“Las cartas de Tosco”. Estudio de Elio Noé Salcedo

Ensayo crítico sobre el pensamiento político-sindical

de Agustín Tosco (1969 – 1972)

Entre 1969 y 1972, producto de su lucha política y sindical, Agustín Tosco -a quien consideramos un genuino luchador, más allá de sus posiciones políticas que no compartimos- es encarcelado varias veces en distintas prisiones de nuestro país. Después de ser condenado junto a Elpidio Torres -el líder del SMATA Córdoba- por los Consejos de Guerra implementados durante el Cordobazo, fue a parar a las cárceles de Santa Rosa, La Pampa, y Rawson, Chubut, hasta que la presión popular por “la libertad de todos los presos políticos” con motivo de las fiestas de fin de año, le arrancara a la dictadura una amnistía que los liberó. En efecto, esa acción popular rescataría de la cárcel a los condenados por el Cordobazo (en total siete), pudiendo pasar las fiestas de fin de año de 1969 junto a sus familiares, compañeros y comprovincianos.

El 28 de abril de 1971, a raíz del Viborazo –“un gran paro activo del 15 de marzo de 1971, del que resultó nuevamente la ocupación de la ciudad por las fuerzas obreras y populares”, “menos espontaneo y numeroso que el primer Cordobazo”, que “contó con la abundante presencia, a bandera desplegada, de las organizaciones armadas y la ultraizquierda”, según el fiel relato del historiador Robert A. Ferrero-, el Poder Ejecutivo de facto dictó un decreto poniendo a Tosco a su disposición. Agustín Tosco pasó de su provincia al penal de Villa Devoto, en Buenos Aires, y luego nuevamente al de Rawson. Tras 17 meses de encarcelamiento, fue liberado el 23 de setiembre de 1972.

Una antología de los testimonios expuestos a través de su correspondencia desde la cárcel entre 1969 y 1972 fue publicada en 1975 bajo el título “La lucha debe continuar. Testimonio del Cordobazo”, prologado por el dirigente radical Hipólito Solari Yrigoyen. Ese libro resume el pensamiento político y sindical del dirigente cordobés lucifuercista, a través de una treintena de misivas, algunos reportajes de la revista “Extra, “Primera Plana”, “Panorama” y un manifiesto o documento escrito ad hoc por Tosco sobre el Cordobazo; cartas, reportajes y documento que nosotros nos proponemos analizar como aporte a la formación de una profunda, crítica y auténtica conciencia histórica y nacional.

En todos los casos, se respetan las fechas de la correspondencia que aparecen en el libro citado y los títulos de referencia que encabezan cada misiva. No obstante, antes de comenzar ese análisis, con el fin de aclarar nuestra posición y enfoque sobre estos textos y sobre el pensamiento político de Agustín Tosco, digamos que Tosco fue – según nuestro leal entender-, un genuino luchador y un gran dirigente sindical, aunque políticamente equivocado.

Fue fiel a los afiliados de su gremio y obtuvo por esa razón la fidelidad de los suyos por el largo tiempo que duró y que renovó su mandato al frente del gremio de Luz y Fuerza de Córdoba. Como otros grandes dirigentes sindicales, se mantuvo mucho tiempo al frente de su gremio precisamente por esas razones.

Dentro de lo que podríamos llamar la izquierda sindical no peronista, socialista y/o “de concepción marxista” -como el propio Tosco se define- fue el más grande y tenaz sindicalista de su época. Dentro de los sectores que enfrentaron políticamente al sindicalismo peronista (o sindicalismo ortodoxo como le llaman algunos), tal vez solo Raimundo Ongaro -líder de una de las dos CGT en la que se dividió el sindicalismo argentino en 1968-, logró adquirir la trascendencia en el tiempo (incluso hasta hoy) que tuvo Tosco incluso a nivel nacional. En febrero de 1973, es Tosco, y ningún otro dirigente sindical, la figura de contraparte que enfrenta a José Ignacio Rucci -secretario general de la CGT y máximo dirigente del movimiento obrero- en el famoso debate por televisión del programa Las Dos Campanas, emitido por el viejo Canal 11 capitalino.

Si bien sabemos lo que Tosco significa para muchos como “emblema de lucha”, sin embargo, no es Tosco -a nuestro leal entender- un dirigente sindical que se pueda reivindicar por sus posturas políticas, a no ser que pensemos que el peronismo es o fue un movimiento fascista (como sospechaba la izquierda en el 45 y Tosco sugiere en su correspondencia del 14/11/69); que Perón era un militar burgués despreciable y no un verdadero caudillo de masas y en particular de la clase trabajadora argentina; que Augusto Vandor y Elpidio Torres (a quien Tosco omite nombrar en su reseña del Cordobazo y en la totalidad de sus misivas), no fueron dirigentes combativos y fieles a sus gremios, a sus representados y al movimiento obrero en general -con lo cual se faltaría a la verdad histórica- y, por el contrario, que esos dirigentes, como otros tantos, pueden ser ninguneados y/o desacreditados  livianamente (o lo que es peor, catalogados de traidores a la clase obrera y a la Patria), sin más argumentos que ser peronistas y no socialistas.

Se desconoce, además, que hay un socialismo nacional que reivindica al peronismo histórico y a las masas peronistas como protagonistas de esta etapa progresista de la historia, que comenzara un 17 de octubre de 1945 y que marcara otro trascendente hito con el Cordobazo y continúa inconclusa; que el propio Rucci reivindicaría al socialismo nacional como sustancia del peronismo, en aquel famoso debate de 1973; y que hasta el propio Perón lo reivindicaba como nombre propio para denominar a su movimiento, finalmente llamado Justicialista y no Socialista (como se llamaban otros movimientos y partidos políticos de la época), en mérito y tributo a uno de los dos términos de la bandera de Justicia Social que le daba identidad a su movimiento.

Integrante de una minoría dentro del movimiento sindical argentino, Tosco tuvo posturas enfrentadas con el peronismo en general y en particular con la dirigencia sindical peronista que representaba a la mayoría, para quienes no ahorró apelativos y acusaciones, de acuerdo o contagiado con esa ideología izquierdista o ultraizquierdista de su época, que nunca fue mayoría a nivel de los argentinos en general ni en el sindicalismo argentino en particular, salvo en casos muy puntuales.

Sin embargo, Tosco -considerado un referente casi exclusivo del sindicalismo combativo de todas las épocas por la cultura oficial, del que su participación en el debate de 1973 es una muestra patente- cuenta con su estatua en el corazón de Córdoba (ex Plaza Vélez Sarsfield). En cambio, Elpidio Torres, perteneciente a un movimiento histórico anti sistema como el peronismo, cuyo gremio multitudinario -organizado y con alta conciencia de la hora- fue determinante en el éxito del Cordobazo, obtuvo ese reconocimiento a medias y recién hace muy pocos años, en un lugar no tan central de la propia capital cordobesa. Llama bastante la atención, pero en aquel debate de 1973, Tosco es tratado con mayor consideración que Rucci (a pesar de su jerarquía y de su trayectoria), como se puede deducir del desarrollo del debate y del balance final de dos de los tres periodistas que participaron del panel de reporteros.   

Este análisis -con la misma crudeza que Tosco utiliza en sus cuestionamientos al sindicalismo peronista, aunque aspiramos que sea con mayor certeza – tiene la intención de analizar, sin ocultamientos, el pensamiento de Tosco volcado en sus cartas desde la cárcel, carente, a nuestro entender de una visión y sentido nacional profundo en términos políticos e ideológicos.

Atravesado por un perfil anti peronista clásico y ortodoxo de raíz juanbejustista (con criterios socialistas o marxistas europeos y abstractos, ajenos a nuestra realidad criolla objetiva), Tosco es injusto y arbitrario cuando juzga al peronismo real, a los dirigentes sindicales peronistas de la larga e intensa resistencia peronista y a muchos dirigentes en particular, sin reconocer en principio ni en última instancia su dimensión histórica, sus luchas y combatividad y su proyección en la realidad concreta como verdadera expresión y representación de las mayorías obreras y de su conciencia histórica en una etapa determinada -muy progresista, y para nada conservadora o retardataria- de su historia.

En definitiva y en términos generales, Tosco entiende que el logro o alcance de la Liberación Nacional y Social (bandera que históricamente pertenece al peronismo y no al socialismo en la Argentina) no pasa por el movimiento obrero peronista, cuyos dirigentes e ideología forman parte del sistema, y que solo la lucha directa contra la burguesía argentina -sin diferenciar entre burguesía imperialista y burguesía nacional, como distingue el peronismo- salvará a la Argentina.

Con estas mínimas aclaraciones, comencemos la tarea que nos hemos propuesto, a fin de desmitificar un aspecto de la realidad histórica, no tan clara -creemos- para la mayoría de las nuevas e incluso de las anteriores generaciones argentinas.

Elio Noé Salcedo

La dignidad en alto…

(Cárcel de Santa Rosa, 12 de junio de 1969)

En esta primera carta hay, sin admitirlo expresamente, un reconocimiento al peronismo histórico -con fundamentales y valiosos méritos tanto en la resistencia después de 1955 como en el Cordobazo– si bien Tosco no lo dice a lo largo de toda su correspondencia. Después de mencionar (sin reconocerlas como tal) las grandes consignas históricas del peronismo “de la Justicia Social y de la Liberación Nacional”, que admite, “han adquirido mayor valor para nosotros”, confirma en esta carta del 12 de junio de 1969 lo siguiente sobre esas consignas: “Si antes las sentíamos y las comprendíamos. Hoy son parte inseparable de nuestra conciencia y de nuestra doctrina sindical”. Aunque contradictoriamente las niega en los dirigentes y las mayorías que la sostienen como su doctrina.

Después de homenajear a los “mártires” del Cordobazo (asesinados por las balas policiales), Tosco ingresa en un tema que preocupa a la izquierda más que la propia revolución socialista: los dirigentes sindicales peronistas. En este caso, se trata de los repudiables “participacionistas”, “que en esta oportunidad -se aventura- también habrán “participado” (está con comillas) en la represión dictatorial; a los simuladores, a los oportunistas, a los débiles de espíritu, a los que se niegan a sí mismos, a los que se “salvan” pasándose, en complicidad o por omisión, a la vereda de enfrente”. A priori, solo podemos ver un verdadero pre-juicio. Aunque no entendemos de dónde proviene esta prevención sobre un grupo minoritario de dirigentes, después de un hecho masivo, auspicioso y victorioso del movimiento obrero como el Cordobazo, ocurrido hace apenas trece días antes de la emisión de su carta. No queda clara la importancia negativa de los “participacionistas” ante la exitosa pueblada y protagonismo masivo de los trabajadores.

Esos “repudiables” son, en definitiva, en palabras del mismo Tosco, “una minoría, privilegiada y reaccionaria”, que “reniega de la Patria”; “la vende o la entrega”, pero que, sin duda, ha sido derrotada por el impulso arrollador de los trabajadores y el pueblo de Córdoba. ¿A qué se debe que Tosco dedique su tiempo militante y su esfuerzo propagandístico a los marginados de un proceso que, heroicamente, han protagonizado las masas… peronistas en su inmensa mayoría?

Lo reconoce al final de esta carta: “Todas las preocupaciones y esfuerzos deben dirigirse, fundamentalmente, a erradicar al régimen que oprime al país. A reconquistar los derechos sindicales conculcados; a lograr un reconocimiento integral de los derechos humanos. En eso estuvimos todos y en eso debemos proseguir…”.

Reseña del Cordobazo…

(Cárcel de Rawson, 13 de julio de 1969)

En su primera reseña después de sucedido el Cordobazo, llama la atención su escueta referencia, ponderando un paro previo al de las históricas jornadas que acaban de acontecer tan solo un mes y medio antes de esta carta: “Ya el 16 de mayo, en Córdoba, se cumplió un extraordinario paro general de 24 horas. El 29 y 30 se cumpliría otro paro general de 37 horas, con actos públicos en demanda de soluciones”. Después se dedica a describir la represión acaecida al comenzar la gran movilización, la acción de las fuerzas represivas y sus consecuencias: “13 prisioneros de Rawson; los 11 de Neuquén y los 7 de Córdoba”.

La quita de “valor” o simple equiparación con otro “extraordinario paro general de 24 horas” trece días antes del Cordobazo, ¿a qué se debe? ¿Tosco no le da importancia a ese acontecimiento histórico? ¿No ha tomado todavía debida conciencia de esas jornadas? ¿Es que el protagonista principal del Cordobazo han sido las masas obreras y el pueblo de Córdoba y no los grupos militantes, y por eso no le merece, o le merece la misma atención que otro paro? ¿No ha actuado acaso junto a Elpidio Torres y Atilio López? ¿por qué nunca los nombra? ¿O es que el Cordobazo, en definitiva, no ha sido conducido principalmente por la izquierda sino por los sindicatos peronistas?

Hace trece días que la ultraizquierda ha asesinado a Augusto Timoteo Vandor, el más importante dirigente sindical de la Unión Obrera Metalúrgica de la República Argentina y de la Confederación General del Trabajo a nivel nacional. No hay una sola mención en esta carta a ese nefasto crimen ni el repudio correspondiente.

La adversidad es la prueba…

(Rawson, 9 de setiembre de 1969)

Nuestra mención no resulta caprichosa, sino que surge de la repetición y la frecuencia con la que se repite el ninguneo a las históricas jornadas del 29 de mayo. Veamos si no: “Las extraordinarias jornadas de lucha desarrolladas posteriormente al 29 y 30 de mayo -nos sorprende Tosco-, y las que continuarán en el futuro, demuestran que las consignas levantadas, reclamando profundos cambios estructurales y no simples negociaciones adaptacionistas al “statu quo”, siguen y seguirán subsistiendo y ampliándose cada vez con mayor profundidad y valor”. ¿No han sido suficientemente extraordinarias las jornadas del 29 y 30 de mayo, que ponen sobre el tapete de la agenda nacional reclamos profundos del pueblo argentino?

Si bien esas jornadas no han producido un cambio de las estructuras, como reclama Tosco, no obstante, han creado las condiciones de un verdadero cambio institucional -en el marco de una feroz dictadura-, que finalmente se producirá tal como quiere el pueblo argentino: caída de Onganía, detenimiento de la ofensiva económica y social contra el pueblo, convocatoria a elecciones libres para que el pueblo pueda expresar su voluntad soberana sin proscripciones… y la vuelta de Perón a la Patria. ¿Son acaso esas las demandas y reivindicaciones motivo de “simples negociaciones adaptacionistas al “status quo”? Claro, no son los reclamos de la izquierda argentina.

De la respuesta a esas preguntas surge el carácter ultraizquierdista de muchas posiciones que reclaman “profundos cambios estructurales” y no ven los cambios que la resistencia y la acción masiva del pueblo han generado o vienen generando. Tampoco hay mención a la actividad desplegada por los miles de obreros que participaron en el Cordobazo. La clase obrera concreta está ausente hasta aquí en las cartas.

Los acontecimientos que sobrevendrán demuestran que la izquierda argentina anti peronista y la ultraizquierda, poco habían aprendido de su errada visión de la historia argentina y latinoamericana y de sus errores y malas interpretaciones de la realidad nuestra de cada día. Y lo peor de eso, que han hecho escuela y forman parte de la versión “oficial” …

A Santiago Pampillón…

(Rawson, 12 de setiembre de 1969)

Esta carta, lógicamente, comienza con el recuerdo del asesinato de Santiago Pampillón tres años atrás, período en el que, según el propio Tosco, “el tiempo trascurrido ha dado respuesta a los interrogantes que el Pueblo, en su estupor, se formuló en esos dolorosos instantes”. La parcialidad es evidente. Aunque menciona en esa carta a otras tantas víctimas de Córdoba, Tucumán, Corrientes y Rosario, Tosco no se pregunta sobre el asesinato brutal de su colega dirigente sindical Augusto Vandor el 30 de junio de ese mismo año, sumamente doloroso para miles de trabajadores y del pueblo peronista, porque es su máximo dirigente.

¿No cayó Vandor también “por manifestar sus ideas y reclamar por sus derechos”? ¿Ese crimen no merece igualmente “la repulsa de la inmensa mayoría del país”? ¿Puede ser justa la muerte de un peronista y, sobre todo, si es dirigente sindical? ¿Vale más la vida de cualquier militante popular que la de un dirigente sindical peronista? ¿Acaso estamos justificando, aunque más no sea por elevación u omisión -tal vez involuntaria o inconscientemente-, el crimen político como metodología para dirimir diferencias dentro del movimiento obrero?

