicado gravemente los intereses de la oligarquía porteña en su política antinacional.

Los intereses de esta burguesía comercial porteña eran representados por Bernardino Rivadavia, ministro del gobernador de la provincia de Buenos Aires, Martín Rodríguez. La primera acción política de Rivadavia que, según el autor, da cuenta de su oposición a la organización nacional, es el sabotaje al Congreso Constituyente de Córdoba de 1821. Este Congreso  tenía como objetivo implementar la organización y unificación de la república. Se trataba de un requisito fundamental para  que el ejército de San Martín pudiera conservar al Alto Perú dentro de las fronteras de las Provincias Unidas, territorio abandonado por Rivadavia intencionalmente.

Con los ejércitos realistas lejos de la ciudad-puerto y los intereses británicos en su apogeo en el cuero y en la carne, Rivadavia será el hombre ideal para encargarse de desarrollar la prosperidad de Buenos Aires, aislada de las provincias.

El siguiente paso de Rivadavia es la promulgación de la ley de enfiteusis, con la cual daba al Estado el dominio de la tierra no escriturada. Estas tierras estaban originalmente ocupadas por gauchos, comunidades indígenas y labradores que las trabajaban sin poseerlas legalmente. Rivadavia declaraba que el objetivo de esta ley era la colonización de las tierras para comenzar el desarrollo de un régimen agrario burgués, pero ese objetivo, según el autor, no se vería cumplido.

En este punto Ramos cita a Raúl Scalabrini Ortiz: De acuerdo a ambos autores, la tierra fue inmovilizada con el fin concreto de servir como garantía para el primer empréstito contraído por la Argentina con la compañía inglesa Baring Brothers, cuyas características veremos luego.

Imperialismo

Inglaterra pone el ojo en Hispanoamérica

En Historia de la nación latinoamericana Ramos plantea que el nacionalismo de masas del Río de la Plata fue derrotado por el imperialismo británico, derrota que dejará escrita una larga historia de dominación en la que la Argentina quedó posicionada en el orden mundial bajo la categoría de semi-colonia.

Jorge Abelardo Ramos afirma que el interés británico en Latinoamérica surge con el aumento de la producción que conlleva la revolución industrial. El Imperio, según la explicación marxista, comienza a buscar nuevos mercados en donde vender sus manufacturas. A través del comercio con España, los ingleses encuentran esos mercados en las Indias Occidentales, que podían generar más ganancias que la India o Estados Unidos.

En los comienzos, la presencia británica en América era apenas suficiente para contrabandear algunos productos. La emancipación de las colonias, en un principio, no fue un hecho visto sin inquietud por el gobierno británico, que temía, si apoyaba esa emancipación, que se alterara el equilibrio que tan cuidadosamente había construido en Europa. Pero la imposición del sistema continental napoleónico llevó al Imperio a considerar, con mayor seriedad, apoyar la emancipación de las Indias. La aparición de Francisco de Miranda pareció llevarlo en ese sentido, ya que era un momento crítico para el comercio británico. Sin embargo, la invasión francesa en España y el inicio de la campaña peninsular terminó distrayendo a los ingleses de la causa de Miranda.

El interés del Imperio Británico por las Indias se retoma cuando la emancipación ya estaba en marcha. Bajo la dirección de George Canning, ministro de relaciones exteriores inglés, los británicos enviaron tropas hesianas, inglesas e irlandesas a pelear junto al ejército de Simón Bolívar. También mandaron armamento, en apoyo a las causas de la independencia.  Canning, que según Ramos representaba los intereses de las clases burguesas de Liverpool, poco después reconocería a los estados del Río de la Plata, Colombia y México, a pesar de las protestas del gabinete británico y del mismo rey.

A partir de este momento la influencia inglesa se vuelve una constante en Hispanoamérica. No solo enviarían extraoficialmente armas a los ejércitos libertadores, también se ocuparon de contener los intentos de Europa continental de formar una alianza que ayudara a España a recuperar sus colonias. A cambio de estos servicios, los pueblos de América abrían sus puertas al comercio británico y les entregaban beneficios comerciales. A pesar de esta supuesta libertad comercial, los británicos lograron mantener alejados de América Latina los productos del resto de la Europa industrializada y de los Estados Unidos, que desde su condición de país neutral y aislado, también había puesto su ojo en las antiguas colonias españolas.

