Origen de la agresión y posterior ocupación extranjera de las Islas Malvinas. Por Fernando Del Corro
Uno de los hechos más ocultados de la historia argentina fue la invasión sufrida el 3 de febrero de 1852 cuando marines desembarcaron en el puerto de la hoy Ciudad Autónoma de Buenos Aires “para proteger los intereses estadounidenses” en el marco de las guerras civiles que se desarrollaban en nuestro país. Curiosamente ese día se libró la Batalla de Caseros donde una fuerza multinacional liderada por el gobernador entrerriano Justo José de Urquiza puso fin definitivamente a la prolongada gestión de Juan Manuel de Rosas.
Los marines estadounidenses permanecieron en la ciudad unos pocos días, hasta el 12 de febrero pero regresaron el 17 de septiembre de ese 1852 y se quedaron hasta abril de 1853. Desde aquel 3 de febrero, transcurridos más de 171 años, cuando aquellos vinieron “supuestamente para defender su embajada”, como lo dijera “Pacho” (Mario Ernesto) O’Donnell, al comentar la aparición de “Malvinización y desmentirización” en 2013, un libro del que soy coautor y compilador.
Uno de los destacados coautores es el académico cubano José Luis Méndez quién recordó que ya el 13 de junio de 1822, hoy 201 años, el gobierno estadounidense reconoció a su par de la Provincia de Buenos Aires encabezado por el unitario Martín Rodríguez, el primer mandatario que endeudara al país al solicitar un crédito. Ese reconocimiento se realizó durante la presidencia de James Monroe y con tal motivo su secretario de Estado, John Quincy Adams escribió al representante estadounidense en Londres: “Confiamos en que ella no será considerada, ni aún por el Gobierno Británico, como una medida poco meditada y apresurada en esta oportunidad”.
Pero ya un par de décadas antes de la llegada de los marines ese 3 de febrero de 1852, como puntualiza Méndez en su capítulo, “El 28 de diciembre de 1832, la corbeta de la marina de guerra estadounidense Lexington, atacó las Islas Malvinas. Como pretexto el agresor esgrimió el apresamiento de tres barcos de esa bandera que depredaban sin autorización del gobierno isleño del gobernador Luis Vernet la fauna local. Se dedicaban a la caza no controlada de lobos marinos en la zona”.
“Ésta fue la agresión, que originó el conflicto que dura hasta nuestros días, al ocupar posteriormente Gran Bretaña las Islas Malvinas, que las retiene hasta hoy contra la voluntad de la Argentina, sin que jamás fue alegada por los Estados Unidos de América la Doctrina Monroe (América para los americanos). Gran Bretaña tenía fundadas dudas sobre los objetivos expansionistas de los EUA en relación con las Malvinas; por ello aceleró la ocupación y retención de ese territorio argentino”, remarcó Méndez.
Como lo señalara el citado historiador caribeño el gobierno estadounidense urgió a su par británico para que ocupara las islas. Así lo hizo saber el representante de Gran Bretaña en los EUA a sus autoridades en Londres precisando que los “Estados Unidos y su representante en la Argentina están listos a reconocer los derechos soberanos de Su Majestad Británica en las Islas Malvinas”, añadiendo que “El gobierno inglés debe notificar al de los Estados Unidos sus derechos a la soberanía de las islas e impedir que una horda de piratas moleste el comercio de los Estados Unidos. Así me lo ha prometido”.
Al respecto Méndez puntualizó que “Cuando hablaba de hordas se refería sin dudas a los argentinos con el gobernador (Luis Elías) Vernet al frente o al gesto digno posterior del gaucho Antonio Rivero, quien con solo siete argentinos arrió la bandera inglesa y colocó la nacional el 26 de agosto de 1833, como una expresión de rebeldía contra el invasor, que apenas duró unos pocos meses, pero dejó un legado de patriotismo”. Tras cartón, el primero de octubre de ese mismo 1833, se produjo un primer desembarco de marines estadounidenses en el puerto de la ahora CABA, también con el pretexto de defender intereses de ciudadanos de ese país. Ese contingente permaneció en la Argentina durante dos semanas.
Ello dio lugar a un distanciamiento pero como se señala en “Malvinización y Desmentirización”, “El 2 de marzo de 1839, el gobierno argentino renovó sus relaciones con Estados Unidos y pidió explicaciones a ese gobierno por el bombardeo de Puerto Soledad por el barco de guerra norteamericano Lexington. Estados Unidos respondió que cualquier decisión quedaba en espera de la solución del conflicto entre la Argentina e Inglaterra sobre la soberanía de las Islas Malvinas”.
Tiempo después las autoridades estadounidenses, además de no dar satisfacción diplomática al gobierno argentino por la agresión, se negó a pagar una indemnización por los daños causados alegando que dichas islas estaban abandonadas. Por otra parte, el 24 de noviembre de 1849 , hacen hoy 174 años, gobernando Rosas, los gobiernos británico y argentino pusieron fin al conflicto por la pretensión de la metrópoli londinense de intervenir en los asuntos internos de los países del Río de la Plata y de participar en sus querellas internas, situación que prevalecía desde 1838. Gran Bretaña reconoció que la navegación por el río Paraná estaba sujeta a las leyes y reglamentos de la Confederación Argentina. Nueve meses más tarde Francia y la Argentina firmaron un acuerdo similar. Este acuerdo fue calificado como: “uno de los más genuinos y legítimos triunfos” de la diplomacia argentina.
Claro que derrotado Rosas ese 3 de febrero de 1852, al poco tiempo Urquiza, en nombre de la Confederación Argentina, estableció que la navegación de los ríos Paraná y Uruguay estaba permitida a todo buque mercante cualquiera sea su nacionalidad, procedencia y tonelaje al tiempo que extendió el permiso a los buques de guerra de las naciones amigas, lo cual, poco después fue ratificado por Bartolomé Mitre y Adolfo Alsina en nombre de la Provincia de Buenos Aires. Y cabe señalar que los grandes beneficiarios de ello fueron los brasileros, los británicos, los estadounidenses y los franceses.