Los delitos que nos imputan…

(Rawson, 19 de setiembre de 1969)

En esta carta, Tosco se pregunta, con toda razón, respecto a los delitos que se les imputa a los dirigentes obreros y también estudiantiles del Cordobazo por “instigación a la rebelión e incitación a la violencia”:

“¿Y qué respaldo moral y legal tienen para ello los usurpadores del poder que sí instigaron a la rebelión e incitaron a la violencia de hecho contra las representaciones constituidas en el Poder Ejecutivo; Parlamento Nacional; Poder Judicial; Gobernaciones Provinciales; Asociaciones Profesionales de Trabajadores; Centros Estudiantiles Universitarios y toda delegación democráticamente elegida por los Sindicatos para representarlos en los directorios de las empresas; en las Cajas de Jubilaciones; en el Consejo Nacional del Salario Mínimo Vital y Móvil; etc.?”.

¿Cuál es el otro delito que se imputa?, se pregunta Tosco: “Alzarse en armas para cambiar la Constitución”. Por lo que se pregunta: “¿Y qué respaldo moral y legal tienen para ello los usurpadores del poder que se alzaron en armas para sancionar el Acta de la Revolución Argentina (1966); el Estatuto de la Revolución Argentina; el Anexo 3 -Objetivos Políticos (Fines de la Revolución)-, que con ello cambiaron, ¿violaron y subordinaron la Constitución Nacional?”.

Seguidamente, Tosco menciona cada delito que se imputa a los siete condenados por el Cordobazo y se contesta de igual manera, aludiendo principalmente a la falta de “respaldo moral y legal que tienen los usurpadores del poder, que se alzaron en armas, para anular violentamente el ejercicio de las facultades constitucionales e impidieron e impiden la renovación institucional en los términos y formas legales...”.  

Aquí Tosco descubre en su particular criterio que “lo que sucedió el 29 y 30 de mayo, lo que prosiguió y lo que continuará sucediendo con los compañeros y con todo el pueblo, es el uso de las formidables armas que siempre han existido y por siempre existirán, independientemente de las otras, y que son las armas morales de la verdad, de la justicia y de la libertad”.

Para Tosco, que responde en el fondo a un pensamiento idealista abstracto, más que político concreto -al menos en esta oportunidad-, “las que siempre han triunfado, y lograrán el triunfo definitivo, son las armas morales”. ¿Esa es la caracterización que una de las mentes más lúcidas de la “izquierda sindical” hace del Cordobazo?   

Tal vez sea conveniente y necesario en este momento transcribir el comentario tanto de Elpidio Torres, como también de uno de los integrantes de otro sector político y social muy activo durante el Cordobazo -Víctor Hugo Sáiz, secretario general del Partido Socialista de la Izquierda Nacional-, también condenado por la dictadura por los mismos delitos, que dan su testimonio sobre lo que ha triunfado en el Cordobazo y las “armas” utilizadas que, en ambos casos, responde más profundamente al pensamiento y la metodología histórica y política de la clase trabajadora argentina.

En una carta del 24 de octubre de 1969 a sus compañeros, también desde la cárcel -consciente de lo que ha sucedido en, con y a causa del Cordobazo-, Elpidio Torres hace alusión a otras “armas” más concretas  para explicar lo acontecido. Esas armas son: el “compromiso con su pueblo” de los dirigentes sindicales; el “alto grado de esclarecimiento que impera en todos y cada uno de mis compañeros”; “el orden y la coordinación(pues “no puede ni debe haber batallas aisladas”); “nuestraamplia y total movilización” (que no debe ser“usada como pantalla por algunos dirigentes que nada hacen y mucho hablan”).

Para los militantes de la Izquierda Nacional que participaron del Cordobazo se trata del “primer estallido revolucionario producido en la Argentina contemporánea”; el “fin a quince años (1955 – 1969) de derrotas nacionales y populares”; de “mujeres y hombres indignados contra el gobierno del “orden”, de la entrega al imperialismo, del peso fuerte y del pueblo enfermo”; del “profundo sentido nacional y revolucionario para rechazar, con todas sus fuerzas, a los enemigos de la Patria…”.

Todo ello tenía su razón de ser en lo señalado por el propio Elpidio Torres -cabeza principal del Cordobazo– en su autobiografía: “El Cordobazo fue el hecho social más importante producido por el Movimiento Obrero en el Interior del país”, dado que “aquellos trabajadores mecánicos casi improvisados que se incorporaron a IKA en 1956, habían crecido en su capacitación laboral y en su formación gremial y política…”. Eran esas condiciones las que sostenían “la fuerza de nuestro sindicatoy del propio movimiento obrero que en 1969 “había alcanzado un nivel de organización y una capacidad de movilización que lo pusieron a la vanguardia de las luchas populares en la Argentina y Latino América” (Torres dixit).

Esas eran las verdaderas armas con las que la clase trabajadora había logrado, junto al pueblo de Córdoba, poner en retirada en 1969 a la dictadura de 1966.    

El significado de las palabras…

(Rawson, 10 de octubre de 1969)

Esta carta resulta una de las más lúcidas y acertadas de Agustín Tosco, por la síntesis que en ella logra sobre la dictadura y sobre las declaraciones del ministro del Interior y las expresiones oficiales, cuando “el léxico oficial ha trastocado el significado de las palabras y conceptos económicos, sociales, políticos y culturales, tanto como se pretende dar sentido histórico positivo a todo aquello que está abiertamente a contramarcha de la historia”.

En esta carta, Tosco no solo traduce una a una las palabras que los gobernantes de turno han trastocado en su significado, sino que en su traducción utiliza el lenguaje que el pueblo reconoce, bastante alejado del lenguaje de la izquierda académica, ahora más influenciado tal vez por sus compañeros de cárcel, que no son todos de esa izquierda ortodoxa con la que Tosco comulga, sino peronistas como Elpidio Torres e integrantes del Partido Socialista de la Izquierda Nacional como Víctor Hugo Sáiz, igualmente condenados a la cárcel por la dictadura.

En ese nuevo diccionario, que significa un aporte a la lucha común, en el lenguaje del oficialismo, “Revolución Argentina”significa otra cosa que reacción antinacional y antipopular; “Transformación y Desarrollo” significa estancamiento y retroceso en la economía general de la Nación; “Estabilización Monetaria” significa salarios congelados e insuficientes, miseria y desocupación; “Esfuerzo Nacional” significa carestía de la vida, incremento de los impuestos y suba de los precios; “Comunitarismo y Democracia Social” significa en la voz de la dictadura de Onganía, anulación de las instituciones políticas, totalitarismo neofacista, instrumentación y manipulación de la opinión pública, permanencia indefinida en el poder de la oligarquía reinante; “Participación” significa Consejos Asesores de “representativos” y no de representantes, y eliminación de Directores Obreros, disolución de los Centros de Estudiantes y aval cómplice a los planes de resguardo y sostenimiento del sistema; “Libertad de Prensa” significa puertas cerradas en la radio y en la televisión para quienes no comulguen con la dictadura, y también clausura del semanario de la CGT de los Argentinos, de Azul y Blanco, de Prensa Confidencial, de Primera Plana, de Ojo, etc., etc.; “Defensa del Ser Nacional” significa confesionalismo, oscurantismo, persecución a las ideas renovadoras, a sacerdotes progresistas, a sindicalistas, a estudiantes, a profesores universitarios, a intelectuales, a profesionales, a políticos, a militares y a ciudadanos que reclaman imprescindibles y profundos cambios; “Defensa del Patrimonio Nacional” significa transferencia de los capitales nacionales a los monopolios extranjeros, privatización de las Empresas del Estado, fidelidad absoluta a las imposiciones del Fondo Monetario Internacional y del Banco Interamericano de Desarrollo; “Perfeccionamiento del Régimen Previsional” significa sucesivos aumentos de la edad para jubilarse, inactualización en las remuneraciones y atrasos en el pago de las mismas; “Libre Discusión de los Convenios” significa ajustar las Comisiones Paritarias a un estrecho plazo de treinta días para después imponer un laudo gubernamental inapelable, constriñendo los aumentos a un arbitrario tope ya fijado previamente pero sin difusión pública”; y así algunas otras.

Al finalizar la exposición de dicho diccionario y traducir lo qué significa “Planes Subversivos”, si bien lo traduce correctamente como “las justas e indignadas protestas de todo un pueblo en multitudinarias y elocuentes demostraciones de rechazo a la dictadura”, como está “acabadamente probado el 16 de mayo, el 29 y 30 de mayo, el 17 y 18 de junio, el 1º de julio, el 30 de julio, el 27 de agosto, el 16 y 17 de setiembre…”, una vez más, pone en un pie de igualdad al Cordobazo (lo que significa ningunearlo de alguna manera) con los paros anteriores y posteriores que se han sucedido durante un año particularmente agitado por el hartazgo del pueblo a raíz de la política económica y social de la dictadura de Onganía, sin destacar particularmente esa fecha heroica y gloriosa de los trabajadores y del pueblo cordobés. Tal vez para él no ha tenido el resultado esperado.

Parece que cuentan más las veces, que la dimensión de cada protesta, en las que los días 29 y 30 de mayo de 1969 -como lo había sido asimismo el 17 de octubre de 1945- adquirieron para la historia del movimiento obrero de Córdoba e incluso del país todo, un lugar muy importante y realmente extraordinario. Más tarde, la izquierda, la ultraizquierda y los grupos armados intentarían reivindicarlo como propio…    

Los enemigos de la Nación…

(Rawson, 24 de octubre de 1969)

¿Quiénes son “los enemigos de la Nación”, que Tosco identifica en esta carta?

Si bien aquí Tosco también interpreta acertadamente quiénes son los destinatarios de la acusación de “enemigos de la Nación” que hace la dictadura, pretendiendo en realidad sindicar “a quienes no comparten y luchan contra la política regresiva, antipopular y reaccionaria, que se impone desde la Casa Rosada”, no obstante, incorpora sutilmente un elemento de diferenciación que está siempre presente en su discurso político, defendiendo “a quienes exponen las causas fundamentales que originan el descontento y las protestas populares con lenguaje claro, valiente, no teñido de oportunismo colaboracionista”.

¿Quiénes son los únicos que tienen una inteligencia superior para exponer “las causas fundamentales que originan el descontento y las protestas populares”? ¿Quiénes utilizan “un lenguaje claro, valiente, no teñido de oportunismo colaboracionista”? ¿Quiénes son “oportunistas” respecto al régimen militar y quién son los “colaboracionistas” de la dictadura, según Tosco? Los identifica, según su parecer, en cartas posteriores.

En esta carta del 24 de octubre de 1969, al mismo tiempo que trata socarronamente al dirigente sindical de La Fraternidad Cesareo Melgarejo de “amigo de la Nación”, dado su “optimismo” por la reunión con el Gobierno, se sorprende por las diferencias con el gobierno que éste señala a la salida de la audiencia con Onganía, cuando Melgarejo (con “lenguaje claro, valiente” y “no teñido de oportunismo colaboracionista”) “protestó y señaló que el incremento salarial era una aberración y que con tales decisiones nada se arreglaba”. Así también, termina revelando en esta misma carta que “después del discurso de Dagnino Pastore y del propio Onganía, Melgarejo tuvo que hacer una especie de acto de contricción y arrepentirse, con lo que por allí -se corrige Tosco- quedaba vinculado a los “enemigos de la Nación”.

En otro momento de esta carta, cuestiona con buenos argumentos las arbitrariedades de la dictadura, y en algún momento se pregunta con justicia: “¿Por qué no restituyen los gremios intervenidos, o llaman a elecciones libres en los mismos, en forma inmediata, con participación de las direcciones dejadas cesantes o encarceladas…?”. Lo malo no está en esta pregunta ni en lo que la pregunta demanda, sino en la crítica que Tosco y sus amigos hacen o harán cuando en alguna oportunidad el gobierno llama a elecciones y restituye un gremio intervenido, acusando a los sindicalistas y trabajadores que se presentan a recuperar legítimamente su gremio, de “colaboracionistas” o “participacionistas”. ¿Los que acusan a otros de “gatopardismo”, no practican una suerte de “gataflorismo”? 

Cuando una mayoría de trabajadores elige a sus representantes sindicales, de la mejor manera está definiendo “con absoluta claridad -como reclama Tosco al final de esta carta-, quiénes son los verdaderos enemigos de la Nación y quiénes los verdaderos servidores de los ideales patrióticos y populares de Justicia Social y Liberación Nacional”.

Panorama sindical 1969…

(Rawson, 7 de noviembre de 1969)

En esta carta, Tosco descarga gran parte de su artillería ideológica contra la dirigencia sindical peronista.

Después de señalar que “la historia del movimiento obrero es una historia de sacrificios, de obstáculos, de incomprensión, y tanto de actos heroicos como de iniquidades de toda naturaleza”, Tosco nos introduce en la raíz ideológica de su pensamiento político y en el fundamento principal de su actitud y conducta política frente al sindicalismo peronista.

La lucha por una vida mejor -sostiene Tosco-, por el pleno desarrollo de la personalidad de ser humano integrado a una sociedad sin explotadores ni explotados, frente a la evidente justicia que ello implica no solo trae consigo, a veces, el simple reconocimiento de ese alto objetivo, sino, además de la represión originada en los sectores reaccionarios que defienden sus espurios intereses, se suma la abierta complicidad de muchos titulados representantes de la clase trabajadora que pasan a ser aliados conscientes de quienes son sus principales opresores”. Este es su pensamiento sin filtro y sin matices.

Tosco pone en un mismo bando de aliados y cómplices a los “principales opresores” de la clase trabajadora en su conjunto, a “los sectores reaccionarios que defienden sus espurios intereses” y a los “titulados representantes de la clase trabajadora” (que ¡oh casualidad!, se trata justamente de la dirigencia sindical peronista sin distinción, porque Tosco no hace ninguna aclaración).  

Resulta importante destacar, a nuestro entender, que la raíz ideológica de esa confusión u error de Tosco y de los que piensan como él, al meter a todos los que no son “ellos” en una misma bolsa, tiene varias razones, entre otras, plantearse “una sociedad sin explotadores ni explotados”, cuando la sociedad argentina no ha alcanzado todavía un verdadero desarrollo capitalista, dejando en ese caso en el bando de los explotadores a pequeños y medianos empresarios argentinos que, aparte de dar trabajo a otros argentinos en su todavía inconsistente capitalización, sufren la competencia del gran capital imperialista que pretende borrarlos del mapa. Más que “explotadores” y “explotados”, la sociedad oligárquica produce en el seno del pueblo “ocupados” y “desocupados”, y ese es un grave problema que debe resolver un Movimiento de Liberación Nacional y Social.

Para empezar, Tosco y la izquierda sindical confunden objetivo táctico con objetivo estratégico, pero esa “confusión” deviene, en realidad, de una interpretación errada de la sociedad en la que vivimos (la Argentina), que no está dividida principalmente en su interior entre “explotadores” y “explotados” sino entre “clases productivas” (nacionales) de un país semicolonial (todavía no desarrollado en términos capitalistas), en lucha contra las clases parasitarias y especulativas (oligárquicas), socias del imperialismo que explota a nuestro país en su conjunto.

Pues bien, continúa Tosco en esta carta, “los signos precursores aislados aparentemente entre sí, pero con el común denominador de ser todos causados por la acción gubernativa del régimen, se materializaron en las luchas estudiantiles de Córdoba de 1966 (no hay mención a las luchas anteriores de la clase trabajadora contra el régimen pseudodemocrático y la política antiobrera de Illía); en diciembre del mismo año con un paro general; en marzo de 1967 con otro paro nacional; en las sucesivas intervenciones a los sindicatos; en la creación de la G.G.T de los Argentinos en 1968; en la huelga de Ensenada; en la huelga de la Fabril Financiera; en la huelga de los cañaverales tucumanos; en el norte de Santa Fe y en innumerables focos de resistencia que, sin mayor difusión pública, estuvieron señalando en forma permanente que la realidad estaba dada por un descontento y protesta generalizados, cubierta por la represión y no por un consentimiento del Pueblo y, en particular, de los trabajadores hacia la programática oficial”. Otra vez pasa de largo al Cordobazo.

El problema no es que ciertos signos aparezcan “aislados entre sí” y que los “innumerables focos de resistencia” tengan poca “difusión pública”; pasa que es la visión de Tosco y de la izquierda sindical la que resulta una visión sectaria, fragmentada y hasta reduccionista de la realidad argentina.

Para empezar, Tosco vuelve a omitir en esta enumeración al Cordobazo, y no ve en esos múltiples actos de resistencia a la dictadura -no solo en algunos sino en todos, muchos de ellos omitidos en esta lista- la cadena histórica de los acontecimientos; no ve en ellos la historia de un pueblo, concretamente del pueblo peronista desde 1945 a esa fecha.

Acto seguido, le toca el turno en la carta a Francisco Prado, ex secretario general de la Federación de Luz y Fuerza (adversario peronista y gremial de Tosco en Luz y Fuerza) y ex secretario general de la Confederación General del Trabajo. Para Tosco, él fue “el primer exponente de una política claudicante y cómplice con el régimen de Onganía”, y “en la mentalidad y en los intereses de Prado no había otra solución que el “diálogo” y “la participación”. No había otra perspectiva que acompañar a la Dictadura en el ablandamiento del movimiento obrero”.

