Los de siempre o el poder “instituido”. Por Elio Noé Salcedo

Como decíamos en “El destino histórico de Martín Fierro” (2013) citando estudios académicos, tal vez sea bueno comprender que, en la Argentina, durante sus dos siglos de vida, más allá del ejercicio del poder institucional ejercido legal o ilegalmente por civiles o militares, ha terminado gobernando el modelo “instituido” (agroexportador, librecambista, privatizador, anti estatista, empobrecedor y entregador de las riquezas argentinas al extranjero), y, en muchas menos oportunidades lo ha hecho el modelo “instituyente”,defensor de los derechos laborales y sociales del pueblo argentino, protector de la industria nacional y del mercado interno, verdaderamente modernizador de las estructuras económicas.

Nuestro atraso no tiene otra razón que los recurrentes retrocesos y la destrucción tanto de lo mucho como de lo poco construido a través de ese modelo instituyente durante los gobiernos nacionales y populares desde 1810 a la fecha. Alguna vez, cuando hayamos madurado como sociedad y como país, el pueblo argentino juzgará finalmente a los responsables verdaderos (no solo a sus sicarios) de esas destrucciones y semejantes retrocesos. Y los que acompañaron semejantes destrucciones y retrocesos con su adhesión o con su voto, alguna vez también deberán hacerse cargo de su responsabilidad en la debacle argentina. Lo decía el general Perón: “El pueblo conoce a sus verdaderos enemigos. Si es tan tonto que se deja engañar y despojar, suya será la culpa y suyo será el castigo” (“La fuerza es el derecho de las bestias”, 1958).   

Lo dicho sirva para comprender que los que propician el “cambio” del modelo “instituyente” por otro (que no significa solo un cambio de gobierno sino de tradiciones, condiciones de vida y de muchas cosas más de las que luego nos quejaremos amargamente), son los mismos intereses que desde la Revolución de Mayo hasta nuestros días insisten en un modelo primario dependiente o subordinado a los grandes poderes internacionales. Los que llegaron harán lo mismo que siempre hicieron, aunque quizás, esta vez, quieran llegar más lejos en la misma dirección de siempre.

Es la vieja utopía del país oligárquico, manejado desde siempre por la misma pandilla del barranco, sus herederos y sus socios extranjeros, a pesar de los recurrentes intentos en sentido nacional del modelo de desarrollo y bienestar recientemente derrotado en las urnas por tercera o cuarta vez en lo que va de la vuelta a la democracia (tema que merece una reflexión aparte).

La pandilla del barranco

Emparentada carnal y comercialmente con oficiales ingleses anclados definitivamente en el Río de la Plata después del rechazo a las invasiones de 1806 y 1807, Jorge Abelardo Ramos semblanteaba así a la pandilla del barranco: “Edificada sobre las barrancas que caían suavemente al río barroso, la pretenciosa ciudad (Buenos Aires, sede del poder oligárquico) era conocida desde los tiempos coloniales en las cortes europeas por el oficio predilecto de su “gente decente”: el contrabando y su comercialización”. Los antecedentes de la casta social y económica que gobernara muchas veces la Argentina y contra la Argentina en estos 200 años de historia, son confirmados (desde otra posición política e ideológica) por el historiador Félix Luna en “Buenos Aires y el país”: “Bolicheros y contrabandistas aparecen en el primer ramaje de cualquier árbol genealógico… Este ejercicio lapidador dejó su sello en los ancestros porteños”. Sobre su linaje e intereses particulares, no hay dudas.

Ahora bien, si durante la vigencia de los gobiernos nacionales y populares, sobre todo durante la segunda mitad del siglo XX, con sus evidentes cambios de situación a favor de las mayorías nacionales, fuerte o tibiamente, siempre para bien y para mejor de la Argentina, que otrora estuviera postrada durante la década infame…; durante los 18 años de dictaduras o pseudodemocracia proscriptiva…; en los años de la dictadura de Martínez de Hoz y de Cavallo, que confluyeron en la explosión popular del 2001…; o, para no ir más lejos, durante los nefastos cuatro años del macrismo, que entregó su gobierno con una escandalosa pobreza e indigencia, con una deuda externa impagable (que debió investigarse y no pagarse hasta resolver su legitimidad) y con una inflación irrefrenable, por causas generadas durante ese mismo gobierno; cabe preguntarse, ¿a qué se debe que, a pesar de los avances logrados y los logros alcanzados por el modelo “instituyente” (con sus pro y sus contras), volvamos una vez más al viejo modelo oligárquico semicolonial y antinacional -el viejo modelo instituido, que tiene tantos años como la Argentina-, y que entrará nuevamente en vigencia para nuestra desgracia el 10/12/2023? ¿Los argentinos hemos adquirido torpe o patológicamente la adicción de tropezar de nuevo con la misma piedra?