La excepción, en este juego político, era el Imperio de Brasil. La diferencia de lenguaje por un lado, y la rivalidad entre España y Portugal por el otro, luego de la independencia portuguesa dejaron a Brasil un tanto separado de los demás pueblos de Latinoamérica. No obstante, el poder británico era allí notable. En parte, debido a la histórica alianza entre Portugal y Gran Bretaña, originada en la guerra de independencia, que había sido orquestada también por el gabinete británico. Pero además, el poder británico en Brasil era tan fuerte, según Ramos, a causa de la ayuda de la flota inglesa a la familia real de Portugal en su huida hacia Brasil. Este favor, aparentemente desinteresado, fue oportunamente pagado. Ramos demuestra que Inglaterra firmó un tratado comercial con el Imperio de Brasil que le aseguró poder vender al Imperio de los Braganza las mercancías que no podía colocar en ningún otro mercado.

Una vez que los estados latinoamericanos estuvieron conformados y las fuerzas realistas casi derrotadas, los británicos decidieron comenzar una nueva fase de penetración económica, mercantil y política en el continente.

Comienzo de la dominación británica en el Río de la Plata

En Política británica en el Río de la Plata Scalabrini Ortiz toma la siguiente cita de Lord Liverpool de 1824: “El mayor y favorito objeto de la política británica durante un plazo quizá mayor de cuatro siglos debe ser el de crear y estimular nuestra navegación y el de establecer bases seguras para nuestro poder marítimo”[12]. Continúa con una cita similar de Canning: “La disposición de los nuevos estados americanos es altamente favorable para Inglaterra. Si nosotros sacamos ventaja de esa disposición podremos establecer por medio de nuestra influencia en ellos un eficiente contrapeso contra los poderes combinados de Estados Unidos y Francia, con quienes tarde o temprano tendremos contienda. No dejemos, pues, perder la dorada oportunidad. Puede ser que no dure mucho la ocasión de oponer una poderosa barrera a la de Estados Unidos. Pero si vacilamos en actuar, todos los nuevos estados serán conducidos a concluir que nosotros rechazamos sus amistades mutuas por principio, como un peligroso y revolucionario carácter”[13].

Con estas citas el autor nos ilustra sobre las acciones británicas en el continente demostrando también que la diplomacia británica fue el arma más poderosa que los ingleses emplearon para la creación y preservación de su imperio. Siguiendo esta idea, plantea que las estratagemas empleadas por el gobierno británico, siempre en favor del lucro de los empresarios ingleses, les hicieron ganar muchos más beneficios que sus flotas o sus ejércitos. Ortiz presenta el caso particular de Argentina, que aunque rechazó a los ejércitos invasores de Inglaterra, no logró evitar la entrada de su influencia política y económica.

Continuando por la misma línea, en el primer apartado del segundo capítulo de su libro el autor se dispone a explicar cómo, entre 1810 y 1830, la dominación económica británica en las Provincias Unidas significó también la dominación política. Ortiz justifica la elección de este periodo sosteniendo que las maniobras británicas son más evidentes en una sociedad rudimentaria.

Este apartado comienza explicando cómo en 1822 el oro, en aquel entonces único capital, escaseaba en el Río de la Plata. La causa de esta escasez no era solamente la guerra, que evitaba la llegada de minerales desde Perú: el oro que había en la zona era rápidamente apropiado por los mercaderes británicos y sacado del país. Por este motivo, el 15 de enero de 1822 se decretó la creación de un banco de la provincia de Buenos Aires, con mayoría británica en sus accionistas, que comenzaría sus actividades con un capital de un millón de pesos. El autor resalta que este decreto, que permitía al banco recién creado emitir papel moneda,  prohibió la creación de bancos con un capital mayor a un millón de pesos. De esta manera, el decreto aseguraba que no habría competidores. Así, se dejó a los comerciantes británicos el control absoluto de las finanzas y la economía de las Provincias Unidas del Río de la Plata. De esa manera, la única posibilidad de obtener fondos en Buenos Aires estaba ahora en manos británicas: ya fuera para financiar a las industrias y a las operaciones convenientes a los ingleses o para negar fondos a aquellas que no lo fueran.