Aventurada, peligrosa y temible opinión sin ofender justamente a los representados por Prado, tanto en el gremio de Luz y Fuerza como de la Confederación General del Trabajo a nivel nacional, sin diferenciar tampoco, desde una posición ultraizquierdista, provocativa y abstracta, la distancia que existe entre el “diálogo” o la “negociación” y la “participación” o el “colaboracionismo”, tratándose sobre todo de reivindicaciones sindicales en las que “el diálogo” y “la negociación” forman parte natural de la labor de un sindicalista, junto a las herramientas de enfrentamiento y endurecimiento de la posición llegado el caso.

Por el contrario, para Tosco, “la caída de Prado fue la primera derrota de la Dictadura en su empeño de lograr una C.G.T domesticada, “participadora” de un programa antipopular y antinacional”.

¿Los trabajadores peronistas, después de catorce años de dura y fuerte resistencia al sistema oligárquico que los desalojó del poder, proscribió a su movimiento y a su máximo líder, y que le fue quitando sus derechos durante el gobierno dictatorial de Aramburu y los gobiernos pseudo democráticos y también proscriptivos posteriores, fueron los “participantes” y cómplices de un programa antipopular y antinacional? Suena al menos como un despropósito, aunque haya habido seguramente en ese tiempo dirigentes que traicionaron a sus representados. Pero no es el caso del peronismo en general.

Por el contrario, Tosco ve en Pardo (que debió renunciar a la CGT) “una derrota de todos los dirigentes capituladores hasta la fecha”, pero, además, una “derrota de contenido doctrinario, ideológico y moral”. ¿Qué pretende cuestionar Tosco sino el contenido doctrinario, ideológico y moral del peronismo político y sindical? He allí adonde apunta el líder izquierdista.

Por fin -¡albricias!!!-, al promediar esta carta, Tosco reconoce por primera vez desde la cárcel, que la lucha que se dio en 1966, 1967 y 1968, “alcanzó su cúspide el 29 y 30 de mayo, en nuestra ciudad de Córdoba” (razón por la que fue encarcelado), después de la cual -admite también- “hasta los títeres participacionistas se “adherían” a los paros que se ejecutaban sucesiva y masivamente en toda la Nación”.

Después de otra andanada de duras críticas contra los “participacionistas”, los “colaboracionistas”, los “dialoguistas”, los “conciliadores”, los “veintistas” (de la Comisión de los Veinte), los “ilusos”, cobran, además, casi al final de la carta, las “proclamas y contraproclamas de las 62 Organizaciones Peronistas”.

Es así que “inspirados en el manifiesto del 1º de Mayo de la CGT de los Argentinos (y no también en los programas de La Falda y Huerta Grande, antecedentes necesarios del Manifiesto del 1º de Mayo de 1968), “la Clase Trabajadora y el estudiantado de Córdoba y muchas otras organizaciones obreras en el país… apuntalados por la Central Obrera de nuestra ciudad y por el cumplimiento del extraordinario para general del 29 y 30 de octubre, reivindicaron la dignidad que habían ultrajado los dirigentes capituladores de la Comisión de los 20”, razón por la que -explica Tosco ya al final de la carta-, “la Comisión de los 20 se disolvió, corrompida por su propia desvergüenza y entrega”.

Lo que no explica Tosco en esta carta del 7 de noviembre de 1969, cuando habla del Manifiesto del 1º de Mayo de la CGT de los Argentinos, es que la CGT-A entró en una etapa de disolución prácticamente un año antes, sin tampoco mencionar las causas.

Una C.G.T “apolítica”…

(Rawson, 14 de noviembre de 1969)

¿Existía en 1969 una CGT “apolítica”? ¿Hubo alguna vez una C.G.T. “apolítica”? ¿Era el movimiento sindical peronista un movimiento “apolítico”? ¿No fue el Cordobazo un acontecimiento político de excepción protagonizado principalmente por la clase trabajadora peronista? ¿Era político asesinar a un dirigente sindical? ¿Por qué Tosco no menciona en ningún momento el crimen de Augusto Vandor? ¿Quién condujo el Cordobazo? ¿Acaso Elpidio Torres era un dirigente despolitizado y no combativo? ¿Por qué no lo menciona en ninguna de sus cartas, reportajes ni testimonios?

Para empezar, Tosco reconoce en esta carta -desdiciéndose en parte de sus críticas al sindicalismo peronista por esa misma razón- que “uno de los objetivos fundamentales del movimiento obrero, en lo que hace a su organización interna, ha sido lograr la constitución de una sola Central Sindical, de forma de agrupar en ella la mayor cantidad posible de trabajadores, con el propósito de ejercer más eficazmente la defensa de sus derechos, promover nuevas reivindicaciones específicas…”, a lo que agrega: “y luchar por la transformación de la sociedad en la que los forjadores directos de todos los bienes que dispone, se encuentran injustamente relegados, cuando no ignominiosamente explotados”.

Digamos en primer lugar que la izquierda sindical no le hace honor a ese requisito muy bien planteado por Tosco cuando promueve u organiza sindicatos por fábrica para quitarle así la conducción de los sindicatos por industria al peronismo. En segundo lugar, Tosco introduce un criterio político socialista en la discusión, que no necesariamente debe cumplirse para defender acabadamente a los trabajadores, como hace el sindicalismo peronista -sin ser tampoco por eso “apolítico”- con la adhesión masiva y el reconocimiento expreso de sus representados.

¿Usa acaso la izquierda sindical argumentos políticos para criticar al sindicalismo peronista, y argumentos sindicales para cuestionar el “peronismo” de los dirigentes sindicales adversarios?

Quien haya leído un poco sobre historia del movimiento obrero -dice a continuación Tosco, en este caso con bastante razón-, sabe que el reconocimiento de su función institucional en la sociedad no ha sido un hecho espontáneo, ni ha sido el producto de la comprensión de los sectores dominantes, de origen patronal, sino que ha sido la consecuencia de largas luchas, heroicas muchas veces, en las que las derrota transitoria en varias circunstancias, no frenó su auge y su peso, cada vez mayor, en el ámbito social, económico y político, de cada país y en el mundo”. Pero una cosa es reconocer eso, y otra criticar al sindicalismo peronista por no ser socialista y por defender los derechos de los trabajadores a rajatabla con métodos sindicales.

Tal vez, con la intención de poner un buen ejemplo, aunque se trate de una realidad distante y ajena a la propia realidad argentina y latinoamericana, Tosco alude a la ley “Le Chapelier” dictada en Francia en 1791, “la mayoría de las constituciones modernas” y “en la propia Declaración Universal de los Derechos Humanos” de 1948, que “ante la imposibilidad de detener el ascenso de esta poderosa fuerza social y sin perjuicio de aplicar una persistente represión para mantenerla, total o parcialmente sometida, las patronales y las oligarquías enseñoreadas en el poder del Estado, procuraron circunscribirlas a sus problemas aparentemente específicos (lo “extrictamente gremial”) o atarla institucionalmente al carro de sus intereses”.

Pues bien, ese es el caso de Europa y Estados Unidos, que “se preocupó, por todos medios, hacer de la organización de la Clase Trabajadora, una institución subsidiaria de un sistema de esquematización política, pretendiendo, al mismo tiempo, que no tuviera visión ni capacidad de decisión en el mismo aspecto”.  Pero no es el caso de los trabajadores argentinos, que adquirieron con el peronismo su conciencia de clase ligada a un proyecto nacional anti imperialista e incluso continental latinoamericano.

Es necesario aclarar aquí, con la ayuda de Robert A. Ferrero (“Enajenación y Nacionalización del Socialismo Latinoamericano”, 2010), que “en América Latina, en cambio, el marxismo (doctrina a la que adhiere Tosco acríticamente y sin “nacionalizarla” previamente), introducido desde el viejo continente, se engarza en nuestra realidad para negarla sólo en la apariencia de su discurso más superficial y en sus declaradas intenciones respecto de un fin último revolucionario y socialista, pero funcionando de hecho, como el ala “izquierda” de la ideología oficial, a la que complementaba”.

Por eso Tosco cuestiona de raíz al peronismo y por consiguiente al sindicalismo peronista, entendiendo que ha nacido del mismo modo y con el mismo carácter de los regímenes autoritarios de Europa (insiste con ese tema en el debate de 1973), donde “el Estado corporativo, neocorporativo o comunitario, bajo el disfraz de la integración y concurrencia de fuerzas, representa una “involución” histórica donde, en definitiva, todo queda al servicio del sector dominante, por encima de los verdaderos intereses de la mayoría de la población y, de hecho, del propio país”.

Pero es todo lo contrario: en los países semicoloniales, explotados por el imperialismo reinante y su socia, la oligarquía nativa, los intereses del propio país, de la población y de la clase trabajadora confluyen en un frente o movimiento policlasista -en la Argentina el peronismo– para defender la Nación del opresor extranjero y sus aliados nativos.

La supeditación en muchos casos de la clase obrera -la mayoría- a una conducción política no propia del movimiento obrero (o sea “burguesa” nacional), en los países, como el nuestro, responde a la necesidad de cerrar filas ante un enemigo común, que no son precisamente los dueños de los medios de producción nacionales, sino por el contrario, los monopolios extranjeros (muchas veces importadores de manufacturas que el país produce o puede producir) o aliados al extranjero y la oligarquía (productora – exportadora solo de bienes primarios), que pretenden el dominio del país y de su economía para favorecer sus intereses concentrados.   

 Tosco se equivoca políticamente. El peronismo está en lo cierto política y sindicalmente (más allá de las agachadas de algún dirigente o de algún sector del movimiento en alguna circunstancia, que no es el caso precisamente del sector de los trabajadores). 

En el sentido señalado, para la concepción “izquierdista” sin contradicciones ni síntesis superadoras de una realidad muchas veces gris como la vida, para Tosco, “la Clase Trabajadora Argentina, la inmensa mayoría de la población, hoy no puede tener otra perspectiva ni otra intervención que la que le señala la política impuesta, por sí y para sí, por la Dictadura”. Y desafía a que alguien demuestre lo contrario. Entonces, “si la Dictadura se preocupa tanto de la “normalización” de la C.G.T., es para que ésta pueda hacer valer su punto de vista y su peso en otra política, que sea impuesta por la propia Dictadura; que es a su vez la de los monopolios, la de organismos crediticios y financieros internacionales y, en definitiva, la del imperialismo mundial del dinero; la política de los intereses de la metrópoli yanqui sobre su esfera en la división internacional del trabajo; la de la oligarquía nativa asociada a ese poder económico y político”. La recuperación de la CGT para los trabajadores es para Tosco, lisa y llanamente, una política reaccionaria. Eso es lo que se llama una posición ultraizquierdista, contraria a los intereses de los trabajadores.

Aunque reconoce que “la Dictadura de Onganía ha prohibido la discusión y la práctica política general en nuestro país”, no obstante, cuestiona al sindicalismo peronista por “apolítico”, dejándolo sin alternativas: si no hace política es porque responde a la política de la Dictadura; si hace política, es sectariamente “peronista”; y si se dedica a luchar por la recuperación de los sindicatos y las reivindicaciones sindicales, es porque es “apolítico” o cómplice de la dictadura.

Surge claramente la disyuntiva de la izquierda juanbejustista sin opciones para el país criollo: burguesía o proletariado; izquierda o derecha; socialismo o peronismo…, que a los ojos de la izquierda toscana o es “apolítico”, o es claudicante, o responde en cualquier caso a la Dictadura, porque, en definitiva, “es lo mismo”. No le ofrece ninguna opción a los trabajadores peronistas que no sea él y sus “bases” socialistas.        

 Sin embargo, Tosco se contradice sin posibilidad de lograr una síntesis superadora, al manifestar que “la preocupación de la Dictadura, y de todos sus corifeos, es una sola C.G.T.”, y que por eso “quiere una C.G.T. “apolítica” para hacer su política” (la de la Dictadura), cuando cuatro párrafos más adelante afirma que “la Dictadura quiere una sola C.G.T. como la quiere el movimiento obrero” sin distinción, más allá de las flagrantes diferencias de objetivos entre la dictadura y el movimiento obrero, como al final de esta carta lo admite.

Finalmente, con una posición sectaria y reduccionista de la realidad que analiza, Tosco deja asentado que no existen más que dos sectores sindicales enfrentados, opuestos y contradictorios, es decir: “los “títeres de la Dictadura”, el sector participacionista…”, por un lado (que al parecer, según su visión, representa a todo el peronismo), y “los Compañeros que tienen como programa el claro y valiente Manifiesto del 1º de Mayo de la C.G.T. de los Argentinos”, aunque “queda un gran núcleo de dirigentes por decidirse definitivamente”. Otra vez desconoce los programas mayoritarios, contundentes y peronistas (con visos de socialismo nacional) de La Falda y Huerta Grande.

Sin lugar para una tercera posición, ese “gran núcleo” tiene para Tosco “la clara opción de constituir una C.G.T. domesticada por y para Onganía y el neocorporativismo, o una C.G.T. identificada y consecuente con las reivindicaciones y aspiraciones del movimiento obrero, con los sectores progresistas del Pueblo y con los grandes objetivos de justicia social y de liberación nacional”.

Debiera haber sabido y dicho Tosco en esta carta, que, en verdad, a esta altura de 1969, ese gran núcleo de dirigentes ya se había decidido por la unidad del movimiento obrero pedida por Perón desde España después de la división de las dos CGT en marzo de 1968, y admitir además que la C.G.T. de los Argentinos (C.G.T.-A) ya se había disuelto al final del año ’68 (a excepción de Córdoba, donde permanecía vigente en mayo de 1969),sin cubrir a nivel país las expectativas que había levantado entre sus propios adherentes.   

                                       En Libertad…                                      

(Córdoba, 9 de diciembre de 1969)

En esta carta de agradecimiento al pueblo que los liberó y de renovado repudio a la dictadura que juzgó y condenó a varios años de cárcel a él y a sus compañeros de prisión (que no menciona por su nombre en ningún momento), Tosco menciona por fin, con justicia, al “glorioso Cordobazo”. Antes ha mencionado al “joven compañero, militante mecánico” que “cayó asesinado alevosamente de un balazo en el corazón: el compañero MENA”, aunque sin indicar que venía en la columna mayor del SMATA encabezaba por el mismo Elpidio Torres.

Después de descartar que “nuestro objetivo sea la violencia”, coincide con la declaración extraordinaria del Episcopado Latinoamericano en Medellín, “donde dice que cuando reina una tiranía evidente, cuando el Pueblo está sometido a la opresión y a la injusticia, lo que hace el Pueblo no es violencia: Es legítima defensa contra la violencia institucionalizada del régimen”. La equívoca interpretación de dicho mandato por algunos sectores de las clases medias llevaría a la práctica de métodos de lucha equivocados (individualistas, grupales y no colectivos), aplicados por actores, equivocados en la caracterización política de la realidad y en la definición concreta de los enemigos históricos del pueblo argentino.     

A continuación, el líder sindical dedica varios párrafos a identificar las víctimas de la violencia del régimen, en particular la violencia cotidiana “en aquel que no tiene pan para comer, que busca trabajo y no lo encuentra… en aquel que no tiene suficiente indumentaria para vestirse… en aquel que pasa toda su vida buscando un techo para guarecerse… que tiene que morir de la enfermedad por falta de tratamiento médico… a Jubilados que han dado toda una vida al servicio del país…”.  

“¿Es o no es violencia -insiste Tosco- sobre la gente que trabaja; sobre la gente humilde; sobre la gente que tiene esperanza…”? “Contra esa violencia, por la destrucción de esa violencia, por la paz entre los hombres realizándosetodos en la mayor medida de sus posibilidades, es que lucha el Pueblo Argentino; es que lucha el Movimiento Obrero Argentino; es que luchan los sectores progresistas; las instituciones políticas y religiosas avanzadas de todo el mundo…”.

Es por todo eso -termina diciendo Tosco sin más precisiones-, que “este llamado a la pacificación no puede tener ningún eco mientras no esté sustentado en auténticos valores humanos; mientras no resuelva los grandes problemas del Pueblo Argentino. Y estamos seguros de que este sistema, que este régimen dictatorial, no está dispuesto ni está inspirado, por más que lo proclame, en resolver ningún problema que padece nuestro Pueblo”.

