Siglo XXI: ¿Latinoamericanismo o “globalización”? Por Elio Noé Salcedo
A las puertas de una nueva etapa para la Argentina y América Latina, cabe preguntarse cuál es nuestra verdadera opción en un mundo que está saliendo de una hegemonía unipolar y marcha hacia otro, más justo, equilibrado y multipolar.
Previendo dicha multipolaridad, el general Perón lo planteaba en estos términos: “Ningún país podrá realizarse en un continente que no se realice. Los países deben unirse progresivamente sobre la base de la vecindad geográfica y sin imperialismos locales y pequeños”. No obstante –entendía- “tiene que tenerse presente que el mundo en su conjunto no podrá constituir un sistema, sin que a su vez estén integrados los países en procesos paralelos (etapa continentalista o propiamente latinoamericanista). Construir el mundo en su conjunto exige liberarse de dominadores particulares. Mientras se realice el proceso universalista, existen todavía dos únicas alternativas para todos los países del Tercer Mundo: neocolonialismo o liberación”.
Y por las dudas advertía: “Si esa integración universalista la realizara cualquiera de los imperialismos, lo harían en su provecho y no en provecho de los demás”. Por eso, el Tercer Mundo –en este caso América Latina y el Caribe- “no dejará en el futuro que los imperialismos puedan resolver el problema de la Organización Universal en su propio provecho y beneficio y en perjuicio de todos los demás”, ya se trate de política, economía, salud o educación. Por eso planteaba una política de unidad y defensa de nuestra Patria Grande, que conduciría a “la anulación de todo dominio imperialista y donde nadie será más ni menos que nadie”, incluso en un mundo multipolar.
Esa perspectiva de continentalismo / latinoamericanismo dentro de nuestra política exterior comporta hoy nuestro gran desafío. ¿Cómo lograrlo? Sin duda, munidos de una doctrina, un espíritu genuinamente nacional y una estrategia para afrontar dicho objetivo. A propósito, el general Perón desarrollaba esta tesis en su discurso de 1953 ante los oficiales de la Escuela Superior de Guerra, que es uno de los fundamentos más cercanos en el tiempo de nuestra doctrina latinoamericanista.
Latinoamericanismo e integración
Efectivamente, en aquel discurso de 1953, Perón planteaba la condición estratégica de América Latina para sobrevivir a la acción del imperialismo anglosajón en su avance sobre los recursos de los países más débiles que poseían y poseen reservas y recursos esenciales para el desarrollo y mantenimiento de un nivel apropiado de vida de sus connacionales, amenazados por intereses foráneos.
“Aquí hay un problema de unidad –decía Perón en aquel discurso-, que está por encima de todos los demás problemas”. En política internacional, pensaba Perón, sin que hasta hoy nuestra situación haya cambiado estructuralmente, el tema de la unidad “es el más grave y el más trascendente”. En el mismo discurso argumentaba que, generalmente, la Argentina había actuado en política internacional y aun en política interna según los intereses y necesidades de afuera y no según sus propias necesidades e intereses.
Para el político, estadista y estratega militar que era Perón, enfocado como político en la realidad de aquel presente, y anticipándose al futuro como estadista y estratega militar, “América del Sur, moderno continente latino, está y estará cada día más en peligro“, debido a que “es la zona del mundo donde todavía, en razón de su falta de población y de su falta de explotación extractiva, está la mayor reserva de materia prima y de alimentos del mundo”, y son precisamente “las reservas de alimentos y de materias primas el problema fundamental del futuro” (hoy absoluto presente), incluyendo, por supuesto, nuestras reservas energéticas.
Es precisamente en estas circunstancias que “radica nuestro mayor peligro”, explicaba el general en 1953, en la medida que “estamos amenazados a que un día los países superpoblados y súper industrializados, que tienen un extraordinario poder, jueguen ese poder para despojarnos de los elementos de que nosotros disponemos”, como ya lo hicieron en el pasado. En orden a ello, “si subsistiesen los pequeños y débiles países, en un futuro no lejano podríamos ser territorio de conquista”. Dado entonces que “los peligros serán tan graves” –advertía Perón a los oficiales de la Escuela de Guerra dos años antes del golpe de 1955- no apostar definitiva y urgentemente a la unidad “será un verdadero suicidio”.