Ramos también escribe sobre la creación de este banco y sobre el terrible golpe que fue para la nación.  Además, hace nuevamente una crítica a Rivadavia, calificándolo como “virtual representante de los interese portuarios ligados a Gran Bretaña” [14] (opinión que Raúl Scalabrini Ortiz parece compartir).

De acuerdo a Ramos, en 1823 Rivadavia tomó la medida de nacionalizar todas las minas del territorio.  Esta nacionalización, sumada al poder entregado al Banco de la Provincia Buenos Aires, fue motivo de celebración para los ingleses con intereses en las Provincias Unidas. El autor utiliza el ejemplo de la mina de Famatina, una importante fuente mineral en la provincia mediterránea de La Rioja, gobernada en 1823 todavía por Facundo Quiroga. Como ya fue mencionado, al no tener productos exportables las provincias mediterráneas requerían del desarrollo de una industria. Con el apoyo del general Quiroga y de algunos inversores bonaerenses, un grupo de capitalistas riojanos logró obtener la maquinaria y el personal para comenzar la explotación de la mina. De esa manera se constituyó el “Establecimiento de la Casa de Moneda y Mineral de Famatina”. De acuerdo al autor, este emprendimiento “proporcionaría a la provincia riojana una industria de primera magnitud para la época”.

Las medidas rivadavianas lograron reemplazar este emprendimiento de industria regional y nacional por la entrega de la mina a una compañía británica, la “River Plate Mining Association”. No sólo se evitó el desarrollo de una industria interna y se entregaron los recursos al imperialismo británico: también se aniquiló la posibilidad de la creación de una moneda. El proyecto nacional de Famatina hubiera permitido que la moneda estuviera bajo control de un gobernador de la nación, a cambio, quedó bajo el control de la corona y de la burguesía inglesas, que tanto preocupaban a Scalabrini Ortiz.

El autor de Política británica en el Rio de la Plata se encarga, además, de relatar la evolución de las intrigas británicas en el Banco de la Provincia de Buenos Aires. En 1824, narra Ortiz, se presenta el proyecto de convertir a este banco en un banco nacional, de modo que el control que tenía el Banco de la Provincia de Buenos Aires sobre la economía de la provincia se extendiera a toda la confederación. Este banco no comenzaría a actuar hasta 1826, debido a las discusiones que generó el proyecto.

Una vez funcionando, el banco quedó nuevamente en manos de los británicos. Esto se logró reemplazando cada acción que poseían los comerciantes británicos del Banco de la provincia de Buenos Aires por siete acciones del nuevo Banco Nacional. Esto dejó un total de 4.123 acciones británicas contra 1.500 del gobierno. Se evitó así que el país “manejara su propia vida económica” [15].

A este nuevo banco se le concedía, además, la administración de las ganancias estatales, por lo que ya no sólo la economía estaba dictaminada por los comerciantes británicos: ahora el Estado estaba directamente bajo su control. Esta arma de dominación permanecería vigente hasta 1836, cuando Rosas cesó sus funciones.

Primer Empréstito

En cuanto al empréstito de la banca Baring Brother mencionado anteriormente, Ramos plantea que la investigación de Raúl Scalabrini Ortiz es bastante ilustrativa: se trata de una acción diplomática que constituirá una especie de caballo de Troya económico.

Este empréstito, tomado en el año 1824, estaba destinado a la creación de un puerto más moderno en Buenos Aires, a la creación de tres ciudades costeras para defender la frontera de los malones y a la obtención de aguas corrientes para la ciudad.  De acuerdo al análisis hecho por el autor, estos proyectos podían financiarse con los superávits anuales, sin necesidad de ningún endeudamiento. Pero, los miembros del Poder Legislativo a favor del préstamo terminaron siendo mayoría.