Reportajes de la revista “Extra” …

(Cárcel de Buenos Aires, 22 de mayo de 1971)

Esta etapa que corre entre 1971 y 1972, con Tosco nuevamente en la cárcel, trascurre después del “Viborazo” (o segundo Cordobazo, como también se le conoce) del 15 de marzo de 1971, y después de haber renunciado Elpidio Torres a la secretaría general de la CGT Unificada, cuando se produce la reorganización de la CGT Córdoba y la elección de nuevas autoridades, resultando elegidos Atilio López como secretario general y Agustín Tosco como secretario adjunto el 13 de abril de 1971, cargo que ocuparía solo días, al ser encarcelado nuevamente. Desde su prisión de Villa Devoto, no obstante, derrotaría en su gremio de Luz y Fuerza la lista peronista de Sixto Ceballos, quedando como secretario general de su organización por un nuevo período.

Recordemos antes de proseguir, que el “Viborazo” -según refiere el historiador Ferrero- fue organizado “por un “Comando de Lucha” que lideraban Tosco y Atilio López, menos espontáneo y numeroso que el primer “Cordobazo”, y que “contó con la abundante presencia, a bandera desplegada, de las organizaciones armadas y la ultraizquierada”.

Cabe señalar también como antecedente histórico, que al ser elegido Elpidio Torres secretario general de la CGT Unificada de Córdoba el 4 de marzo de 1970 (fruto de un acuerdo entre “legalistas” y “ortodoxos”), como señala Roberto A. Ferrero en “Del Mutualismo al Navarrazo. Breve Historia del Movimiento Obrero de Córdoba”, Tosco se mantendrá “apartado, confiado en la reanimación de la CGT de los Argentinos (ongarista), que no se dio”.

Es también durante esa época de reorganización de la CGT de Córdoba “desarticulada por las represiones posteriores al Cordobazo que surge la tendencia que se conocería como “clasista”, que era una corriente de ultraizquierda, que decía luchar contra la dictadura, contra la burocracia sindical y en pro del socialismo -como bien dice Ferrero-, confundiendo en esto último el rol de los gremios con los del partido revolucionario”, confusión que Tosco insiste en repetir durante el transcurso del debate con Rucci en febrero de 1973.

En este reportaje de la revista “Extra”, más allá de las críticas al régimen, Tosco confirma la distinción que hace de su actitud y conducta respecto a la dictadura y problemas de la clase trabajadora, y la actitud y conducta que tienen los sindicalistas y trabajadores que no tienen su misma ideología política.

Cuando el periodista de la revista “Extra” le pregunta ¿cuál es la razón real de su encarcelamiento?, Tosco responde entre otros conceptos:

… A mí y a tantos otros nos persiguen y encarcelan porque no nos prestamos al juego hipócrita del régimen. Porque desnudamos sus verdaderas intenciones de preservar un estado de cosas con un ropaje de supuesto respeto a los inalienables derechos de la clase trabajadora y del Pueblo. Porque sabemos y advertimos sobre los viejos y los nuevos cuentos, que insiste en contar con distintos protagonistas, pero que son esencialmente iguales y no cambian, sino formalmente, el final. Porque no nos callamos que para desentrañar este inmenso fraude basta recordar que ya está aprobado el plan económico quinquenal 1971-1975, al mismo tiempo que se dice que en 1973 será respetada la voluntad soberana del Pueblo…”.

¿A quién se refiere Tosco cuando habla de los que no se prestan al juego, que desnudan las verdaderas intenciones de la dictadura, que saben y advierten sobre los viejos y los nuevos cuentos, que son sus protagonistas y que son esencialmente iguales y no cambian?

¿Se refiere a la partidocracia proscriptiva en general, a los radicales resentidos porque les quitaron el gobierno que ejercían en forma ilegítima (con la proscripción del peronismo), pero que siempre están más cerca de la oligarquía que de la clase trabajadora y el pueblo, a los jueces y constitucionalistas que hacen la vista gorda frente al atropello de la Constitución, o a los “socialistas” que integraron los Consejos Consultivos de la dictadura anterior? ¿Le preocupa a Tosco que vaya a haber elecciones sin proscripciones en 1973 para que termine ganando el peronismo? ¿Acaso la consigna que la izquierda defiende no es por entonces “ni golpe ni elección, revolución”, más allá de que Tosco muestre una cierta independencia de criterio respecto a ella?

En la siguiente pregunta y respuesta está la respuesta a nuestros interrogantes.

En una consulta que prácticamente induce y adelanta la respuesta, el periodista de “Extra” pregunta: “¿Usted reconoce que el sindicalismo argentino ha tenido desde 1955, a nivel dirigente, capacidad de lucha y lealtad para con el movimiento obrero, en forma coherente o por etapas…?”.

Tosco responde: “El sindicalismo argentino ha tenido y tiene a muchos dirigentes sacrificados, leales, sin mácula, al servicio de la clase trabajadora. Pero en todas las épocas, y especialmente a partir de 1966, ha tenido y tiene también las expresiones más decadentes, escandalosas y entregadas de su historia. Todos los dirigentes involucrados en la denominada “filosofía” del participacionismo y del dialoguismo, si fueron resultado auténtico de la expresión de las bases, la traicionaron para siempre. Y si no surgieron por la voluntad de los trabajadores (desconfía y acusa a la vez), son los hijos del fraude, de la delación, de las impugnaciones falseadas del fraude, de la delación, de las impugnaciones falseadas, de las intervenciones, todo bajo el paternalismo o el amparo de los usufructuarios del poder estatal y patronal”.

No es que no exista la “filosofía” del participacionismo y los dirigentes sindicales peronistas “participacionistas”. Sucede que Tosco desconoce al sindicalismo peronista en su totalidad y combatividad y mete a todos los dirigentes y trabajadores peronistas en una misma bolsa, porque pretende, entiende y está convencido de que el sindicalismo peronista es reaccionario y retrógrado en su concepción original, y es cómplice de esta nueva dictadura, aunque toda su trayectoria desde 1945 a esa fecha –resistencia mediante-, y el Cordobazo en particular, lo desmientan (tal vez por eso no le da tanta importancia a la gesta obrera y popular del 29 y 30 de mayo). Esta concepción ha hecho escuela y resulta ser la versión “oficial” a gusto de la “política de la historia” del sistema oligárquico vigente y dominante todavía en 2024.

La tercera pregunta y respuesta corrobora nuestra sospecha en general.

¿Cuáles han sido las razones de la claudicación de los dirigentes que usted señala…?”.

Tosco responde más enceguecido que nunca: “Quienes han claudicado carecen de una auténtica vocación humana de redención social. Carecen de sentimientos de fraternidad y de un claro pensamiento que los ubique, con precisión, en la lucha entre explotados y explotadores (Ya hemos analizado eso en otra carta anterior). Carecen de la resistencia necesaria para sacrificarse. No tienen fe ni esperanza en el triunfo de la Justicia Social. Son sensibles a las expresiones, a los halagos, a las componendas, a la vida cómoda y al calor oficial. Son dóciles instrumentos de la compraventa de los derechos y las reivindicaciones obreras y populares. Son renegados de su clase al servicio de la clase dominante (¿Será por eso -interrumpimos- que Perón está proscripto y los peronistas perseguidos y proscriptos desde 1955?). Esto, es en el aspecto moral. En el aspecto político son los que, con cualquier pretexto, defienden al sistema; piden que se le retoque con pinceladas de incoloro reformismo. Son los que hacen del cargo una profesión bastante rentable, como apéndice de una estructura sostenida por la oligarquía y el imperialismo”.

¡Oh casualidad!, esa fue la estructura y el sistema que derribó al peronismo en 1955, con la complicidad de la partidocracia de derecha a izquierda.   

Contrario censu, si hacemos un poco de historia en forma sintética, caemos en la cuenta de que la historia es distinta. Desde 1955 a 1971, el movimiento obrero con la conducción peronista había llevado adelante una combativa y recia resistencia, que había culminado -con alta conciencia, cohesión y organización- en el Cordobazo. Está plasmadoen el libro de Víctor Ramos, “Hombres de Acero. Historia Política de la Unión Obrera Metalúrgica”, la historia del gremio insignia de todo ese período, con Augusto Vandor a la cabeza, salvo por la preeminencia de Elpidio Torres (partidario y amigo de Vandor) y el gremio SMATA de Córdoba en la organización y concreción del Cordobazo (gesta del movimiento obrero subestimada o ninguneada en su época por la izquierda anti peronista y en particular por Agustín Tosco, como podemos ver en su correspondencia).

El fracaso de la “Revolución Argentina” …

(Cárcel de Villa Devoto, 1º de junio de 1971)

Aunque tiene claro de que “la lucha entre el Pueblo y la reacción se amplía y se agudiza cada vez más”, y que “el régimen no se resigna a una derrota definitiva, luego de la caducidad de sus dos primeras etapas con Onganía y Levington, que cayeron abatidos por las grandes movilizaciones populares desarrolladas en Córdoba, Rosario, Tucumán, El Chocón, Salta, Catamarca, La Rioja y, en general, en todo el territorio nacional” (pone nuevamente al Cordobazo a la misma altura que las demás puebladas, sin destacar el alcance histórico que tuvo el levantamiento de Córdoba), no obstante, no puede dejar de fustigar a la C.G.T., a la que, entiende, “cuerda le dan también” desde el oficialismo por su “participacionismo”, “con el descuento obligatorio, que ningún trabajador autorizó, para financiar la entrega y el sometimiento del movimiento obrero”.

Después de extender su cuestionamiento al “acuerdismo” y al “pactismo” de aquellos “que encarnizadamente combatieron (se refiere a sus amigos radicales) y que hoy quieren revivir y revitalizar y ponerlos de su lado para salvar siquiera los despojos de esta “agónica revolución nacional” (curioso es que Tosco llame irónicamente “revolución nacional” a la “revolución argentina”, emparejándola con la revolución peronista)”, rompe con los que “han preferido convertirse en la propia justificación histórica de quienes asaltaron el poder y los desplazaron a ellos calificándolos de ineficaces y perimidos” y que ahora “han venido a jurar, o al menos a convalidar, el propio Estatuto que los estigmatizó en junio de 1966”.

Cuando decimos que Tosco “rompe” con ellos, lo decimos porque esa izquierda avaló el golpe militar-radical del 55 y la proscripción también militar y pseudo democrática de Illía, que ganó y gobernó con el peronismo proscripto, siendo esa “izquierda” beneficiada por las decisiones de la política obrera del médico cordobés a través de la legalización de los sindicatos por fábrica, entre otras medidas.

Algo estaba pasando, sin duda en la sociedad argentina, después que la amplia clase media (incluida su izquierda) había roto con el sistema oligárquico al que había apoyado al menos hasta el golpe contra Illía y la “noche de los bastones largos”, y que ahora, con Tosco, reivindicaba de palabra, como al final de esta carta (aunque luego no lo cumpliera en la práctica), “la unidad de acción”, la “identidad fundamental de objetivos” para derrotar al “imperialismo”.

Decía bien también Tosco al finalizar esta misiva, que “no hay ideología ni sistema que persistan por mucho tiempo si no están en la conciencia y en la organización económica que el Pueblo quiere y considera útil para satisfacer sus necesidades materiales y espirituales”. Solo hacía falta llevarlo a la práctica, ante una mayoría peronista que reclamaba desde los sindicatos y fuera de ellos, por la vuelta y presencia de su líder y por una revolución nacional tal como la había concebido el peronismo de acuerdo a la conciencia histórica alcanzada.   

Los luchadores y los participacionistas…

(Villa Devoto, 11 de junio de 1971)

Esta carta, con varios títulos o inter títulos, transita por los alrededores del acto del 28 de mayo de 1971 en Córdoba, programado para conmemorar el Cordobazo, el Acto Central de la CGT nacional organizado para el 4 de junio de ese año  y la invitación al Movimiento Obrero Organizado (un reconocimiento que la Dictadura se ve obligada hacer para no quedar mal parada internacionalmente) con el objeto de participar oficialmente con una delegación obrera en las sesiones de la Organización Internacional del Trabajo (OIT) como es de rigor.

A dos meses de producido el Viborazo, en el que Tosco ha tenido participación principal esta vez, aunque la dictadura lo ha vuelto a poner entre rejas, si bien ahora parece más entonado, esta vez hace una encendida defensa del “Glorioso Cordobazo” y refiere la conmemoración que ha intentado hacer la CGT de Córdoba con un acto central el 28 de mayo, acto que finalmente no se realiza por “falta de espacio”, porque “todo había sido ocupado por las fuerzas de la represión”, aunque “el paro fue total”. Sin embargo, no pierde la oportunidad, y una vez más arremete contra sus colegas dirigentes sindicales peronistas, en este caso tanto “usurpadores” como “combativos”, de la “burocracia”, e “invitados” a Ginebra para la sesión anual de la OIT.

Con relación a los primeros -refiere- “solo el cacareo de los usurpadores, del gremio de la construcción, uno de los más castigados por la política reaccionaria, buscaron justificativos para quedar bien. Justificativos de cobardes y vendidos. Cobardes por no animarse a decir lo que verdaderamente pensaban. Vendidos, porque su triste actitud fue utilizada por la represión para ponerla como ejemplo. Ejemplo de dirigentes gallináceos que su propio gremio repudió con un acatamiento masivo al paro”.

Nos preguntamos, por la crudeza del trato y la agresividad de las palabras, si Tosco consideraba a los gremios y trabajadores que no pensaban ni actuaban según su parecer, como sus enemigos.

A los “combativos” les recuerda (y reprende a la vez) que “la clase Trabajadora de Córdoba decidió conmemorar el Segundo Aniversario del Glorioso Cordobazo (¡Aleluia! ¡Y todo con mayúscula!), ligándolo a la continuidad de la lucha por los graves problemas que afectan a las masas laboriosas y al Pueblo en general”, pero “no para “celebrar una huelga con otra huelga”, como equivocadamente señalara Julio Millán, de telefónicos de Buenos Aires, durante las sesiones del Plenario Nacional de Sindicatos Combativos”. Tampoco se salvaban los peronistas combativos.

Con respecto a lo que Tosco considera la “burocracia” de la CGT central, conducida por José Ignacio Rucci, que pretende conmemorar el Cordobazo con un acto central en el Luna Park el 4 de junio de ese año, Tosco pone en duda la voluntad e intenciones de la conducción cegetista, y hasta critica que los organizadores del acto hagan propaganda “en todas las radios, en todos los canales de televisión, solicitadas en todos los diarios… el lunes 31 de mayo, y el martes 1, el miércoles 2, el jueves 3 y el viernes 4 de junio”.  

Al parecer, Tosco pretende dejar en ridículo a la conducción cegetista, debido a “la concurrencia moderada” que tuvo finalmente el acto, “estimada por los observadores -en los que Tosco confía ciegamente- en algo menos de diez mil personas”. Antes ha dicho con respecto al fracaso del acto central en Córdoba “por la represión” (que parece no existir en Buenos Aires), que “los denominados medios de comunicación de masas permitieron enterarnos con bastante fidelidad de todo lo acontecido”. Cree más en los “medios” que en los “fines” de una lucha que debe ser conjunta -¿o no se trata de la misma clase trabajadora?- o no obtener los resultados deseados. 

En cuanto a la participación de una Delegación Obrera en Ginebra, prefiere escribir una sátira contra sus compañeros dirigentes obreros, de acuerdo a la concepción y opinión que Tosco tiene de los dirigentes sindicales peronistas:

A Ginebra me voy”: “Un titular y siete asesores, todos “dirigentes” sindicales -chasquea-. Total… con los mil millones sobra plataYa me hicieron el discurso. Tiene que estar dentro de la tónica del Gran acuerdo NacionalPero no podré dejar de hacerle críticas a Lanusse, a Mor Roig (radical)… Y allí estará San Sebastián (ministro de Trabajo)… Tendré que decir algunas palabritas en general, sin nombrarlos… Palabras de puro compromiso… La CGT de Córdoba ha mandado telegrama… Luz y Fuerza de Córdoba ha mandado telegrama… La Comisión Nacional Intersindical ha mandado telegrama… Los Gráficos han mandado telegrama… Con estos telegramas vienen a poner justo el dedo en la llaga… Ah… y los maestros… Y los empleados públicos… Y el estado de sitio… Bah, mejor pensemos en otra cosa. En las delicias del viaje… Que arreglen… Yo estoy con el Gran Acuerdo… y chau”.

Perturbación del orden…

(Villa Devoto, 12 de junio de 1971)

Al cumplirse un mes y medio de su detención, Tosco saluda a sus compañeros de la CGT de Córdoba, de la que él es secretario adjunto en cautiverio. Como bien les dice Tosco en esta carta, el “principal causante del gran desastre nacional” es el gobierno de la dictadura, ahora gobernada por Lanusse, y no los que, según el gobierno, “están presos por perturbar el orden y la paz”. Resulta evidente, como escribe Tosco, que el gobierno “quiere desembarazarse de la permanente denuncia popular que acusa al régimen de opresión de vulnerar, contantemente, con atropellos y persecuciones su pretendido y proclamado respeto a los derechos de los trabajadores y del Pueblo”.