El declinar de la conciencia nacional

A nuestro leal entender, uno de los factores elementales de semejantes contramarchas y derrotas (anterior a las elecciones de este año e incluso de otras anteriores), por las consecuencias que tiene en la conciencia o en la mente de los que deciden su representatividad en una democracia formal, resulta un factor decisivo para acertar o equivocar el rumbo de un país en su conjunto. Sucede que la vieja oligarquía, aliada a intereses extranjeros coloniales en sus distintas etapas o situaciones de saqueo (territorial, comercial, monopólica, financiera, especulativa, etc.), como nos lo advertía ya Arturo Jauretche en “Política Nacional y Revisionismo Histórico”, sin solución de continuidad hasta nuestros días “retiene en su poder todos los instrumentos de cultura y difusión de las ideas…”.

Ese resulta ser un verdadero problema para establecer una política nacional permanente y cambiar de fondo el país con el apoyo masivo de los argentinos y a favor de los intereses argentinos, que nos permitiría ser, definitivamente, un país políticamente soberano, económicamente independiente y desarrollado y socialmente justo, y poder así encarar nuestro futuro.

En realidad, la apropiación de los instrumentos de la culturay de la generación y difusión de las ideas por parte del sistema instituido, se produce desde muy temprano en nuestra vida social:

  • por la sustitución de la transmisión natural de valores de padres a hijos, a raíz de la influencia determinante de los medios de comunicación y las redes sociales, dejados sin control (esa mala palabra para el libertarismo en general) en manos de niños, púberes y adolescentes;
  • por la falta de una política educativa, que apunte a la formación del educando en un ideal nacional; ideal, del que, está a la vista, carecemos, tal como lo han poseído y poseen los grandes países del mundo, se trate de Europa, Norteamérica, Rusia o China;
  • y, en el fondo, por causa de una Política de la Historia -tanto del pasado como de la actualidad- que se extiende e inunda sin filtro ni reglas de ninguna naturaleza a todos los Medios de Cultura y de Comunicación Social. Porque cuando un periodista o comunicador tergiversa la realidad de cada día, está actuando de acuerdo a esa política de la historia denunciada por Jauretche. Lo mismo sucede cuando un académico enseña economía, sociología, historia o política sin preocuparse de desarrollar -o lisa y llanamente omite- teorías y saberes nacionales al respecto, ausentes en la enseñanza argentina.

Parafraseando a Arturo Jauretche podríamos decir, sin temor a equivocarnos (pues sabemos más por viejos que por diablos), que ese sistema de colonización cultural y mediática es un sistema destinado a mantener el modelo instituido, imponiéndolo “a través de la organización de la prensa, de la enseñanza, de la escuela, de la universidad, con una dictadura del pensamiento, esa que señalaba Alberdi, que hiciera imposible esclarecer la verdad y encontrar en el pasado-¡y tampoco en el presente!- los rumbos de una política nacional”.

De hecho -como señalaba Jauretche-, la perduración y el empeño en mantener la desvirtuación de la realidadya no puede explicarse simplemente por la propensión simiesca de nuestra “intelligentzia”, sino por el servicio a los intereses antinacionales en su política de la historia” de los medios de cultura, información y comunicación, anque también de los propios partidos políticos.

Utilizando una tradicional bebida o infusión nacional para hacer una metáfora de lo que sucede, podríamos afirmar que, si te lavan el mate, te lo llenan de cualquier yerba, vos calentás el agua y, para colmo, ellos se toman el mate sin convidarte uno solo, estamos ante un problema de raíz nacional, social y colectiva que debemos resolver antes de seguir intentando, una y otra vez, salir a pescar después de unos amargos… porque los que quieren enseñarte a pescar (otra metáfora muy de moda en nuestros días), en realidad siempre se terminan quedando con la caña, la línea, la boya, la carnada, el pescado, el río, y si nos descuidamos esta vez, también con el Mar Argentino, Tierra del Fuego, Antártida e Islas del Atlántico Sur.

Un comentario en «Los de siempre o el poder “instituido”. Por Elio Noé Salcedo»

  • el diciembre 8, 2023 a las 7:46 pm
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    Como sugiere el autor, el poder antinacional ha creado, desde el inicio de la Patria, “instituciones” que marcan la cancha, a cualquier gobierno que asuma el poder. Quizás el principal error estratégico, de nuestros gobiernos nacionales y populares, haya sido intentar transformar, sin terminar primero o a la vez con esas “instituciones”.

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