La desmalvinización continúa y el servicio civil del imperio británico funciona a la perfección

Por Horacio Paccazochi

En un libro publicado recientemente sobre una visita a las islas por dos periodistas de Cadena 3 se vuelven a repetir los remanidos mensajes desmalvinizadores tendientes a degradar la gesta del 2 de Abril de 1982.

No importa de qué lado de la grieta se encuentren los que la emiten, sea en este caso de Juntos por el Cambio con quien simpatiza esta cadena periodística, como por el lado del oficialismo en donde tiene la voz cantante un sector del peronismo afín al Kichnerismo, los argumentos son los mismos.

La errada concepción ideológica en la que cae consecuentemente un sector dominante de la cultura y de la política argentina los lleva a menospreciar la causa de Malvinas y a nuestras Fuerzas Armadas.

Presos de un antimilitarismo abstracto coinciden en los hechos con el enemigo usurpador de nuestro territorio, cuando defenestran la gran gesta porque fue llevada adelante por una dictadura militar, como si la forma institucional de un gobierno invalidara los justos derechos soberanos del país. Salvo por supuesto que pensemos como Beatriz Sarlo, entre otros, que las Malvinas son británicas.

Lo curioso es que estos sectores de la cultura y la política consideran que son nuestras pero no era legítimo recuperarlas de esa forma. Ciento cincuenta años de “relaciones carnales” solo sirvieron para hacerle sostenible la usurpación a los británicos que de otra forma les costaba muy caro poder sostenerlas. También olvidan que la ocupación militar la produjo Argentina, pero la guerra la decidió Inglaterra cuando en plena negociación hundió, fuera de la zona de exclusión, al crucero Gral. Belgrano y asesinó a 323 argentinos.

Para justificar tal posición parten del supuesto que la Junta Militar, encabezada por Galtieri, decidió la reconquista para descomprimir la mala situación económica y social en que se encontraba el país. Curiosamente ese argumento es sostenido tanto por sectores “progresistas” y de izquierda, como por la partidocracia que había integrado con ministros, embajadores, y cientos de intendentes el golpe cívico-militar de 1976, pero que se desentendieron de él despavoridos cuando los militares argentinos dieron vuelta el fusil y apuntaron contra la rubia Albion.

Con ese mismo argumento se podría considerar que el gobierno de Margaret Thatcher que también atravesaba una crisis económica de grandes proporciones habría decidido la guerra para distenderla. Lo cierto es que para Inglaterra las Malvinas representan, junto con Gibraltar, puntos estratégicos tanto para el control del Mediterráneo, como en el caso del archipiélago austral el acceso a las riquezas del Atlántico Sur y de la Antártida, y bajo ningún punto de vista considera perderlos.

Y si esto es así para Inglaterra, también lo fue siempre para las Fuerzas Armadas argentinas que tuvieron permanentemente actualizado un plan de reconquista de las islas.

NO ERAN CHICOS, ERAN SOLDADOS

Como no se podía negar el heroísmo demostrado en combate de las tropas argentinas se encargaron de distinguir entre soldados y oficiales, y allí nacieron los “chicos de la guerra”.

Este sería el nombre de la película más importante sobre el conflicto y la encargada de sobresaltar, por sobre el hecho patriótico, las miserabilidades que ocurren en cualquier guerra sea esta conducida por una potencia colonial, una dictadura, o una democracia. Basta leer publicaciones o ver videos donde en primera persona soldados del ejército inglés, por más profesional que sea, pasaron las mismas vicisitudes comunes a toda guerra.

Es así que se entregan medallas a soldados, de acuerdo a la visión de estos sectores, por participar de una “aventura irresponsable”, ordenada por una dictadura para distender una situación económica y social. Es de imaginar las sensaciones contradictorias en los homenajeados que se los felicita por actuar con valentía en contra del país. De la misma manera se podría considerar estúpidos a los millones de argentinos que salimos a la calle para apoyar la recuperación de nuestro territorio sabiendo que lo convocaba una dictadura.

El pueblo argentino entendió de qué lado estar, apoyó la causa de Malvinas y luego se encargó de desalojar, mediante el voto, a los ocupantes ilegítimos de la Casa Rosada.

Desde el socialista Juan B. Justo que junto a Bartolomé Mitre planteaban que el ferrocarril inglés traería el progreso, mientras se destruían nuestras industrias regionales, hasta ciertos políticos de nuestros días, el “servicio civil del imperio” británico sigue funcionando a la perfección.

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