A continuación, Tosco escribe el fundamento de su defensa, no sin dejar de mandar indirectas a sus sempiternos competidores -¿enemigos?- peronistas.

Estoy preso, por decreto de Lanusse y Mor Roig (radical), por ser un dirigente gremial que responde, con la máxima sinceridad y autenticidad, al mandato de las bases obreras”, se defiende Tosco, apelando a criterios más éticos que políticos.

Porque no acudí a mi gremio ni a la CGT -continúa Tosco su alegato- a sentarme a calentar sillones, sino que en cuanta asamblea o reunión de trabajadores se hizo, fui con el único nivel que tengo: el de trabajador y a llevar solidaridad, el apoyo, el estímulo del movimiento obrero, a las reivindicaciones y a la acción y a la lucha aprobada en cada oportunidad”.

Porque jamás -insiste en poner distancia con otros dirigentes del mismo movimiento obrero- hice de cómodo intermediario entre la patronal o el Estado con los trabajadores, arrimando fórmulas de terceros, sino que asumí mi parte obrera sin ningún tipo de componenda o claudicaciones”.

Porque en cada conflicto no me animé a hablar de las estrechas responsabilidades de un patrón o un funcionario, sino de las amplias e ineludibles responsabilidades presentes e históricas, del régimen y del sistema”. Seguramente Tosco sabía que no se arreglaban las cosas solo hablando de cualquier manera que fuera.

Porque cada vez que los trabajadores salieron a la calle, no busqué la impunidad de una oficina, sino que marché al frente de los mismos”. También sabemos que la oficina de un sindicato es también un puesto de lucha si uno no se queda dormido en el sillón.

Porque cuando sufrí persecución y cárcel, amenaza y allanamiento, no corrí a refugiarme bajo el amparo oficial, sino que formulé las denuncias, afronté los riesgos y soporté la prisión manteniendo la integridad del espíritu”. Sin duda -apuntamos- de eso sabían también muchos, muchísimos dirigentes sindicales peronistas, perseguidos por varias dictaduras y aún gobiernos civiles pseudo democráticos y proscriptivos.

Porque cuando los participacionistas de Luz y Fuerza de Buenos Aires, sancionaron la suspensión, injusta y arbitraria, a mi gremio, los desenmascaré ante el país como apéndice del sindicalismo amarillo y cómplice de la penetración del imperialismo yanqui en la Argentina”.

Porque cuando la Dictadura de Onganía intervino a mi gremio no me quedé callado ante los intrusos que aún usurpan la legítima representación sindical de Luz y Fuerza de Córdoba”.

Porque siempre viví de mi trabajo, o de la sagrada solidaridad de mis compañeros cuando estoy preso, y porque siempre repudié a los profesionales del sindicalismo, muchos enriquecidos con el sudor y las lágrimas de sus propios hermanos de clase”. ¿Qué vendría a ser un “profesional del sindicalismo” también y con legitimidad, sino alguien que vive para el sindicato (y del sindicato) al servicio de sus compañeros?

Porque proclamo, porque trabajo y porque lucho para cambiar el sistema”. Esa “revolución de arriba” que resultó la revolución de 1943, seguida de esa otra “revolución de abajo” que resultó el peronismo, sin duda, cambiaron el sistema oligárquico por un sistema de soberanía política, independencia económica y justicia social”, quedando esa revolución nacional desgraciadamente inconclusa por el golpe de 1955, que tuvo el apoyo de políticos, sindicalistas, empleados y estudiantes cipayos y gorilas.

Porque siento, sé y denuncio a esa minoría que vive en la holganza, sentada sobre una montaña de privilegios, de poder y de placeres, mientras hay millones que solo pueden subsistir en un abismo de miseria de explotación, de sacrificios, padeciendo las más negras necesidades, nunca satisfechas”.

Por eso dice Lanusse que soy un perturbador del orden y de la paz social”.

Termina confundiendo los roles del sindicalista y el político (confusión o trastocamiento que Tosco utiliza siempre en su critica a los dirigentes sindicales peronistas), cuando pone de manifiesto su error y el de la propia central obrera de Córdoba cuya conducción el comparte, cuando reconoce, “como justamente lo ha señalado el Secretariado de la CGT de Córdoba, hacen una clara meta de “La lucha antiimperialsita hacia el Socialismo”. De esa confusión de roles, creemos, parte su doble crítica al sindicalismo peronista: por sindicalismo auténtico y por peronista.

A la solidaridad peronista…

(Villa Devoto, 3 de julio de 1971)

Tosco acaba de recibir una carta de los compañeros peronistas y la responde tan efusivamente que olvida las críticas y retribuye con sus palabras la solidaridad peronista.

Reconoce “calurosamente el gesto de compañerismo solidario que proviene del campo de las fuerzas sociales o políticas comprometidas con la defensa del Pueblo Argentino”. Admitiendo las cualidades del movimiento con el que compite sindical y políticamente, manifiesta: “Jamás he titubeado en destacar el profundo contenido humano y revolucionario del movimiento peronista ligado a la gran causa de Liberación Nacional y Social de la Patria”. Más generoso que otras veces, reconoce que ha compartido y comparte “con infinidad de compañeros trabajadores peronistas, en mi gremio, en la CGT de Córdoba, en las asambleas y manifestaciones, la esforzada y muchas veces heroica, lucha común, por los grandes objetivos, también comunes”. Y profundiza: “… todos sabemos que en el fondo tienen un similar contenido: la defensa de los derechos humanos; la creación de una sociedad más justa; la intangibilidad de la soberanía de nuestra patria”.

En el siguiente párrafo, declara: “Es con ese concepto que siempre ha sido mi mayor preocupación e incluso mi desvelo, procurar la unidad combativa de todos los sectores populares”. Y para corroborar lo que dice, cita ejemplos de “esa conveniencia y efectividad de esa unidad combativa, y su extraordinario resultado en la práctica”.

Ahora cita en primer lugar “el Cordobazo del 29 de mayo de 1969” y le agrega inmediatamente “el Viborazo de marzo de 1971”. Recordemos que el primero ha sido conducido por Elpidio Torres (peronista) y protagonizado en inmenso número por los trabajadores peronistas; en cambio el segundo, aunque ha sido protagonizado principalmente por los trabajadores peronistas, ha tenido una amplia participación de la izquierda política y sindical de esa época, con la participación incluso de organizaciones ultraizquierdistas y armadas.

Luego agrega como ejemplos, “Rosario, Tucumán, El Chocón, Catamarca, La Rioja, Ensenada, la lucha de los telefónicos, de Luz y Fuerza, de los mecánicos (el gremio mayoritario de Córdoba), de los maestros, judiciales, empleados públicos, etc.”. Y a continuación señala: “Cuando padecemos prisión, también nos encontramos compañeros de diversos movimientos partidarios, de distinta formación ideológica”, porque, en definitiva, “es muy difícil que sin unidad -respetando la diversidad- podamos concretar, aceleradamente, los objetivos que nos proponemos”. ¿Es una suerte de autocrítica?

Dentro del propio terreno del movimiento obrero -vuelve a reconocer-, no vale tanto el encuadramiento político -dicho con todo respeto- como si se está ubicado -y aquí vuelve sobre sus pasos y los lugares comunes de su crítica furiosa, aunque admitiendo la necesidad de la unidad- en el vergonzoso sector del participacionismo, en el cómplice juego del dialoguismo, o en el digno y valiente enfrentamiento con el régimen y el sistema”. Vale aclarar que tampoco es lo mismo “participacionismo” que “dialoguismo”, como ya lo hemos dicho y fundamentado.

Termina esta carta valorando y apreciando “la finalidad y amplitud de la tarea de la Comisión Peronista de Ayuda a los Presos Políticos, y los exhorta a proseguir con fe y entusiasmo esta patriótica, humanista y revolucionaria acción emprendida”.  

A los compañeros jubilados…

(Villa Devoto, 5 de julio de 1971)

Esta carta, en respuesta a una que le han enviado los trabajadores pasivos de su gremio y que “ha tocado su sensibilidad”, tiene un carácter más humano que sindical o político y descubre los rasgos más universales y humanitarios del pensamiento de Tosco.

Recuerda a los jubilados y pensionados de su “querida y gloriosa organización sindical”, que “soportó, con mucho esfuerzo y sacrificio, los primeros años de las viejas compañías de electricidad, donde las condiciones de labor eran mucho más duras y difíciles que las presentes”. Reconoce que “en todo ello está la semilla fértil de la gran lucha librada a través del tiempo, para que los asalariados fueran respetados como hombres con dignidad personal, y no tratados como simples instrumentos para amontonar ganancias y prosperidad a las empresas extranjeras”, porque “cada reunión que hacen; porque cada reclamo que formulan; porque cada acto donde participan, significa la presencia de la rebeldía, el espíritu de justicia y la defensa de la dignidad”.

Rescata en esta carta el mérito de esos compañeros “de las primeras horas de existencia del gremio” que en un encuentro de trabajadores activos y pasivos que recuerda con gran emoción, “ratificaran la prosecución de esa sagrada misión emancipadora del hombre y del Pueblo”.

Renueva aquí los ideales comunes como trabajadores “que queremos construir una nueva sociedad, una sociedad más justa, una sociedad donde no haya viejitos que, después de trabajar toda su vida, tengan que mendigar, en largas colas, una pobre remuneración o morirse de hambre”. Algunos, señala, “por no caer en la “sensiblería” se olvidan, u omiten, la cruda denuncia del drama humano que se descarga sobre vastos sectores de nuestra población”.

Termina la carta haciendo una encendida defensa de los que luchan y son víctimas de la cárcel, la arbitrariedad y la injusticia como él y tantos otros compañeros, que sufren y han sufrido por defender sus derechos, porque “no hay fuerza, arbitrariedad o violencia -concluye- que no sea derrotada por la verdad, la justicia y la perseverancia combativa del Pueblo”.

La lucha debe continuar…

(Villa Devoto, 13 de julio de 1971)

Esta carta ya está comenzada en el libro que la da a conocer, y en ella Tosco hace una serie de aclaraciones numeradas del 1 al 5. Iniciada con el segundo punto,  Tosco desmiente a algunos diarios que lo dan por renunciado y ratifica que sigue siendo el secretario Adjunto de la CGT de Córdoba, pone de manifiesto una posición que, a mucho de repetir, nos da la pauta de su inflexibilidad, que en poco tiempo más decantará en una lucha entre extremos, dejando al movimiento obrero en el medio de la balacera de esos sectores (asesinato de Rucci, Navarrazo; asesinato de Atilio López; destierro de Elpidio Torres en la memoria común y pública de los cordobeses; retrotraimiento de la conciencia colectiva, etc.).

En este punto 2) Tosco se muestra inflexible y da algunas definiciones tales como: “la Regional debe ser la expresión más fiel y auténtica de la rebeldía que surge de las propias bases; Vanguardia del Movimiento Obrero; Implacable censora del participacionismo vergonzante, del dialoguismo enteguista y del acuerdismo cómplice… Y tengo la seguridad de que, por encima de controvertidas circunstancias, la Regional Córdoba de la CGT sabrá hacer honor a su más importante consigna: La Lucha Debe Continuar”.

En el punto 3) de la carta, Tosco da las razones de por qué la lucha debe continuar: “El aumento de salarios ha sido una burla… la carestía de la vida creció… los jubilados y pensionados reclaman el doble de sus remuneraciones actuales… las propias estadísticas oficiales señalan que la desocupación crece, que los quebrantos comerciales baten todos los records; que la usura se acentúa; que las desnacionalizaciones prosiguen; que las devaluaciones no paran; que la veda de carne es indefinida… La ley de Alquileres se ha convertido en Ley de desalojos Masivos, y las familias más humildes van a parar a villas miserias, que pomposamente se pretenden erradicar… El Estado de Sitio continúa y la legislación represiva se ha agudizado… en un supuesto marco jurídico, el régimen usurpador defenderá encarnizadamente el sistema de explotación y opresión, contra todo tipo de luchas populares (¿?) … Centenares de presos gremiales, políticos y estudiantiles son mantenidos como rehenes en las cárceles”.

El punto 4) habla del Gran Acuerdo Nacional: “Los argentinos con dignidad -propone Tosco usando la misma metáfora que el GAN- “debemos responder: Ese partido no lo jugamos. El árbitro y los dos linesman no ofrecen garantías de imparcialidad. Con ellos dirigiendo y controlando, ya se sabe de antemano quién va a ganar. Así no es juego limpio”.

¿No sabe acaso Tosco cuáles son las herramientas del pueblo para luchar contra el régimen y para desbaratar las decisiones parciales y sucias del árbitro y los linesman? ¿No ha sido precisamente la lucha del pueblo -contra toda adversidad- que ha puesto en retirada al régimen y lo obliga a dar concesiones…? ¿No es la lucha del pueblo -como el 17 de octubre o como en el Cordobazo– la que cambia la historia?

En el punto 5) y último de esta carta, Tosco confirma lo que decimos, y agrega algo que es absoluta condición para eso también, pero que quienes lo siguen no lo han practicado mucho en su actividad sindical y política, y que tampoco practicarán demasiado hasta esa otra derrota nacional y popular que vendrá el 24 de marzo de 1976.

Conocemos que nuestro triunfo, el triunfo del Pueblo argentino -escribe-, puede ir haciéndose realidad si todos los sectores populares sabemos unir, coordinar y sumar nuestros esfuerzos (Él lo sabe porque se lo demostraron los trabajadores del SMATA, UTA y la otra CGT en el Cordobazo, cuando lo invitaron a coordinar junto con ellos las acciones de lo que sería ese día histórico). Con la acción común reivindicativa, con la unidad en la acción y en la lucha, con una mínima y fundamental identidad de objetivos, para que el Pueblo acceda, verdaderamente, al ejercicio del gobierno y del poder”.      

Concluye esta carta convocando a todos y cada sector a la unidad “para hacer efectiva la justicia social, la soberanía popular y la liberación nacional”. Más tarde, en pleno gobierno de Perón, llamaría a un “nuevo Cordobazo”, no contando con muchos de esos sectores ni con la mayoría del pueblo con esa propuesta inoportuna y desafortunada.

El mal del apoliticismo…

(Villa Devoto, 23 de julio de 1971)

En esta carta, se combinan la posición que Tosco sostiene respecto a la lucha sindical, su confusión entre sindicato y partido, y la opinión que le merece el peronismo, los sindicalistas y los trabajadores peronistas en general. De allí su postura.

La lucha de los trabajadores -dice Tosco en esta carta- ya sea individual u organizadamente, no debe circunscribirse a lo denominado estrictamente gremial. Las reivindicaciones de la clase obrera, si se limitan al ámbito de la convención colectiva de labor, pasan a ser cómplices del sistema de explotación y de opresión que padece la mayoría del Pueblo”. Precipitado juicio sobre una materia que debería tratar con más cuidado. Repetirá los mismos conceptos y la misma concepción en el debate con José Ignacio Rucci por Canal 11 en 1973.

Aquí hay dos confusiones o errores: el sindicato no es un partido político (por más que sus integrantes actúen a la vez en la política partidaria y hagan política entre sus compañeros trabajadores); por otra parte, “el apoliticismo” no es lo que caracteriza al sindicalismo peronista, que muchas veces ha debido actuar como columna vertebral del peronismo, como en la resistencia, sin Perón presente, e incluso en el Cordobazo, como conducción política de una masiva rebelión popular. Ello en contraposición con la conducta política de partidos de izquierda o ultraizquierda, que en ocasiones determinantes de la historia (como en 1945, 1955 e incluso en 1969) han actuado en contra o a espaldas de los trabajadores, del pueblo y del país en general.

La existencia de las “62 Organizaciones” desmiente históricamente esa acusación de “apolítico” del sindicalismo peronista. Es más, en los comienzos de esta agrupación político-sindical, Tosco fue uno de sus integrantes. Las “62 Organizaciones Peronistas” -organización política por antonomasia del sindicalismo y del movimiento obrero peronistas (llamada así después que Tosco y los “independientes” la abandonaran por ser éstas demasiado peronistas, o sea politizadas en ese sentido)- desmienten esa categoría de “apoliticismo” y la consideración de que el sindicalismo peronista ha sufrido alguna vez semejante “mal”. Y si faltaran argumentos, los programas de “La Falda” y de “Huerta Grande” desmienten categóricamente dicha afirmación. El Movimiento Obrero, a partir del peronismo, nunca más fue “apolítico”.

A continuación, Tosco se contradice o se rectifica respecto a lo afirmado anteriormente: “Claro que el sindicalismo -sostiene-, al mismo tiempo, por agrupar a compañeros de distinta ideología político partidaria, religión, filosofía, etc., no debe embanderarse con determinado partido, credo religioso o cualquier otra parcialidad, que pueda dividir en la lucha por objetivos que son comunes a todos”.

