Domingo Cullen y el Pacto Federal. Por Gustavo Battistoni
El Pacto Federal de 1831 tuvo una importancia fundamental en nuestra historia. Fue el resultado de la alianza entre algunas provincias y también parte del proceso de creación institucional del país. Desde esta base se construyó políticamente el naciente Estado nacional e intervinieron los representantes de cada una de las provincias signatarias. Como bien plantea Miron Burgin en su libro Aspectos Económicos del Federalismo Argentino, su papel fue crucial para discutir los valores de la República como el de pergeñar un sistema federal y las orientaciones políticas y económicas al interior de la naciente nación.
Los temas que gravitaron fueron varios. Por una parte se firmó un acuerdo de unión permanente, en amistad y paz. Las provincias se reconocían sus respectivas libertades, independencia, representación y derechos. Celebrado el 4 de enero del año de marras entre las provincias de Santa Fe, Buenos Aires y Entre Ríos, con la posterior incorporación de Corrientes, fue la respuesta a las intenciones hegemónicas de la Liga del Interior conducida por José María Paz. Las provincias del Litoral debían enfrentar a la poderosa Alianza constituida por nueve provincias creada el 31 de agosto de 1830, con su centro político en Córdoba. Por el Pacto Federal, en su artículo 15, se creaba la Comisión Representativa de los gobiernos litorales. El artículo 16 cobraba particular importancia, puesto que en su inciso 5, se invitaba a todas las demás provincias a reunirse en Federación con las litoraleñas y a que “por medio de un Congreso Federal Federativo se arregle la administración federal del país”.
Domingo Cullen con su gran tacto político buscó conciliar posiciones entre el negacionismo porteño y las demandas correntinas durante su presidencia de la Comisión Representativa. Lamentablemente la posición de Juan Manuel de Rosas y de Facundo Quiroga dejó sin base política el ansiado anhelo santafesino. Salvador M. Dana Montaña, en su obra Domingo Cullen. Santa Fe y la Organización nacional (1818-1838), muestra su extraordinario aporte: “Es Domingo Cullen quien redacta, según informe del General Ferré a su gobierno (del 13-VIII), el artículo que crea la ‘Comisión representativa de los gobiernos del Litoral, con sede en Santa Fe, y cuya misión principal había de ser invitar a las demás provincias a un Congreso Nacional…”. Sin duda, pocos lucharon por la organización de la República como el mártir santafesino.
En su libro Unitarismo, federalismo, rosismo, el historiador Enrique M. Barba, pone claridad sobre las limitaciones del federalismo porteño: “Yo diría, como lo vengo diciendo de hace mucho, que Rosas, que apoyó a Martín Rodríguez contra el federal Dorrego, era unitario, como el propio Don Juan Manuel lo ha confesado más de una vez. Así se me antoja más verosímil la coincidencia con don Bernardino (Rivadavia)”. Y agrega, para el que quiera entender: “Rosas y su grupo dieron forma en Buenos Aires a un federalismo sui generis que lograron imponer al resto del país. Para ello el grupo debió vencer los siguientes obstáculos. En el orden interno eliminar la influencia dorreguista, democrática y popular, contraria a las facultades extraordinarias y que mirando por la igualdad de las provincias, en igualdad de condiciones, naturalmente bregaba por la organización nacional por medio de la Constitución. Rosas en ese punto era intransigente. La organización nacional significaba la creación de los poderes nacionales, de aduanas nacionales, de la independencia de las provincias, dentro de lo compatible con el federalismo nacional. Se decidió entonces por apelar a la práctica de los subsidios a las provincias, domesticando y sujetando a sus respectivos gobernadores a los dictados de Buenos Aires”. Mejor dicho, imposible.
El sabotaje de los federales de palabra pero unitarios de hecho, hizo que Cullen se acercara a las posiciones del gobierno de Corrientes y a su gobernador Pedro Ferré, quien le envió la contestación de su gobierno a las diatribas de Rosas, lo que nuestro prócer agradeció:” Es imposible que ese notable documento, dictado por el más noble patriotismo, no produzca buenos resultados, y no sea recibido por los buenos argentinos. Fácil es adivinar el circulo de hombres a quienes únicamente puede ser desagradable, pero que los sufran, puesto que, tantos motivos de sinsabor han dado a los que sólo tiene por objeto la dicha y la prosperidad de esta tierra”.
Secundó a Estanislao López con una fidelidad remarcable. Su lealtad al líder santafesino la podemos encontrar en su misiva a Pedro Ferré a poco de morir el Patriarca de la Federación: “La primera noticia de la terrible desgracia que ha sufrido esta provincia y toda la República en la muerte del hombre grande de esta tierra, nuestro común amigo el señor López, la recibí en Buenos Aires. Usted sabe bien hasta qué grado llegaban nuestras amistosas relaciones, y cuanto amaba aquel hombre expectable, graduará la amargura que me ha producido esta desgracia, y cuánto por mil motivos habré sufrido y actualmente sufriré; dispénseme mi buen amigo que no continúe hablando sobre este asunto tan terrible para mí y de tan funesta trascendencia para la patria”. Elegido gobernador y luego traicionado, Domingo Cullen pagó con su vida la defensa de los intereses inmaculados de la República. Es nuestro deber no olvidarlo.
El Correo de Firmat