Evita en nuestros días y su excepcionalidad. Un artículo de Sara Liponezky

¿Qué pasa cuando nos damos cuenta ante un sujeto francamente extraordinario, que se agotaron las palabras de nuestro generoso idioma español? Que ya se dijeron todas y deberíamos inventar otras.

Si digo Mujer, lideresa, justa, rebelde, desafiante, coraje, redentora, vehemente, fuerte, luminosa, fanática, transgresora, única. Y apasionadamente argentina. ¿Alguien puede imaginar otro nombre que no sea Evita? Y esto hablando de categorías más o menos universales. Hoy aceptadas a pesar del escarnio, de los ataques y la impotencia de no poder sepultarla, de sacarla del corazón y la memoria de tantas y tantos. Porque si buscamos referencias nacidas del amor también podemos decir Santa, Madrecita (de los pobres) Hada o Ángel protectora.

No puede sino sorprender, la poderosa vigencia de una mujer nacida hace 104 años y cuya gigantesca obra se desarrolló en tan solo siete, entre sus 27 y 33. Destaco este dato archiconocido porque es otra de las singularidades de Evita. Nos ilustra sobre la intensidad de un recorrido que arranca en 1919 desde una infancia discriminada por su origen –de pareja extramatrimonial-. Una adolescencia atrevida al punto de separarse de su familia para concretar su vocación artística. Revelando una personalidad desafiante frente a todas las barreras culturales de su época. Una juventud que se atreve a compartir sus días con un hombre sin pasar por el matrimonio. Y a encarar una batalla frontal, inédita concreta, elocuente y transformadora contra la injusticia social. En un compromiso simbiótico (no tenía que sobreactuar porque tenían una identidad común) con las y los compatriotas más pobres.  Y una defensa inflexible de la soberanía nacional.

Sería infinita la cita de sus características excepcionales. Cuando han transcurrido casi ocho décadas de aquella gesta y a la luz de los nuevos escenarios, es importante recordar a su indiferencia a los cargos.  Nunca condicionó sus esfuerzos, sus desvelos y sus obras a esos honores.

Así lo manifestó en aquel increíble y memorable mensaje del 31 de agosto de 1950, a pesar de contar con una formidable y mayoritaria adhesión de nuestro pueblo. En verdad, reafirmó con sus palabras la concepción que había inspirado su entrega al bien común. Con una convicción, una fuerza y una resolución que no requirió de cargos.

Celebramos que las sucesivas generaciones, en particular las mujeres, el arte, las nuevas versiones y simbologías, la ficción y la educación informal hayan incorporado a esta mujer en sus contenidos, sus imágenes y representaciones. Porque ayudan a sostener una memoria que impregnó a los contemporáneos. Y una presencia que perdura vigorosamente en la ciudadanía plena de las mujeres, en los derechos sociales consagrados que son irreversibles. Y en los testimonios edilicios de un proceso único en nuestra historia, que resistieron imbatibles al tiempo, la destrucción y el rencor.

Evita, la mujer de dimensión interminable que hizo una opción preferencial por las y los otros cuando dijo:

“Me encontré ante dos caminos…el de la esposa del Presidente y otro el de la selva… que tenía el encanto de ser el que más me ponía en contacto con el corazón del pueblo y que vale cualquier sacrificio y cualquier esfuerzo”. (24.07.50)

Un comentario en «Evita en nuestros días y su excepcionalidad. Un artículo de Sara Liponezky»

  • el mayo 9, 2023 a las 5:55 pm
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    Muy bueno Quela, yo tuve oportunidad una vez que fui a Bs. As., no voy mucho, de visitar su tumba y me asombró la cantidad de extranjeros que la visitaban. Pensar que aquí despertó odio en algunos.

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