Bueno, eso es lo que ha hecho muchas veces el sector al que Tosco pertenece o con el que comulga, en su lucha ciega contra lo que él llama la “burocracia sindical”, que representa a la mayoría de los trabajadores. Tosco se guía en esto por su filosofía política, que confunde sindicato con partido revolucionario, y que en muchas ocasiones, pensando así, divide al movimiento obrero, apartándose sectariamente de la lucha común y debilitándola.

La mayoría de los dirigentes sindicales y trabajadores peronistas, a quien Tosco critica y hasta descalifica severamente, hacen lo que el dirigente lucifuercista proclama a continuación en esta misma carta: “Cada compañero tiene no solo el derecho sino el deber de pensar políticamente, y la opción a estar afiliado o no, a ser militante o no, de una agrupación política”. ¿O es que Tosco ataca para defenderse de su propia militancia política?

Quien se proclama apolítico -prosigue-, sustenta en la práctica la política de la reacción”. Pero esa no es precisamente la conducta del peronismo en general (golpeado, proscripto y perseguido por el sistema), sino en todo caso la de dirigentes sindicales peronistas individualmente, que a veces “sacan los pies del plato”, como que en varias oportunidades se lo han sabido hacer saber sus propios compañeros e incluso el Gral. Perón. Son conocidas las diferencias de Augusto Vandor con José Alonso y de José Ignacio Rucci con Rogelio Coria, disipando toda duda sobre la connivencia de sectores claramente diferenciados dentro del movimiento sindical peronista.

Al revés de lo que afirma respecto al “apoliticismo” del sindicalismo peronista, Tosco lo critica por ser “peronista”, o sea por militar en una ideología, filosofía o credo político. Pasa que, encorsetados en su ideología socialista juanbejustista y europeizante, no concibe que un obrero argentino pueda ser peronista. Sucede que, históricamente, el socialismo tradicional ha negado la propia realidad argentina y latinoamericana y la identidad criolla del pueblo de la Patria.

No hay duda, como dice Tosco, de que “la política es la concepción general que se tiene de la organización económica, social y cultural de la sociedad a la que se pertenece”. Justamente, ahí está la cuestión que parece no entender o no admitir el propio Tosco, porque tiene, lisa y llanamente una concepción general distinta a la de los dirigentes y trabajadores peronistas. Democracia sindical -tan reclamada por la izquierda sindical- también es aceptar la condición de minoría dentro del movimiento obrero. Porque una cosa es tener una concepción política, y otra actuar en contra de los intereses de la mayoría, posición que está más cerca de la parcialidad a la que representa Tosco que al peronismo en general. El problema tampoco es que “los trabajadores no opinan” porque son “apolíticos”, sino que opinan distinto a Tosco y a los que opinan como él, que son minoría dentro del movimiento obrero.

En la Argentina, si hay alguien que se ha enfrentado a “la clase dominante”, que es la que “organiza la sociedad de manera que le sirva a sus intereses”, ha sido precisamente el peronismo, y sobre todo el movimiento obrero organizado y alineado (no alienado, como piensa la izquierda colonial) en el sindicalismo peronista.

El apoliticismo, efectivamente, es propio del “sindicalismo amarillo” (mencionado al final de su carta por Tosco), que es la fuente en la que se ha nutrido y se nutre históricamente tanto el sindicalismo anti yrigoyenista como anti peronista.

Una lacra del sistema…

(Villa Devoto, 23 de julio de 1971)

En otra carta del mismo día, o en la misma carta del 23 de julio de 1971, Tosco aborda un tema que se convertirá en central para la izquierda a secas, la ultraizquierda y las llamadas erróneamente “organizaciones revolucionarias”, que desplaza la discusión sobre la cuestión nacional y sobre el rol de la clase trabajadora industrial en una verdadera revolución nacional: “¿Quiénes son los que habitan las “villas miserias”? -se pregunta Tosco-. ¿Son capitalistas o trabajadores? ¿Por qué existen las villas miserias? ¿Es decisión de los propios trabajadores o es el producto, el resultado”, de una política de miseria y explotación?”.

Las villas miserias -se responde Tosco- son una lacra del sistema, que, pese a los excesos de propiedad suntuaria, en lujo, no reparte adecuadamente los bienes que son producto, todos, del trabajo humano, y a un importante sector de la sociedad lo obliga a vivir en condiciones precarias”.

Respuesta demasiado general y sin anclaje histórico para poder ser satisfactoria, que no tiene en cuenta entre otros factores posibles: a) La migración interna de los “cabecitas negras”, que se arraigaron en los alrededores de la ciudad capital para estar más cerca del trabajo industrial que les proporcionaba la industrialización creciente antes del 45 y durante el peronismo; b) Políticas de la oligarquía y de los partidos (de derecha e izquierda colonial) obsecuentes a ella, sin respuesta alguna a las necesidades de los trabajadores y el pueblo, antes y después del peronismo; c) Abandono de la política peronista de vivienda digna para los trabajadores de los tiempos de Perón y Evita después del 55 y durante los gobiernos proscriptivos y pseudo democráticos del 58 al 66 y de la dictadura de 1966 en adelante, hasta la fecha de emisión de esta reflexión; d) Consecuencia directa de la destrucción de la vida sindical a partir de 1955, que le quitó a los sindicatos la fuerza -disminuidos por las políticas de desocupación- y el poder para implementar planes de viviendas, como lo venía haciendo y lo seguirá haciendo en el tiempo, con más o menos eficacia según sean los gobiernos vigentes.

No hay duda de que “de seguir así la política económica, y el sistema actual -como plantea Tosco-… cientos de villas miserias rodearán a nuestra ciudad”. Más allá de las cifras impresionantes que se registran en la carta, y de que la lucha “para la liberación nacional y social de la patria” resulta imprescindible para lograr “una planificación económica, dispuesta y aplicada por el pueblo”, de “recuperar el patrimonio nacional enajenado al imperialismo”, y de que “nuestras riquezas básicas, la tierra, el transporte, las comunicaciones, los bancos, el comercio exterior” vuelvan “a nuestro poder, el poder del pueblo”, se requiere contar con un Movimiento Nacional de todas las clases nacionales (y no a través de un clasismo que excluye o espanta a muchos sectores nacionales), para poder vencer al imperialismo y a su socia nativa, la oligarquía, que aborrece al peronismo, movimiento que, en la Argentina, y a la vanguardia de América Latina / Caribe, le ha disputado históricamente hasta hoy ese poder.

Un grupúsculo de traidores…

(Villa Devoto, 6 de agosto de 1971)

En esa manía maniquea de pensar que no puede venir nada bueno del peronismo sino lo peor -esa opinión no difiere mucho de la de la propia oligarquía-, y a pesar de que ¡”nadie puede dar fe, salvo los interesados, a la realidad de esas expresiones”!, Tosco pone en  boca de Perón desde Madrid, su coincidencia con una resolución adoptada por “un grupo minoritario del nucleamiento de las “62 Organizaciones de Córdoba” -por lo menos esta vez dice que es minoritario- que “fija como norma fundamental, la no realización de paros activos en nuestra ciudad”. En verdad, decir “minoritario” es como decir no demasiado representativo, por lo tanto, o sea, sin demasiada o ninguna trascendencia política, aunque útil para machacar sobre los errores de una parcialidad peronista. 

Por el contrario, declara Tosco, “especialmente en Córdoba, han sido las bases sindicales, quienes han resuelto la totalidad de las medidas de acción directa, aplicadas con toda justicia, hasta la fecha”. Con esto, Tosco no hace más que reconocer implícitamente -aunque lo oculta o no lo dice claramente-, que han sido la mayoría de los trabajadores, en su mayoría peronistas, los que lógicamente -¿si no quiénes son las “bases” reales?- han decidido las medidas de fuerza implementadas.

Aventurada afirmación

Al continuar el análisis de lo manifestado por el “grupo minoritario” en cuestión,para Tosco, “lo más aventuradode la afirmación del grupo minoritario está centrado en el hecho de tener que deducirse obligadamente que, o al menos un gran número de paros, han sido ejecutados por la simple inquietud de combatir”, según deduce el líder lucifuercista, que equipara e identifica esas declaraciones del grupúsculo en cuestión con los intereses del oficialismo. Ahora bien, si es minoritario, ¿por qué le dedica tanto espacio y tiempo?

En realidad, hay algo más en el fondo, más allá de esas declaraciones minoritarias, que separan a Tosco de las “62 Organizaciones Peronistas” (de la mayoría) y tiene que ver con la concepción del país y de la sociedad que diferencia a Tosco del sindicalismo peronista y que, lógicamente, determina la diferencia en la estrategia y la táctica de la lucha cotidiana sindical y política.

Los adelantos del participacionismo

Al continuar su carta del 6 de agosto de 1971, Tosco da más detalles de lo que afirma, aunque circunscripto a Córdoba. “Forman parte de este grupito minoritario algunos dirigentes pertenecientes a conducciones que aceptaron formalmente parte del vergonzoso Consejo Asesor Económico y Social del tristemente célebre “Gobernador” del Cordobazo, Dr. Carlos Caballero. Tal es el caso de la dirección de Empleados de Comercio. Uno de los gremios más sufridos, de menores salarios, donde pululan los recibos en blanco, donde reiteradamente se han producido problemas de copamiento de asambleas, etc., etc. …”. “Y también figura -en este grupo minoritario, prosigue- la dirección del gremio del Taxi, encabezada por Mauricio Labat, asiduo visitante a los despachos oficiales de Córdoba y Buenos Aires, que pocos días antes despachaba un telegrama de demagógica solidaridad con las comunidades cristianas…”, se queja ahora…

¿Qué es lo que pasa entonces? “Lo que pasa es que este grupo de dirigentes minoritarios -explica Tosco- constituyen los adelantos del participacionismo en Córdoba”.

¿En qué se fundamenta Tosco para esa afirmación? Que en ese grupo se encuentran “los mismos que pretendían amparar al traidor Lozano, contra la rebelión de las bases de los trabajadores de Fiat, que buscaban recuperar el Sitrac y Sitram…”.

Ahí está la madre del borrego. Sitrac y Sitram eran los sindicatos por fábrica que la izquierda sindical concebía, muy sectaria y trágicamente, para neutralizar a los sindicatos por rama industrial, que el sindicalismo peronista defendía correctamente en su totalidad y mayoría, de acuerdo a los reales intereses de toda la clase trabajadora del país.

Los discípulos de Rucci 

En esta parte de su correspondencia de la cárcel, Tosco aprieta el acelerador, sale de Córdoba y apunta directamente contra el secretario general de la CGT nacional: José Ignacio Rucci.

Comienza por cuestionar que algunos dirigentes mantengan varias reuniones con el secretario general de la CGT central. Enseguida cuestiona a Rucci por defenderse de todos los infundios que le propugnan sus adversarios políticos y sindicales -entre ellos el mismo Tosco-, y que, en su propia defensa con relación a los ataques recibidos, Rucci diga que, si él no está preso como Tosco, es porque de producirse esa situación, se armaría un escándalo nacional, que al régimen no le conviene.

Para Tosco -fiel a sí mismo- es al revés, y entiende que es el régimen el que lo ampara a Rucci, en la medida en que Rucci, la CGT nacional, el sindicalismo peronista, los dirigentes sindicales y los trabajadores peronistas, que al parecer no son “las bases”, defienden el régimen oligárquico. En ese sentido, concluye Tosco, “Rucci -que ha sido elegido por la mayoría de delegados gremiales de todo el país- y sus discípulos del grupo minoritario de las “62 de Córdoba”, están presos de sus compromisos con los detentores del poder, presos de la custodia del aparato policial, presos de una cárcel de la que jamás podrán salir: la claudicación, indignidad y participacionismo”.

¿Será esa la razón por la que la mayoría de los trabajadores peronistas, representados por sus gremios, lo ha elegido para ser su secretario general? ¿Será esa la razón por la que Perón lo elegirá como su delegado principal en el Movimiento Obrero? ¿Será esa la razón por la que el grupo Montoneros lo asesinará dos días después del triunfo plebiscitario del Gral. Perón en las urnas, que lo convertirán en presidente de los argentinos por tercera vez, empañándole a los trabajadores y al pueblo argentino esa victoria contundente contra el régimen oligárquico? ¿Puede tener algún tipo de justificación política, social o humana un crimen como éste? Algo fallaba de plano en las armas de la crítica de sus adversarios, para que solo pudieran ganarle la batalla política y sindical a Rucci con la crítica de las armas.

El Sr. Nixon y la crisis…

(Villa Devoto, 20 de agosto de 1971)

En esta carta, Tosco da cuenta de varios sucesos que conmueven y a la vez comportan un cambio de rumbo en el mundo, como la retirada de las tropas norteamericanas de Vietnam, el anuncio del presidente norteamericano Richard Nixon de su visita a China, el inminente ingreso de China como miembro de la ONU, la actitud de los países satélites de EE.UU., que ante el cambio de actitud y de política de los norteamericanos, ahora comienzan a ver la “conveniencia” del ingreso de China a la ONU, y “la tercera y no menos impactante medida: la suspensión  de la convertibilidad del dólar”, lo que significa que “se ha quebrado la estabilidad monetaria internacional, dirigida y controlada por los Estados Unidos desde el 27 de diciembre de 1845”, datos importantes, por cierto.

Ahora bien, lo que llama la atención, viniendo de un avezado dirigente sindical socialista, es que Tosco pone en un mismo plano de importancia los “tres poderosos factores” ante los que EE.UU ha debido ceder para terminar de retirar sus tropas de Vietnam: “los patriotas que luchan por la liberación de Indochina, las imponentes huelgas pacifistas de los trabajadores, estudiantes y sectores progresistas norteamericanos, y la candente condena de la opinión pública mundial”, con lo que le quita el mérito principal a los vietnamitas, que en realidad han derrotado militarmente con contundencia a la primera potencia mundial.

La crisis de la economía norteamericana

Ante la derrota sufrida, factor que Tosco menciona solo como “la prolongada guerra de Vietnam” y los otros tres factores que llevan a EE.UU a pasar a la “defensiva” después de “una política de dominio absoluto, de expansión imperialista de control de la economía mundial” “perfectamente relacionados”, “intercausales” e “interdependientes”, Tosco menciona “la fortaleza de mercados competitivos en Europa, la necesidad de nuevos grandes mercados de consumo y el desarrollo de la inflación y de las tensiones sociales en la propia metrópoli imperialista”. Efectivamente, “los grandes monopolios que regentean la política del imperio del dólar” ahora “necesitan defenderse”.

Después de describir detalladamente la misión y tarea que estos monopolios han tenido en el mundo, concluye esta parte de la carta afirmando lo que el general Perón sostenía en cuanto a una verdad incontrastable, aunque Tosco no menciona a Perón -omisión inexplicable- como autor del concepto en ningún momento: “La alternativa de cualquier país del mundo es: la economía dirigida por los monopolios, destinada a explotar a la Nación y al Pueblo, o la economía dirigida por el Estado para servir al país y al Pueblo”.

 Las principales medidas adoptadas

En esta parte de la carta, Tosco realiza una acertada interpretación del “dirigismo” de un país desarrollado como Estados Unidos, que predica el “liberalismo” para los países subordinados a ellos: “Dirigismo para todos: para desalentar la competencia industrial extranjera y para facilitar la introducción de materias primas, de bajo costo de mano de obra, componentes básicos de muchos de sus productos industriales”. Acto seguido se pregunta con absoluta sensatez: “¿No podemos hacer nosotros también ese tipo de dirigismo…?” (como de hecho lo había hecho el peronismo en el gobierno, que tampoco Tosco refiere). Porque “que los salarios se congelen en Argentina no es una novedad; lo que jamás se admitió fue una efectiva congelación de precios. Y una parte de los alquileres que estaban congelados -nos remite sin querer también a la política peronista en la Argentina-, fueron colocados en el terreno del libre contrato del Código civil, y todos sabemos que la Ley de Alquileres -hoy derogada a través de un DNU del presidente “libertario” y pronorteamericano- se ha convertido en la Ley de Desalojos”. De paso, esta rememoración nos permite ver el nuevo retroceso de la Argentina, cuyo gobierno -a partir del 10 de diciembre de 2023-, no “es lo mismo” que si gobernara el peronismo, como insiste en afirmar la “izquierda” de siempre. 

Nosotros creemos -reconoce Tosco al final de su carta- que con mayor razón se justifica el dirigismo si tiene sentido popular y favorece a un auténtico nacionalismo”. Estamos de acuerdo en eso.

Candidato desde la cárcel…

(Villa Devoto, 12 de setiembre de 1971)

No es tan cierto que no haya antecedentes en que a alguien encarcelado “le obliguen, en situación tan desventajosa, a una confrontación electoral”. En San Juan, ocurrió con el líder de un partido muy popular -el Dr. Federico Cantoni de la Unión Cívica Radical Bloquista-, elegido legal y legítimamente por el voto mayoritario de sus comprovincianos, que salió de la cárcel después de las elecciones para ser gobernador de su provincia.