Este empréstito dejó a la nación fuertemente endeudada. Sin embargo, de acuerdo a los registros oficiales, ninguno de los proyectos se llevó a cabo. La razón alegada fue la necesidad de comprar armas para la guerra contra el Imperio de Brasil.

Scalabrini Ortiz plantea que, en realidad, el dinero jamás llegó a Buenos Aires. Los  hombres enviados a Inglaterra para negociar el empréstito fueron Félix Castro y Parish Robertson (primo del cónsul británico en Buenos Aires). Partieron el 13 de enero de 1824, casi inmediatamente después de que Canning reconociera finalmente la independencia de las Provincias Unidas, en diciembre de 1823.

Las condiciones del empréstito, que culminan la entrega de Buenos Aires al Imperio Británico, estipulaban: “Obligamos a dicho estado de Buenos Aires con sus bienes, rentas, tierras y territorios al debido y fiel pago de dicha suma”[16]. Esto significó que la tierra pública quedó hipotecada y que no podía ser pasada a manos de particulares sin la aprobación de los ingleses. La implementación política de esta cláusula fue la Ley de Enfiteusis, proclamada por Rivadavia como garantía territorial del empréstito y que significó, para los dos autores estudiados, la entrega del país a los británicos.

El Imperio pasó también a tener derecho para intervenir en la fijación de los aranceles aduaneros, facultad que utilizó para beneficiar la entrada de sus propias mercancías y prohibir la entrada de productos estadounidenses, que podían competir con las importaciones británicas.

El empréstito también fue vital para evitar la creación de una flota mercante propia, ya que los barcos construidos o capturados en la guerra contra el Brasil terminaron siendo entregados a los ingleses como pagos atrasados del empréstito.

Segregación del Uruguay

Una de las acciones mejor orquestadas, y más dañinas, del imperialismo británico en el Río de la Plata fue la segregación del Uruguay del resto de las Provincias Unidas. Cuando analizan la segregación del Uruguay, los dos autores estudiados coinciden en que el Imperio Británico tuvo un papel decisivo.

Teniendo en cuenta que Ramos hizo una lectura de Scalabrini Ortiz y que la utilizó para escribir sus libros, no es sorpresivo ver que las opiniones de ambos, con respecto a estos eventos y a la participación británica en ellos, coincidan. Ramos retoma los postulados de Scalabrini Ortiz, que plantea que el Imperio buscaba una “ciudad hanseática”[17] en el Río de la Plata. Se trataba de evitar que los dos grandes poderes de Sudamérica (las Provincias Unidas y el Brasil) tuvieran todo el control de la costa del río, que podría servirles como base para dominar todo el continente.

Según Ramos, fue la falta de contacto entre el Imperio del Brasil y los demás pueblos de Hispanoamérica la causa de que Canning lograra crear esta “ciudad hanseática” en las costas del Río de la Plata.

 El comienzo de la segregación fue la invasión del Imperio del Brasil a la Banda Oriental y la incorporación de esta a su territorio bajo el nombre de Provincia Cisplatina. Ambos eventos alarmaron enormemente al gabinete británico.  Esta alarma es explicada por el embajador Lord John Ponsomby en una carta a Canning, donde el embajador da la alarma sobre el peligro que representaba la Provincia Cisplatina de Brasil. También plantea las ventajas que obtendría el Imperio con la creación de una ciudad hanseática en ese territorio. Ponsomby, según explica detalladamente en la carta, opinaba que Brasil utilizaría a la Provincia Cisplatina como soporte para establecer bases navales en África y así poder aliarse con los franceses para amenazar al comercio inglés.

Esta idea, inaceptable para el Imperio, obligó a los británicos a planear velozmente la segregación del Uruguay. Luego de la rebelión de los 33 Orientales (los cuales, según asegura Scalabrini Ortiz, recibieron armas y dinero británico) y el Congreso de la Florida, donde se declaró la reincorporación de la Banda Oriental a las Provincias Unidas del Río de la Plata, el gobierno de Rivadavia no tuvo más opción que declarar la guerra al Brasil.  Esta declaración de guerra terminó en el triunfo militar de las Provincias Unidas en la batalla de Ituzaingó, donde los jefes subalternos del ejército obtuvieron una victoria aplastante sobre las tropas brasileñas.

