Muere a los 100 años el astuto espía, asesor y diplomático Henry Kissinger: su influencia en América Latina

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El ex secretario de Estado durante la presidencia de Richard Nixon y Gerald Ford había realizado una visita en julio de este año a Pekín donde se entrevistó con Xi Jinping con el objetivo de descompimir la relación de Estados Unidos con China.

En 1970, según revelaron las conversaciones telefónicas desclasificadas entre Nixon y Kissinger, por entonces secretario de Seguridad, ambos conspiraron para impedir la asunción del socialista Salvador Allende, electo ese año en Chile, y para derrocarlo tres años después. A través del embajador americano en Santiago, Edward Korry, y de agentes de la CIA, Estados Unidos alentó una serie de disturbios previos a la llegada al poder de Allende que derivaron en el asesinato del comandante en jefe del Ejército chileno, general René Schneider, durante un intento de secuestro a manos de un grupo de ultraderecha, pocos días antes de la investidura de presidencial. Con cierta candidez, y no era un hombre cándido, Kissinger confesó en sus memorias que luego, Nixon había destinado cuarenta millones de dólares de aquellos años para “hacer crujir la economía chilena”, que de verdad crujió en los años siguientes.

Con un lenguaje más formal, Kissinger firmó el ya famoso “Memorándum 93″ sobre Seguridad Nacional, titulado “Política respecto a Chile”. En las copias secretas enviadas a la CIA, al Departamento de Estado, al Departamento de Defensa, el Pentágono, y al equipo de asesores militares de Nixon, Kissinger estableció “una postura fría y correcta en público”, y a la vez “ejercer la mayor presión posible sobre el gobierno de Allende” a fin de evitar su consolidación. El memo detallaba una serie de medidas económicas diseñadas para apoyar el esfuerzo de Estados Unidos en “hacer saltar la economía” de Chile, como había pedido Nixon y como recuerda el historiador Peter Kornbluh en su “Pinochet – Los Archivos secretos”. Kornbluh también revela que el diálogo entre presidente y secretario de Estado podía ser más descuidado, más basto y ramplón; más “nixoniano”, si cabe. Narra Kornbluh que al final de una de las reuniones en las que se decidió el golpe contra Allende, Nixon instruyó a Kissinger: “En Chile vale todo. Patéenles el culo”. “De acuerdo”, fue la respuesta. Doce días después del sangriento golpe militar que el 11 de septiembre de 1973 derrocó a Allende, que se quitó la vida en la Moneda, Nixon nombró a Kissinger secretario de Estado.

En esta parte del continente, sacudida en esos años por la violencia política, por el accionar en varios países de grupos guerrilleros de izquierda y de grupos paramilitares y parapoliciales, Kissinger respaldó las más violentas dictaduras militares. Sus detractores lo responsabilizan si no en el diseño, sí en la tolerancia del Plan Cóndor, el trabajo en común de varios servicios de inteligencia y de grupos paramilitares que secuestraron y asesinaron a miles de militantes y simpatizantes de izquierda en Argentina, Chile, Paraguay, Uruguay, Bolivia y Brasil.

La central de inteligencia de Estados Unidos actuó en decenas de operativos encubiertos con la aprobación del llamado “Comité 40″, que presidía Kissinger, y que reunía a ejecutivos y jefes militares del Departamento de Estado, de la CIA y del Pentágono, encargado de analizar “avances y proyecciones del comunismo internacional”. Entre 1976 y 1977 la estrella de la CIA en América latina era el famoso general Vernon Walters, protagonista de “Misiones discretas”, como tituló a su autobiografía. Ese año, la Agencia de Inteligencia de Estados Unidos estuvo en manos de George W Bush, que sería luego vicepresidente de Ronald Reagan entre 1981 y 1993 y presidente de Estados Unidos entre 1989 y 1993. El 10 de junio de 1976, dos meses y medio después del golpe militar en la Argentina que derrocó a Isabel Perón y ya con el general Jorge Videla instalado como hombre fuerte del “Proceso”, Kissinger dialogó con el entonces canciller de la dictadura, almirante César Guzzetti. Los documentos desclasificados del Departamento de Estado revelaron hace años que, en esa ocasión, Kissinger avaló la represión ilegal, los secuestros y asesinatos que el poder militar había desatado en el país. “Si hay cosas que tienen que hacer, háganlo rápido y vuelvan lo antes posible a la normalidad”, dijo entonces a Guzzetti, reunidos ambos en Santiago de Chile donde se realizaba la Asamblea General de la OEA.

Con información de Infobae

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