Unidad política, económica y espiritual indispensable
“El modelo de sustitución de importaciones –decía Perón en aquel discurso- necesita una ampliación gigantesca del mercado interno, amparada por una unión aduanera para lograr economías de escala y alcanzar verdadera competitividad”. “Esto es lo que ordena imprescriptiblemente la necesidad de la unión de Chile, Brasil y Argentina”, países a los que hay que agregar hoy a los otros miembros del MERCOSUR (Uruguay y Paraguay) y Bolivia (integrante también de las Provincias Unidas del Río de la Plata antes de la disgregación suramericana). Dada esa necesidad, el líder nacional señalaba algunos fundamentos para tener en cuenta.
“Los grandes imperios, las grandes naciones –argumentaba-, han llegado desde los comienzos de la historia hasta nuestros días a las grandes conquistas a base de una unidad económica”, pues “ningún país se ha impuesto si no tiene una completa unidad económica” y “ninguna nación o grupo de naciones puede enfrentar su destino sin unidad económica”. En lo que a nosotros respecta, había ya adelantado en el diario Democracia en 1951, “ni Argentina ni Brasil ni Chile aisladas pueden soñar con la unidad económica indispensable para enfrentar un destino de grandeza”; sin embargo, “unidas forman la más formidable unidad, a caballo sobre los dos océanos de la civilización moderna”. “Estos tres países unidos a los demás países conforman la unidad económica más extraordinaria del mundo entero”.
Adelantándose varios años al Tratado de Roma que daría nacimiento a la Unión Europea, Perón aconsejaba: “Las uniones deben realizarse por el procedimiento que es común: primeramente, hay que conectar algo; después las demás conexiones se van formando con el tiempo y con los acontecimientos”. En ese sentido,planteaba “llegar (primero) a una unión en esta parte del Continente”, “a través de un núcleo básico de aglutinación”, y una vez “unidos en esta parte del mundo no solo seremos ejemplo de unidad, sino que seremos también punto de apoyo para que ese ejemplo sea constructivo para todo el resto de los americanos”. Así, pensaba, podremos “intentar desde aquí la unidad latinoamericana con una base operativa polifacética con inicial impulso indetenible”. Y “desde esa base podría construirse hacia el norte la Confederación Sudamericana, unificando en esa unión a todos los pueblos de raíz latina”. “Realizada esta unión”, ingresarían en su órbita “los demás países sudamericanos”, que de otra manera no lo podrían realizar “separados o juntos sino en pequeñas unidades”. Esa advertencia sirve tanto para la economía y el comercio exterior como para la expulsión del invasor en Malvinas.
De acuerdo a esa estrategia, el pensador latinoamericanista uruguayo Alberto Methol Ferré sostenía no hace mucho: “Sólo hay una política latinoamericana real: a partir de la alianza argentino-brasilera”. No hay otro “camino principal para la unidad sudamericana”, en tanto “la unión entre Argentina y Brasil es el punto de apoyo para el conjunto de América Latina”, siendo “el MERCOSUR la piedra angular de la Confederación Sudamericana”. Sin Brasil y Argentina unidos resultará imposible lograr la unidad del sur americano, y sin ella, alcanzar la unidad de toda América Latina. De allí su importancia estratégica.
Frente a los que quieren boicotear nuestro futuro, se requiere una profunda conciencia de esa unidad imprescindible, es decir una profunda conciencia nacional latinoamericana, que exige, además, convertirla en fuerza material a través de la Unidad Nacional efectiva -propuesta por el candidato de Unión por la Patria– y de una efectiva política exterior latinoamericanista y de consolidación de ese nuevo mundo multipolar que ilumina nuestro horizonte. Seremos latinoamericanos, o como decía el Gral. José de San Martín, “no seremos nada”.