Al mismo tiempo que continuaba la guerra, Rivadavia se vio amenazado ante la posibilidad de que los caudillos populares de las provincias mediterráneas y del litoral se unieran contra él. En respuesta a sus preocupaciones designó a José García, definido por Ramos como un ministro anglófilo rivadaviano, como representante de las Provincias Unidas ante Brasil. Su misión era negociar rápidamente la paz con Pedro I, de modo que el ejército porteño pudiera volver a defender Buenos Aires, en caso de que los caudillos populares se dispusieran a sitiar la ciudad.

García firmó una paz escandalosa. A pesar de que el ejército de Brasil estaba derrotado, García propuso que Pedro I conservara bajo su dominio a la Provincia Cisplatina, propuesta que el emperador aceptó.

El escándalo que suscitó esta negociación obligó a Rivadavia a renunciar, no sin antes declarar que el acuerdo de paz había excedido los poderes concedidos a García, y que no era definitivo. García es presentado por los dos autores como un anglófilo. Ramos está convencido de que García siguió órdenes de Rivadavia para firmar una paz a toda costa. Scalabrini Ortiz, por su parte, plantea que García actuó por iniciativa propia ya que, si bien el Imperio intentó tentar a Rivadavia, este resistió por temor al desprecio popular.

Su reemplazante, Manuel Dorrego, era un “militar impetuoso de gran sentido nacional”[18] que buscaba recuperar la Banda Oriental y estaba dispuesto a retomar la campaña contra Brasil para lograrlo.

En este punto, el embajador Lord John Ponsomby comienza a presionar a ambos gobiernos. Al detectar el orgullo del emperador brasileño, Ponsomby considero que serían necesarias una serie de victorias para las Provincias Unidas que persuadieran al gobernante. Para lograr este propósito, pidió a Canning que enviara ayuda económica a Buenos Aires, de modo que las Provincias Unidas pudieran derrotar a sus enemigos. Al mismo tiempo, se aseguró de mantener a raya a ambas naciones, a través de la aplastante influencia inglesa en las respectivas escuadras. Si los brasileños desobedecían, ordenaba que algún barco se pasara al enemigo; si los rioplatenses se confiaban en sus victorias, ordenaba a la escuadra brasileña bloquear el Río de la Plata y a la rioplatense retirarse (Ambas escuadras contaban con mayoría de marineros ingleses).

Debido al nacionalismo de Dorrego, el embajador británico se vio obligado a poner en aprietos al nuevo negociador de las Provincias Unidas. Su objetivo era lograr que terminara por aceptar la independencia de la Banda Oriental. Aquí encontramos un ejemplo del carácter antinacional del Banco Nacional. Como ya fue mencionado, el banco estaba bajo el control casi absoluto de los comerciantes ingleses. A través del banco, los británicos lograron negarle a Dorrego no sólo los fondos necesarios para su gestión de gobierno sino también los que necesitaba para financiar al ejército, requisitos imprescindibles para recuperar la Banda Oriental.

El proceder de Ponsomby con Pedro I fue más directo. Alcanzó con recordarle que la escuadra brasileña, única arma de guerra que le quedaba al emperador tras la derrota en Ituzaingó, estaba bajo el mando de un almirante británico y que la mayoría de sus marineros eran “súbditos del rey”.

Atando las manos de ambos gobernantes, los británicos cumplieron así su plan de crear un nuevo estado en las costas del Plata.

Conclusiones

Analizando los escritos de ambos autores, se vuelve evidente que ambos coinciden en el carácter dañino de la influencia británica a lo largo de la historia argentina.

El caso de la segregación del Uruguay deja en claro la política de la corona inglesa, capaz de utilizar toda herramienta a su alcance para imponer su control sobre los nuevos estados. La corona frenó cualquier posibilidad de industrialización, de colonización del territorio nacional para formar un sistema agrario moderno, de creación de una flota mercante propia, todas acciones fundamentales para lograr una independencia política y económica en una nación moderna. Es a través de estas herramientas que Argentina terminará siendo, de acuerdo a Ramos, una semi-colonia.