Líneas más delante de esta carta, para fundamentar su permanencia en la cárcel, Tosco le vuelve a mandar un tiro por elevación al peronismo: “Mi pecado -se defiende atacando- es no callar la verdad de mis compañeros. Mi culpa es no ser un burócrata o un participacionista. Mi delito es no haber cambiado el honor del mameluco y la continuidad de la lucha en la resistencia, por el cómodo sillón, aplaudiendo o desconociendo todos los atropellos e iniquidades que desde hace mucho tiempo se cometen, particularmente en estos años de usurpación de la voluntad soberana del Pueblo”.

Esto último que menciona Tosco es lo que ha ocurrido particularmente desde 1955 contra el pueblo peronista (la mayoría del pueblo). Tampoco es cierto que solo se pueda defender “la continuidad de la lucha” solo con mameluco: Elpidio Torres fue uno de los más grandes luchadores obreros de su tiempo y usaba traje y corbata en su función de dirigente gremial de los trabajadores del SMATA, como se lo ve en muchas fotos.

Este párrafo casi al final de la carta sintetiza el espíritu de la misiva: “Sería muy fácil para nosotros argumentar esta incalificable discriminación, esta cárcel injusta, para no someternos al juicio del gremio. Pero no. Ni aun así eludimos esta responsabilidad ética y sindical. Jamás fuimos aventureros ni soportamos presiones extrañas. Tenemos una profunda vocación nacional, como no la tienen los usurpadores del poder y sus cómplices de todos los niveles, que entregan el país al extranjero y hacen pasar hambre y humillan a nuestro Pueblo”.

Por los derechos humanos…

(Villa Devoto, 26 de octubre de 1971)

Esta carta está dirigida a “los señores delegados” de la asamblea nacional por los derechos humanos, a quienes agradece a través de sus abogados: doctores Hipólito Solari Yrigoyen y Arnaldo Murúa.

Resulta indudable -dice en el tercer párrafo de la carta- que pocas veces nuestro pueblo ha debido soportar tal cúmulo de atropellos a sus derechos económicos, políticos, sociales y culturales”. Entre esas pocas veces -pero es omitido por Tosco-, el 23 de septiembre de 1955, apenas catorce años antes, el pueblo argentino y los trabajadores en particular debieron soportar esos atropellos a sus derechos políticos, económicos, sociales y culturales que menciona en general, sin especificar el caso más flagrante, patente y patético de la historia contemporánea hasta esa fecha.

Lo que Tosco describe a continuación a lo largo de esta extensa misiva, es poco menos o poco más de lo que ocurrió con la “Revolución Libertadora” (ni revolución ni libertadora), cuyos atropellos históricos se omiten dada la filiación ideológica y política de sus incidentales desmemoriados. Además, se trata del mismo régimen oligárquico que todavía rige en 1971 desde 1955, cuyo carácter y vigencia ininterrumpida Tosco parece desconocer.

En el curso de la carta, el dirigente cae en el vicio que denuncia: “Es necesario defender enérgicamente y sin tregua, el supremo valor de los derechos humanos y accionar y luchar para crear las condiciones políticas, económicas, sociales y culturales, que permitan efectivamente ejercerlos. De lo contrario -es casi una autoacusación- caeríamos en un abstracto humanismo de sensibleras invocaciones y declaraciones, para posibilitar cierta tranquilidad de conciencia”.

A continuación, amplía su declaración (involuntariamente) auto acusatoria: “Para ello también creemos que no debemos confundirnos (como se confunde Tosco) con la política de relativas concesiones y, menos aún, con las frágiles promesas. Quienes quieren obligarnos a quedarnos en el límite, a encerrarnos en las fronteras del acuerdo, son los mismos que sostienen que todo lo que va más allá de lo tolerado por la Dictadura es peligroso, ilegal, cuando no subversivo”. La resistencia de los trabajadores peronistas durante 14 años de régimen oligárquico –Cordobazo incluido- desmiente categóricamente sus palabras.

El penúltimo párrafo antes de los saludos finales es realmente patético a la luz de las contradicciones que el mismo Tosco plantea en su discurso e incluso muchas veces en su acción sindical y política que lo desmienten en sus intenciones: “Si también, al mismo tiempo, logramos avanzar en la superación de pequeñas diferencias, de formales contradicciones y oponer la unidad de acción, la unidad en la lucha, la coordinación de la capacidad y voluntad combativa de todos los sectores populares, a la política reaccionaria, regresiva y oscurantista, venga de donde viniere, habremos contribuido, todavía más positivamente, a acercar el tiempo de la plena vigencia de los derechos humanos en la Argentina”.

La actitud y conducta de la “izquierda” argentina desmiente categóricamente estas palabras, cuando la mayoría de las veces ha sido divisionista, sectaria y funcional a los intereses de la oligarquía en 1930, en 1945, en 1955, en 1964 y en 1976 (por solo mencionar fechas históricas conocidas), desconociendo siempre la progresividad histórica del peronismo en un país semicolonial como el nuestro. ¿Será por esa misma razón que Tosco no le da la suficiente importancia histórica ni a la resistencia ni al Cordobazo, cuya dirigencia y columnas obreras principalmente fueron peronistas? ¿O es acaso el carácter masivo de la protesta lo que se contradice con su concepción “basista”, “vaguardista” y minoritaria o sencillamente “clasista” con pocos obreros? 

El rol   la clase obrera…

(Villa Devoto, 26 de noviembre de 1971)

Las reuniones de base

Aquí Tosco propone, frente a la estructura clásica de la CGT, que “los cuerpos orgánicos del movimiento obrero adopten decisiones, para afrontar los insoslayables problemas que afectan a los derechos de la clase trabajadora y el pueblo”.

Los jerarcas sindicales

Directamente acusa “las posiciones colaboracionistas y meramente especulativa de los jerarcas enquistados en la CGT Central, encabezados por Rucci”, que “han minimizado tanto el papel protagónico de la misma, que más parece un despacho oficial anexo a una agencia de viajes de turismo a Europa -insiste en su desprecio-, que la casa de los trabajadores argentinos”. “Si un solo ejemplo fuera útil para mostrar la inoperancia de estos agentes de la pasividad cómplice -continúa Tosco-bastaría recordar que en el transcurso de todo el año declaró un solo paro general, mientras en Córdoba se realizaron doce, y en el resto del país infinidad de medidas, movilizaciones, manifestaciones y protestas de todo carácter”.

Si del Cordobazo se trata, lo caracteriza como un paro general más; y si de los representantes del movimiento obrero a nivel nacional, de “agentes de la pasividad cómplice”.

Es importante contextualizar esas consideraciones. Como sabemos, el 15 de marzo de 1971 se produce un gran paro activo en Córdoba conocido como el “Viborazo”, del que resulta nuevamente la ocupación de la ciudad por las fuerzas obreras y populares -como en el Cordobazo-, “cuyos mayores contingentes -como dice Roberto Ferrero- eran ahora los trabajadores de FIAT y el IME y no del SMATA, cuyo secretario general Elpidio Torres había renunciado una semana atrás a la dirección del sindicato mecánico”. El Viborazo está “dirigido por un “Comando de Lucha” que lideraban Tosco y Atilio López, menos espontáneo y numeroso que el primer “Cordobazo”. Este del 71“contó con la abundante presencia, a bandera desplegada, de las organizaciones armadas y la ultraizquierda, y se saldó con un daño mayor que en 1969 en términos de incendios, destrucción saqueos”.

Pero algo que también importa mucho por su relación con las expresiones de Tosco, es que un año antes, durante los meses de marzo y abril de 1970, es también la época en que, paralelamente a la reorganización de la CGT desarticulada por las represiones del Cordobazo, “surge en el movimiento obrero de Córdoba -de acuerdo al historiador Ferrero- la tendencia que se conocería como “clasismo”, una corriente de utraizquierda, que decía luchar contra la dictadura, contra la burocracia sindical y en pro del socialismo, confundiendo en esto último el rol de los gremios con los del partido revolucionario”, con una sucesión de “levantamientos clasistas”.

Es también necesario aclarar, de acuerdo con Ferrero, que aquellas “actitudes sectarias, como las de considerar “burócratas” sin más a todos los miembros de la combativa CGT local que los invitaban a incorporarse a ella, tener a Agustín Tosco por un poco confiable “reformista” y oponerse luego a la salida electoral que apoyaban las masas tras siete años de dictadura, despertaron la desconfianza del conjunto del proletariado peronista y los recelos de los mejores dirigentes del movimiento obrero de Córdoba”. Tosco en la cárcel, solo y de alguna manera aislado, recorre el camino de esa crítica indiscriminada hacia el movimiento obrero a nivel nacional.   

La acción combativa

No parece bastar la renuncia de Onganía y de Levingston y la concesión del régimen a una salida electoral que, por supuesto, pretende amañada y proscriptiva. Por el contrario, Tosco ve el vaso medio vacío: “Está visto que el régimen no solo reprime, sino también capta, compra o domestica. Y a veces esto último le da más resultado que lo primero. Además, con ello fabrica una ampulosa “filosofía de la participación”. Sin detenerse a mirar lo que el Cordobazo e incluso el Viborazo han producido, Tosco prefiere apuntar a la conducción cegetista: “¡Qué incidencia fundamental y decisiva tendría la clase trabajadora en el proceso del país, si tuviera una conducción adecuada..!”.

El rol de la clase obrera

Copado o presionado por esa ideología clasista que se ha entrometido en el movimiento obrero sin distinguir entre el rol de los gremios y el del partido revolucionario, manifiesta: “El rol de la clase obrera no es participar como socio menor y subalterno en las esferas del poder de la oligarquía y de la reacción, sino impulsar las transformaciones revolucionarias que cambien, en profundidad, este sistema de opresión, de explotación y miseria. El papel de la clase trabajadora es ser vanguardia, organizada y combativa, de los demás sectores populares para lograr la liberación nacional y social de los argentinos. Ese papel lo estamos jugando, fundamentalmente, desde las organizaciones de base (¡de eso se trataba cuando alude a “las bases”!) y debemos insistir sobre ello. Porque es desde allí (¡una ínfima minoría del movimiento obrero!) donde se genera, únicamente, el sindicalismo auténtico”. Nos preguntamos: ¿sólo existe un sindicalismo auténtico si es socialista?  

Por eso insiste en “estas reuniones de base”, más que por su repercusión, “por su reiteración en organizar desde abajo, en ampliar e intensificar la propagación de las reivindicaciones sindicales y populares que hacen a la problemática económica, social, política (nuevamente la política en segundo o tercer término) y cultural que afrontamos en esta época de grandes definiciones”. ¿Acaso esas “reivindicaciones” son socialistas o vienen de un pueblo socialista? ¿No hay en esa jerarquía que Tosco le impone a las reivindicaciones “que hacen a la problemática económica, social, política y cultural” una subestimación de la “política” y una sobreestimación de lo “económico”? ¿No es esa una contradicción flagrante con el planteo de socialismo para las masas y el país, estando tan lejos de ello en la conciencia política de las masas y de la sociedad argentina?

Situación Económica y Social

A continuación, Tosco abunda en información sobre el proceso económico, advirtiendo que “ello afecta, negativamente, la participación (de los trabajadores) en la renta nacional”, no sin dejar sentado que “esta es una presión de un sector del régimen para reemplazar una política a lo Krieger Vasena, en sus perfiles antipopulares”. Aunque eso también es un triunfo popular indirecto, si se quiere, debido a la lucha, presión y permanente demanda de los sectores sindicales y populares en esos cinco años, que Tosco parece desconocer también.

La represión. Unidad y Lucha

Si bien sabe, como lo expresa en esta carta, “que se intervienen los sindicatos, se retiran personerías, se despiden a militantes, delegados y dirigentes obreros; se lanza toda la coacción del Estado contra las organizaciones que luchan por defender sus derechos… que se ha militarizado la justicia y que los cuarteles se han convertido en heréticos estrados judiciales… que si en alguna materia ha sido prolífica esta “Revolución Argentina” que padecemos desde el 28 de junio de 1966, lo fue, especialmente, en la legislación opresiva y represiva de las ideas y de las acciones populares”,¿desconoce la proscripción del peronismo vigente desde 1955, y la intervención de sindicatos, federaciones y  la misma Confederación General del Trabajo, la eliminación de leyes laborales, la quita de personerías, etc., que el arraigado sindicalismo peronista ha intentado defender a rajatabla?

No hay duda “que existen centenares de presos sociales y políticos; que los secuestros, los crímenes y las torturas hacen caer su peso tenebroso sobre la seguridad y la vida de cualquier argentino que esté valerosamente comprometido con una justa causay por todo esto y tantas cosas más, que es necesario luchar para cambiar; para que se respeten, en plenitud, los derechos humanos; para que nuestro Pueblo y nuestra Patria sean liberados del imperialismo, la dictadura y el colaboracionismo”… ¿Cuál de todos esos derechos es tan elemental y fundamental a nivel colectivo como la Soberanía Popular irrestricta? Sin duda prima en esta concepción, el sacrificioindividual sobre la lucha colectiva.

Tosco prefiere no representar a las masas obreras peronistas y cuestionar a sus naturales y necesarios aliados en la lucha, parte de ese mismo pueblo que el entiende que hay que conducir -como vanguardia- y que debe acompañar el proceso de Liberación Nacional y Social. En cambio, insiste en reivindicar luchas sectarias, grupales e individuales.

                            A las bases y a la juventud          

(Villa Devoto, 6 de diciembre de 1971)

En este texto, Tosco responde un cuestionario.

A la pregunta, ¿qué mensaje haría llegar a las bases gremiales?, responde´: “El sistema no da ni puede dar soluciones de fondo… La continuidad de la lucha es el único camino. Profundizar la conciencia y ampliar la unidad de acción; superar las pequeñas diferencias y centralizar los grandes objetivos, será contribuir y fortalecer la capacidad y el poder de las bases obreras y populares”.

A la pregunta ¿qué mensaje le haría llegar a la juventud?, responde: “De la juventud tomamos el gran ejemplo de su combatividad y de su incorruptible e inclaudicable posición”. Sin hacer ninguna distinción de clases (juventud obrera, juventud universitaria, juventud oligárquica) ni de sectores, completa con otra abstracción y/o generalización: “La juventud recorre un glorioso camino hacia un nuevo futuro. Hacia la nueva sociedad del Hombre Liberado”.

En definitiva, si “la inmensa mayoría de los mártires de la causa popular han sido jóvenes”, sólo el argumento de la edad o de la generación termina siendo el fundamento y motivación para la lucha… No estamos de acuerdo.

Un saludo a la distancia

(Villa Devoto, 10 de diciembre de 1971)

En esta carta, Tosco se dirige a alguien presumiblemente integrante de la CGT de Córdoba, de la que él es todavía secretario adjunto después de la renuncia de Elpidio Torres a la secretaría general y de la elección de sus nuevas autoridades con Atilio López a la cabeza.

Aquí le dice y le pide a esa persona “se lo transmitas a los demás compañeros, que sentí una profunda emoción al poder observar a tantos compañeros cordobeses que, en gesto altamente solidario, se acercaron hasta Villa Devoto, aunque fuera desde 70 metros de distancia, y con la precariedad de la ubicación y situación, me hicieron llegar su fraternal saludo, que tanto estimo y reconozco”.

En efecto, la dirección de la cárcel se niega a otorgar visitas a los presos, aduciendo, en algunos casos, razones de seguridad personal para los detenidos, “falsos y contradictorios argumentos que solo persiguen privarme de la casi totalidad de los contactos, como una demostración más de la rigidez represiva”.

El final de esta carta está dedicado a “la tarea que está desarrollando la Regional Córdoba de la CGT, junto a las demás organizaciones sindicales combativas”, que “es de una gran importancia y proyección para todo el país”.

Reportaje sobre varios temas

(Villa Devoto, 19 de diciembre de 1971)

Parece ser nuevamente un reportaje de la revista “Extra”, que ya le ha hecho un reportaje tres meses antes y le pregunta “¿cómo se encuentra ahora?”. Tosco le responde que “anímica y físicamente bien”, aunque tiene unos kilos de menos “por el agobiante calor de la celda” y “el prolongado encierro”.

Después le hace mención a libros de poesía que ha recibido “de hombres y mujeres que han estado en prisión”. Cita textos de Gabrielle Russier y Marcos Ana (prisionero en España), y menciona a Ulises Mc Daniel -con quien también se identifica en sus apreciaciones-, que, desde la prisión de San Quintín, “se afirmaba a sí mismo al decir: “Si alguna vez quebrara mis trancos / o claudicara junto a mis Compañeros / este juramento me matará”.

