La nación inconclusa

En Bolivia, hasta que no asumió Evo Morales, no había Procuración del Tesoro: directamente no tenían. Los recursos de los bolivianos no eran propiamente de los bolivianos: no había un abogado que los defendiera como recursos nacionales. Evo creó la Procuración, que hoy encabeza Wilfredo Chávez, que fue su abogado en el exilio argentino, durante el gobierno de facto de Jeanine Áñez, apoyada hoy solo por Bolsonaro, y la Escuela de Abogados la dirige un letrado que fue alumno de Taiana en Argentina, en un programa de la Universidad de San Martín, destinado a promover la integración latinoamericana.

Abelardo Ramos, el Colorado, decía que América Latina es la nación inconclusa. Así sigue, cuesta reconocerlo, aún hoy: inconclusa. Es una tarea pendiente reconstruir y rearmar –reconquistar– nuestra independencia. La casa de Monteagudo no puede ser una pizzería a pocos metros de la Plaza de la Independencia en Tucumán. Tenemos que honrar nuestra memoria histórica. Más a quienes nos legaron la emancipación. Monteagudo no puede ser –como Castelli no puede ser– un completo desconocido. Ese desconocimiento no es casual. Y cuesta caro.

En la tapa de su libro Historia de la nación latinoamericana, cuyo título original fue Latinoamérica, un país, Abelardo Ramos usa una imagen de Haití, primer país en independizarse en nuestro continente. La tapa del libro rememora la Batalla de Vertières, revuelta esclava contra Francia, hecho determinante para que luego los haitianos colaboraran con armas con Bolívar en su tarea de emancipación regional. Jamaica ya estaba derrotada. Los haitianos impulsaron a Bolívar para que retomara la lucha por la independencia, pero le pusieron como condición de su apoyo que decretara la abolición de la esclavitud. Bolívar era de las clases patriotas ricas venezolanas, y como tal, era esclavista. Fue Pétion quien le hizo ver que la independencia de España no debía darse sin la abolición de la esclavitud de los negros. Así, la independencia se asoció a otra bandera: la justicia social. Los precursores del antiesclavismo son los haitianos, hoy el país más pobre y olvidado de nuestra región. No es un simbolismo.

El hijo de Abelardo Ramos, el también historiador, Víctor Ramos, está editando en la actualidad, en el Instituto de Revisionismo Histórico Lationoamericano, la correspondencia entre Simón Bolívar y Alexandre Pétion (Cartas secretas de la revolución). Esta correspondencia (inédita en Argentina) estaba en el Centro Nacional de Historia de Caracas, Venezuela, y tiene un enorme valor histórico y simbólico para volver a pensar nuestra independencia, que aún no fue conquistada enteramente. Está por hacerse realidad. Bolívar, Pétion, Castelli, Moreno, Monteagudo, San Martín, no pueden ser próceres de bronce, como decía Rodolfo Wash: los necesitamos vivos. No muertos.

Los nombres no son inocentes. Cabría preguntarse por qué en los aeropuertos del sur argentino, a pocos kilómetros de las Malvinas argentinas, la concesión está a cargo de una empresa llamada London Supply, que nació proveyendo de buques en los principales puertos del país. Cabría preguntarse por qué en Tierra del Fuego las tiendas de ropa de esquí y el bar del Cerro Castor, donde van cientos de turistas, se llama nada menos que Popper, que fue quien masacró a cientos de indios en el sur. Julio Popper fue uno de los principales responsables del exterminio de los indígenas selknams que habitaron Tierra del Fuego.

Estos nombres también hablan de nuestra no emancipación cultural latinoamericana: nos dicen todo lo que falta por hacer. La emancipación que nos legaron no es una historia vacía que se repite en los actos escolares. Es una tarea inconclusa, caliente, viva, que todavía tenemos que realizar nosotros. No puede ser que una tienda de botas de esquí lleve el nombre de un asesino de indígenas que dominaba un ejército de mercenarios, o que un aeropuerto (en Misiones, Chubut, Tierra del Fuego) a muy pocos kilómetros de las islas Malvinas, lleve el nombre de la capital del imperio británico. Es una afrenta a la memoria de nuestros soldados, que es un deber honrar, porque dieron la vida por este país. Su vocación no fue otra más que servir a nuestra nación.

*Director nacional de la Escuela del Cuerpo de Abogadas y Abogados del Estado (ECAE).

Fuente: www.perfil.com

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