José Boglich y la cuestión agraria. Por Gustavo Battistoni

Entre los estudiosos de la cuestión agraria, sin dudas, el que mejor mixturó la teoría y la práctica en su investigación fue el marxista José Boglich. Croata, nacido en 1886 en Vrboska, Isla de Hvar, en el mar Adriático, llegó con su familia a nuestro país en 1906. En 1912 comenzó su militancia política en la izquierda argentina, teniendo un papel destacado como líder en El Grito de Alcorta. 

Ejerció la presidencia de la seccional Firmat de la Federación Agraria Argentina, siendo delegado de la misma en el Congreso de la FAA de febrero de 1914. Radicado en Barlett, colonia agrícola cercana a Bigand, fundó en 1915 la Biblioteca Carlos Marx. Fue un asiduo colaborador en el periódico La Tierra, donde comenzó sus análisis del desarrollo del capitalismo en el campo argentino.

 En 1919, en plena crisis y conflicto de clases, fue elegido integrante de la comisión directiva de la Federación Agraria Argentina. Simpatizante del Partido Socialista en una primera etapa, fue girando hacia posiciones más cercanas al bolchevismo siendo organizador del Partido Socialista Internacional, militante del Partido Comunista, para romper con éste y acercarse al Partido Socialista Obrero, a fines de la década del treinta del siglo pasado. Radicado en la ciudad de Pergamino, muere en 1943. Para más datos sobre su vida, remitimos al excelente trabajo Tras la huella socialista en Firmat de Alfredo Luis Cecchi.

En este artículo analizo principalmente su libro de 1933, El problema agrario y la crisis actual, Ediciones ARAS, una joya que encontré en la Biblioteca Nosotros de mi ciudad hace muchos años, y que goza de una palpitante actualidad. Esta obra  tiene una reedición revisada que hizo Boglich en 1937, y tituló La Cuestión Agraria.

El marxismo argentino ha  descuidado bastante el estudio de la cuestión de la tierra, a pesar de que Juan B. Justo, Reinaldo Frigerio, Jorge Enea Spilimbergo  y Guillermo Flichman, entre otros, hicieron importantes aportes a la temática. Carlos Marx, dedicó, en el tercer tomo de El Capital, agudas observaciones sobre el desarrollo del capitalismo en el agro, y en particular al problema de la renta de la tierra:”…lo que caracteriza a la renta de la tierra no es el hecho de que los productos agrícolas se desarrollan hasta convertirse en valores, es decir, el que se enfrente como mercancías a otras mercancías, mientras los productos no agrícolas se enfrenten a ellos como tales mercancías, o el que se desarrollen como expresiones especiales de trabajo social. Lo característico de la renta del suelo es que bajo las condiciones en que los productos agrícolas se desarrollen como valores (como mercancías) y bajo las condiciones de realización de sus valores, se desarrolla también la capacidad de la propiedad territorial para apropiarse de una parte cada vez mayor de estos valores creados sin intervención suya, convirtiéndose así en renta de la tierra de una parte cada vez mayor de plusvalía”.

José Boglich, siguiendo a su maestro, afirma: “Si de acuerdo a la dialéctica marxista, la renta no proviene de la tierra sino de las relaciones sociales en que la explotación se verifica, la tierra, o mejor dicho la propiedad territorial, no es capital porque no encierra ningún trabajo social, y la tierra capital solo da interés por la capitalización de la renta”. Párrafo por demás de sugestivo que nos hace pensar sobre el origen de los beneficios de los rentistas pampeanos.

Y agrega, sobre este concepto fundamental para entender nuestro atraso secular: “Aunque luego con el desarrollo social la tierra adquiere un valor y da renta, esa renta es impuesta por el solo hecho de que la propiedad privada del suelo representa un monopolio y a sus poseedores le es permitido imponer y elevar ese tributo que es la renta, en tanto que van aumentando las necesidades que tiene la sociedad de la explotación y el uso social de la tierra”.

Estudiando la concentración de la tierra en la historia argentina, llegaba a la conclusión, a diferencia de otros pensadores socialistas, que las leyes de concentración del capital en el agro se cumplían del mismo modo inexorable que la tendencia centralizadora en la industria: “…tanto en el proceso industrial como en el agrícola, la proletarización o el empobrecimiento de las masas es un hecho inevitable; el obrero industrial y el pequeño campesino semi-proletario tienen dentro del sistema capitalista de producción un mismo porvenir”. La certeza de este análisis está corroborada por el presente del campo santafesino. Según el informe final del Censo Agropecuario 2018, la cantidad de Explotaciones Agropecuarias alcanzaba en la Provincia de Santa Fe a 19.802 unidades, contra las 36.884 unidades que existían en 1988, datos elocuentes que nos dan una clara radiografía de la concentración y centralización de la propiedad en cada vez menos manos. 

Además, la superficie promedio de las explotaciones era, para toda la provincia, en el año 2002, de 401 hectáreas contra 475 hectáreas en 2018. Aclaremos que la productividad de la tierra no es la misma en el Departamento 9 de Julio, en el norte provincial, con 888 explotaciones y 1.155.000  hectáreas, que en el Departamento General López, que tiene 2118 explotaciones, en 993.000 hectáreas. Menos de 2000 explotaciones trabajan, en la provincia, casi el 60% de la tierra, lo que es otro indicador preciso del grado de centralización de los recursos.

Otro análisis que mantiene su plena actualidad es sobre el papel del capital financiero en el campo: “…como hemos dicho, el capitalismo financiero, que en su desarrollo imperialista y en su acumulación de capital-dinero se ve forzado a buscar nuevos campos de operaciones…es él el que se encarga de la financiación de estas nuevas empresas agrícolas, lo mismo que la industrialización y comercialización de sus productos…”. Desde el proceso cívico militar, las reformas del menemismo analizadas brillantemente por Eduardo Basualdo y  Manuel Khavisse, en su libro El nuevo poder terrateniente, y hasta el día de hoy, la presencia del capital financiero por medio de los pools de siembra y otros instrumentos, no ha hecho más que aumentar.

El problema agrario y la crisis actual, de José Boglich, es indudablemente un clásico del pensamiento agrario argentino. Estudiarlo, para comprender desde una perspectiva histórica nuestra situación actual, es un deber irrefragable.

Fuente: El Correo de Firmat

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