Invasiones inglesas: la rapiña de los piratas traficantes de esclavos y el heroísmo criollo
Por Fernando Del Corro
El 28 de junio de 1807, tropas británicas desembarcaron en las costas bonaerenses de Ensenada y tras derrotar a unas escasas fuerzas locales que se les opusieron comenzaron su avance hacia la capital del Virreinato del Río de la Plata en un nuevo intento de apoderarse de esa entonces colonia española en la que se conoce como “Segunda Invasión Inglesa”.
En realidad no fue la segunda invasión inglesa al Virreinato sino la tercera ya que la tradicional historia argentina no toma en cuenta la ocurrida, como Regalo de Reyes, el 6 de enero de 1763, cuando el comandante Mac Namara, al frente de una flota enviada por las autoridades británicas tras haber llegado a la conclusión de que tomar Buenos Aires era casi un imposible dio media vuelta y optó por ocupar la Colonia del Sacramento.
Ello se debió a que sus subordinados, tras un Consejo de Guerra, optaron por atacar la Banda Oriental del Río de la Plata y así hacia allí se dirigieron pero tras un cruce de disparos de cañones durante algunas horas los defensores conducidos por el luego primer virrey de la región que incluía casi toda la parte meridional de Suramérica, Pedro Antonio de Cevallos, hicieron que los agresores se retiraran resultando muerto Mac Namara.
El segundo intento, conocido como “Primera Invasión”, tuvo lugar el 25 de junio de 1806 pero no se trató de una operación oficial elaborada en Londres como parte de la guerra anglo-española desarrollada entre 1804 y 1806, sino de una decisión adoptada por los jefes de las tropas británicas en Suráfrica notificados desde Buenos Aires por el traficante de negros William Pius White de que en el Río de la Plata había almacenada una fortuna en plata.
A raíz de la ocupación napoleónica de España, el metal argento, que era traído desde la actual Bolivia, se guardaba en los aledaños de la hoy capital argentina y así, ante la información de White, el almirante Home Popham y el general William Carr Beresford, se lanzaron desde el Cabo de Buena Esperanza y llegaron al Río de la Plata donde ocuparon la ciudad de Buenos Aires siendo expulsados tras rendirse el 20 de agosto.
Si bien la ocupación fracasó como intento de apoderarse de toda la región, resultó exitosa para los invasores como que en su huida lograron llevarse más de cinco toneladas de pesos plata, según los registros británicos, que fueron embarcados y enviados a Inglaterra apenas ocupada la ciudad, lo que le valió a Beresford un reconocimiento oficial que incluyó una espada de oro y plata.
Así el 22 de septiembre el Reino Unido hizo suya, oficialmente, la decisión de ocupar las ciudades de Montevideo y Buenos Aires y pasar a controlar el estuario platense para lo cual organizó una expedición que si bien alcanzó a tomar la actual capital uruguaya fue rechazado por las fuerzas locales encabezadas por Santiago de Liniers quién lograse la expulsión británica de 1806 en la que tuvo una gran importancia el vasco Martín de Álaga.
Tras haber ocupado Montevideo, de donde también luego debió irse, el comandante John Whitelocke fracasó en tomar el control de Buenos Aires lo que pretendió hacer el referido 28 de junio, con el agregado de que en esa ocasión la derrota fue total porque, a diferencia de lo ocurrido un año antes, los buques agresores debieron regresar a su país con las bodegas vacías sin una carga de metales preciosos como la otra paseada en Londres en carretas.