Ambos autores parecen estar de acuerdo, a lo largo de sus respectivos libros, en que esta dependencia del Imperio era evitable. Los dos autores parecen responsabilizar a los políticos porteños que se dejaron influenciar por las intrigas británicas y a las clases dominantes de la provincia de Buenos Aires, que carecían de pensamiento nacional. Rivadavia, en los textos estudiados, es señalado como el principal ejemplo de estos políticos y representantes de las clases dominantes.

Si bien Scalabrini Ortiz se limita a analizar las acciones de los británicos en el Río de la Plata, tal como promete en su título, las opiniones de ambos autores son similares cuando tratan el tema, coincidiendo en que el Imperio no representaba una figura en lo absoluto amistosa y con buenas intenciones. Inclusive hay una confesada influencia de Scalabrini Ortiz en el modo en que Ramos piensa la relación con Inglaterra.

Pero Ramos amplía las observaciones sobre el papel británico en el Río de la Plata hasta todo el continente, planteado que la segregación del Uruguay fue únicamente una entre las tantas que se llevaron a cabo en toda América Latina. También menciona a Europa, al mostrar el caso de la independencia de Portugal, y el de Bélgica, también segregada por las intrigas de Ponsomby.                                              .

Ramos insiste en señalar que la dominación económica ocurrió en cada uno de los estados latinoamericanos, separados entre sí, desmembrados de una nación latinoamericana que podría haber evitado la dependencia.

En lo que respecta a las diferencias de análisis de ambos autores, puede observarse que estos tuvieron distintas formaciones e intereses. Mientras los libros de Ramos develan un estudio de las acciones políticas y diplomáticas, el de Ortiz parece apuntar más al comercio, la economía y el capital extranjero. A estas diferencias se puede agregar que Ramos intenta ampliarse a toda Latinoamérica, en cambio Scalabrini Ortiz toma más bien el camino opuesto, centrándose en la Argentina.


[1] Scalabrini Ortiz, R (1936) Política británica en el Río de la Plata, Buenos Aires, Editorial Plus Ultra.

[2] Ramos, J.A. (1949)  Historia de la Nación Latinoamericana, Buenos Aires, Ediciones Continente.

[3] Ramos, J.A (1957) Revolución y Contrarrevolución en Argentina, Buenos Aires, Editorial Amerindia.

[4] Ribadero, M (2016) Tiempo de Profetas, Bernal, Universidad Nacional de Quilmes.

[5] Acha, O (2009) Historia Critica de la Historiografía Argentina, Buenos Aires, Prometeo Libros.

[6] Pagano, N y Devoto, F (2009) Historia de la Historiografía Argentina, Buenos Aires, Editorial Sudamericana S.A.

[7] Laclau, E (2012) Ramos en la historia de la izquierda argentina, Centro Documental Jorge Abelardo Ramos, Instituto del pensamiento nacional latinoamericano.

[8] Fiebelkorn, A (2013). Una aproximación historiográfica a la obra de

Jorge Abelardo Ramos. XIV Jornadas Interescuelas/Departamentos de Historia. Departamento de Historia de la Facultad de Filosofía y Letras.

Universidad Nacional de Cuyo, Mendoza.

[9] Galasso, N (2008) Vida de Scalabrini Ortiz, Colihue.

[10] Ribadero,ob cit, pág 19

[11] Fiebelkorn,ob cit ;pág 4

[12] Scalabrini Ortíz, ob cit; pág 45

[13] Scalabrini Ortíz,ob cit; pág 46

[14] Ramos, Revolución y Contrarrevolución en la Argentina; pág 63

[15] Scalabrini Ortíz, ob cit, pág 61

[16] Scalabrini Ortíz; ob cit; pág 76

[17] Ramos, Historia de la Nación latinoamericana, pág 225

[18] Scalabrini Ortíz,ob cit, pág 103

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