Los trabajadores -fundamenta en lo que supone “una interrelación ética, sociológica y política”, con el propósito de superar en términos anímicos esta instancia que lo mantiene preso- luchamos por nuestro digno lugar en la sociedad. Luchamos para que se nos reconozca nuestro verdadero ser, que no es el de objetos de explotación, sino de protagonistas fundamentales en la construcción y desarrollo de una sociedad, de una civilización, más humana y más justa”.

Desde 1968, hasta ahora -prosigue Tosco en su respuesta a la primera pregunta- van cuatro años. Durante los mismos he conocido mucho los rigores de una incesante represión de distinto tipo. Toda la injusticia, la arbitrariedad y los atropellos consumados contra el Pueblo, nos llevan a comprometernos cada vez más para que sean reparadas” … “El trabajo y la lucha no cesarán -reafirma el hombre de lucha y perseverancia que es Tosco- hasta que lo que se conoce por Justicia y Derecho correspondan a su verdadero significado”.

Pregunta: ¿Qué opina sobre el reciente documento de la Regional Córdoba?

Tosco expresa su total acuerdo con el documento que “se corresponde, plenamente, con la realidad, la necesidad y la factibilidad del movimiento obrero en la presente circunstancia histórica”, que el dirigente cordobés resume en “unidad, solidaridad y lucha”, que “aventa al sectarismo estéril y proclama la extensión a nivel nacional, del papel protagónico y combativo del sindicalismo cordobés”. Se contradicen estas palabras con su actitud y conducta ante la conformación de la anterior CGT encabezada por Elpidio Torres, de la que, como refiere el historiador Ferrero, había preferido mantenerse al margen hasta llegar a la conducción en su condición actual de Adjunto.

Sucede que esta CGT -sin que esa sea su función ni deba asumir una función política- “reitera la consigna de la acción antiimperialista hacia el socialismo…” y “encierra un sindicalismo sin desmerecer, pero ampliando, los clásicos marcos reivindicativos inmediatos, en que el sistema pretende mantenerlo y acorralarlo”. No hay duda que su acuerdo con el documento tiene que ver más con su posición política que con la “unidad, solidaridad y lucha” sindical, que su afilada crítica a un sector mayoritario del movimiento obrero argentino desmiente.

Pregunta: ¿Cuál es su opinión sobre la intervención dispuesta contra el Sindicato de Empleados Públicos y la disolución del SITRAC y SITRAM?

Sin duda, Tosco tiene simpatías y afinidades políticas tanto con el SEP como con SITRAC y SITRAM. Además, defiende el régimen de sindicatos por fábrica que representan estas dos agremiaciones de trabajadores, que el sindicalismo mayoritariamente peronista desconoce y cuestiona precisamente por dividir y debilitar la lucha que mantienen contra este y cualquier otro régimen en la reivindicación de los sindicatos por industria y de una CGT única.

Para Tosco, en cambio, “simultáneamente los tres sindicatos proyectaron, con el conjunto del movimiento obrero (no es así), un cuestionamiento activo y combativo a todo el sistema que, en particular sobre ellos, se manifestó de la manera señalada”. En realidad, defiende tres sindicatos cuya debilidad proviene de su separación de la lucha del conjunto del movimiento obrero.

Finalmente, Tosco rinde su homenaje “a la valiente lucha de los compañeros del SEP, SITRAC y SITRAM. A todos los trabajadores y organizaciones combativas de Córdoba”, en tanto, “la alegría del triunfo y las contingencias de la derrota son condiciones inseparables que, inevitablemente, suceden cuando la causa es grande y trascendente”. Aquí se trata del caso contrario.

Un reportaje de la revista “Panorama”

(Cárcel de Rawson, 12 de mayo de 1972)

La entrevista transcurre al principio entre preguntas generales, como si se permite el ingreso de libros y revista en el penal, si conmemoraron el 1º de mayo en su interior o si reciben muchas visitas, a lo que Tosco responde que uno de sus mayores problemas es la restricción que tiene la correspondencia de sus familiares; que a tanta distancia de Buenos Aires y de Córdoba, “el régimen de visitas de familiares es una mera posibilidad que se da contando por meses”, aunque “los abogados, en cambio -aunque no para todos los casos- vienen una vez por semana o cada quinces días”. En cuanto al 1º de mayo, declara que, a pesar de las restricciones del régimen carcelario, recordaron “con una solemnidad especial a todos los caídos en la lucha de la clase trabajadora” y ratificaron su “indeclinable fidelidad a la causa de la clase trabajadora y el Pueblo”.

Le pregunta Panorama su opinión sobre el traslado masivo de detenidos a éste y otros penales. Además de considerarlo “una acentuación de la política represiva del régimen, ampliando las distancias geográficas y enviándonos a presidios apartados”, “los usurpadores del poder creen -les contesta Tosco- que nos desvincularán del contacto popular o debilitarán nuestro espíritu”. Según el mismo Tosco, “están hablando de rehabilitar los siniestros presidios de Ushuaia y la Isla de los Estados”, no obstante, reafirma su convencimiento de que “no cambiaremos por ello, ni cambiará el Pueblo”.

Le preguntan si se enteró de “las concesiones salariales otorgadas por el Gobierno últimamente…”. “Esos incrementos salariales -contesta- han sido arrancados por la lucha popular. Las movilizaciones lograron lo que el participacionismo cómplice y las reiteradas claudicaciones de Rucci y sus adláteres jamás habrían conseguido. Es que ellos -insiste- continúan con sus expectativas, una línea colaboracionista vergonzante que no han variado durante toda la mal llamada Revolución Argentina. Pero, aun así, lo obtenido es insuficiente y la carestía de la vida se lo devoran día tras día. La lucha por soluciones de fondo debe continuar”.

Cabe aclarar que a esta altura -12 de mayo de 1972- y después de seis años de lucha contra una furiosa dictadura que venía a quedarse por veinte años, se han producido las grandes rebeliones masivas y contundentes del Cordobazo (mayo de 1969) y el Viborazo (marzo de 1971), han renunciado los dos primeros presidentes militares de esa “Revolución Argentina” (Onganía y Levingston) y el tercero ya ha lanzado una apertura política para que haya elecciones y hasta Perón pueda volver a la Patria y presentarse como candidato. Claro que el Gran Acuerdo Nacional, como lo llama la dictadura en retirada, viene con algunas trampitas, que no son precisamente las que cree el dirigente sindical lucifuercista de Córdoba.

La última pregunta apunta a eso: “¿Cree en las elecciones…?”. Tosco responde: “El Gran Acuerdo Nacional y toda su instrumentación electoral son simples maniobras continuistas del régimen”, no obstante, por el contrario, cree que “las elecciones pueden ser un medio más para la obtención de los grandes objetivos del Pueblo”. Y acto seguido vuelve a contradecirse: “Estas elecciones, tal como se plantean, persiguen ser un medio para la obtención de las metas del régimen”.

¿En qué quedamos, nos preguntamos nosotros? ¿Son la “continuidad” del régimen, son “un medio para la obtención de las metas del régimen”, o “pueden ser un medio para la obtención de los grandes objetivos del Pueblo”?

No descarto -amplía- que la lucha popular torne expresiva su soberana voluntad a un proceso electoral, ya que como acto formal los comicios sólo interesan a quienes pretenden perpetuar, de ese modo, sus intereses”.

¡¿Se puede confundir o equiparar la “soberana voluntad” del pueblo con la meta de una dictadura que está entregando el poder que le ha sido arrebatado en las calles por el propio pueblo?!

En medio de una gran soledad, impotencia y desconfianza hacia el propio pueblo que -al contrario de lo que él piensa después de seis años ha derrotado a la dictadura-, Tosco termina su reportaje preguntándose: “¿Qué perspectivas existen de que sea posible un auténtico pronunciamiento popular y que, además, sea respetado…?” 

De eso se trataba la trampa que todavía había que desbaratar con la movilización de las masas y de todo el pueblo en la calle, para no permitir que se colaran como candidatos los agentes del régimen oligárquico, para no permitir que se le impidiera a Perón ser candidato el 11 de marzo de 1973 y para asegurar el irrestricto derecho del pueblo a elegir en esa fecha a quien quería tener al frente de los destinos de la Patria, sin cláusulas proscriptivas ni débiles argumentos formalistas dentro de las propias filas, después de semejantes años de lucha y triunfos populares.

A la CGT de Córdoba

(Rawson, 28 de mayo de 1972)

En esta carta, Tosco le cuenta a los compañeros de la CGT de Córdoba (de la que sigue siendo Adjunto) la experiencia en el penal de Rawson con el “gran contingente de la solidaridad promovido por la Regional Córdoba de la CGT y otras organizaciones solidarias con los presos políticos, gremiales y estudiantiles” que provienen no solo de Córdoba sino de Tucumán, Mendoza, Santa Fe, Rosario y otras localidades de todo el país. Los visitantes -relata Tosco- “nos fueron transmitiendo los mensajes provenientes de nuestra central obrera cordobesa, con sus claros y combativos conceptos, y la ratificación de su permanente e indoblegable posición de unidad y de lucha”.

Como señala la CGT de Córdoba en su mensaje -reivindica Tosco-, en estos días se unen la conmemoración de dos fechas históricas: el 25 de Mayo de 1810 y el 29 de Mayo de 1969; ambas, en épocas distintas, son expresiones revolucionarias de un mismo Pueblo que cumple, irreversiblemente, la histórica tarea de su total emancipación, de lo que ayer fue el colonialismo; de lo que hoy es la oligarquía y el imperialismo”.

A continuación, expresa su alegría “al conocer que la CGT de Córdoba declaró un paro general para mañana, 29 de Mayo, en Córdoba, al cumplirse el tercer aniversario del glorioso Cordobazo, en la demanda de la libertad de los prisioneros de la Dictadura, por la derogación de la legislación represiva y por la solución de importantes problemas de la clase trabajadora y del Pueblo de Córdoba”.

Finalmente envía su más cálido reconocimiento, aliento más firme e indeclinable compromiso “para el Secretariado de la CGT, para el Plenario de Gremios Confederados, para los trabajadores de Córdoba, para sus sectores sociales y políticos populares, para todas las Organizaciones Combativas y solidarias” (que es necesario aclarar en honor a la verdad, no son las anteriores organizaciones mencionadas), para “continuar siempre adelante, hasta concretar el objetivo común de la Liberación Nacional y Social argentina”.

Un reportaje de la revista “Primera Plana”

(Rawson, 23 de junio de 1972)

“¿Cómo ve Agustín Tosco, desde la cárcel, la convocatoria de Alejandro Lanusse a un Gran Acuerdo Nacional?”, pregunta la revista “Primera Plana”.

Intentamos resumir la larga respuesta de Agustín Tosco. “Desde el mismo momento en que se dio a publicidad el denominado Gran Acuerdo Nacional -contesta Tosco-, lo denunciamos como un claro propósito continuista del actual régimen usurpador; como un intento mal disimulado de pretender entrampar al Pueblo argentino en una supuesta salida institucional que sirviera a los objetivos de la oligarquía y del imperialismo; como un sinuoso plan para montar una gran farsa electoral, para dar la imagen de un consentimiento popular, a lo que el Pueblo no solo no elige, sino que rechaza terminantemente”, aunque anticipa que así “como cayeron las mentiras y ficciones de las anteriores etapas de la mal llamada Revolución Argentina, ante la poderosa verdad del pueblo, así también sucederá con el GAN”.

Entiende que “absolutamente nada de lo que surja de la mentalidad conservadora y reaccionaria de los detentadores del poder, puede conjugarse con la voluntad soberana de los argentinos”. Más allá de las pretensiones del Gral. Lanusse de “pactar a espaldas del Pueblo y al pie de la Dictadura”, Tosco reafirma en el reportaje su convicción de que “la verdad de nuestra historia es que el Pueblo, con sus pronunciamientos, movilizaciones, y luchas, determinará, inexorablemente, que su voluntad de justicia social, soberanía popular y liberación nacional sea respetada”, más allá “de las tutorías, los grandes acuerdos o los golpes de Estado, como variante reiterativa de un sistema y un régimen de irreversible decadencia”.

No obstante, la historia terminaría yendo finalmente hacia un “nuevo régimen de decadencia”, pues no se tardaría mucho en volver a conspirar contra la voluntad soberana del pueblo, una vez que hubo elegido el 23 de septiembre de 1973 lo que quería. Ese auspicioso proceso iniciado en 1973 duraría tan solo tres años, después del asesinato del secretario general de la CGT, la muerte del general Perón, el caos en que convertirían a la Argentina las balas cruzadas del terrorismo de derecha e izquierda, los paros patronales y la avanzada oligárquica para desestabilizar y voltear al gobierno popular de María Estela Martínez de Perón.   

Respuesta al sacerdote Carlos Mugica

(Rawson, 25 de junio de 1972)

Querido hermano. Así comienza su carta en respuesta a la que ha recibido del sacerdote Carlos Mugica “con inmensa alegría” como así también “los saludos fraternales de los trabajadores de la “Villa”, obreros del puerto y de la construcción, gesto que agradezco infinitamente y que también transmití a los demás Compañeros y Compañeras que se encuentran alojados en este Penal”.

En esta carta expresa su “gran fe en el triunfo de la causa popular… porque a pesar de la represión que en todos los órdenes está aplicando la Dictadura, la historia argentina no podrá ser encerrada en la vieja estructura montada por los sectores de la reacción, el privilegio y la dependencia”.

Al despedirse, además de asegurarle que su abogado el Dr. Solari Yrigoyen le “transmitirá a usted y demás compañeros, un fuerte y fraternal abrazo de mi parte y de los demás detenidos de Rawson”, le asegura que “con la unidad de acción; con la unidad de lucha; con una amplia identidad de objetivos entre todos los sectores nacionales, populares y combativos, alcanzaremos victoriosamente los grandes fines de la liberación nacional y social de los argentinos”. Sin duda sus deseos son los de todo el pueblo argentino. Lo difícil siempre será llevarlos a la práctica concreta con una visión y políticas conducentes a esos fines.  

Respuesta al sacerdote José Nasser

(Rawson, 30 de julio de 1972)

En esta carta en respuesta a la del sacerdote José Naser, expresa su profunda emoción por “el fraternal saludo del Movimiento de Sacerdotes para el Tercer Mundo”, con el que Tosco viene relacionándose desde hace unos años. “Conozco directamente de su abnegada y revolucionaria tarea en el ámbito religioso y social; es la lucha común para liberarnos de opresores y explotadores y crear una sociedad más humana y justa”, le dice, convencido además que “cada vez más en amplitud y profundidad, las fuerzas populares de distintos signos van encontrando la coincidencia necesaria para hacer aún más eficaz, la unidad de acción, la unidad en la lucha, que intensamente se está desarrollando en nuestra Patria”. Aunque la apreciación de ese sector que integra Tosco, muy pronto chocará, justamente, por falta de “amplitud y profundidad” y “la coincidencia necesaria” con el sector mayoritario de las fuerzas populares…

Por primera vez en sus cartas, Tosco menciona “los tiempos de 1955”, al referirse en esta carta al discurso del Gral. Lanusse –“el gran mentor del GAN”- que haciendo una exégesis del “anti-GAN” (¿se refiere a Perón? ¿Por qué no lo nombra?), “pretendió revivir los tiempos de 1955” y “desplegó, ente todos los vientos, las banderas de un “machismo” en deshuso, que no pasa de ser un “chantaje” más, que nada tiene que ver con los ideales y las aspiraciones de nuestro Pueblo y si, mucho, con los intereses de clase y las ambiciones personales del disertante”.

Después de haber ponderado que “la necesidad histórica y la elevación de la conciencia política general hacen promisorio el futuro”, termina su carta al sacerdote Naser asegurándole que “continuaremos nuestro camino en la seguridad que los detentores del poder nunca tuvieron ni tienen nada importante que ofrecer; solo lo que ofrecieron siempre: mentiras, injusticias, arbitrariedades y atropellos”.

Un Congreso de burócratas

(Rawson, 4 de agosto de 1972)

Finalmente, en esta carta del 4 de agosto de 1972 -un mes y medio antes de ser liberado-, Tosco despliega toda su artillería contra Rucci (máximo dirigente de la CGT Central) y Coria (uno de los cinco miembros de la conducción colegiada de las 62 Organizaciones Peronistas), a quienes las ráfagas de la metralla -más allá de las diferencias explícitas entre ambos dirigentes- terminarían de acallar.

Para Tosco la devolución de la CGT a sus legítimos dueños no es una devolución legítima si viene de sus usurpadores en retirada, ni es el fruto de la lucha popular durante los últimos seis años, y en particular desde el Cordobazo y el Viborazo a esta parte, sino, por lo que parece, según sus palabras, es una concesión de la dictadura con la que (los pone a todos en una misma bolsa) “Rucci, Coria y demás jerarcas entreguistas y amarillos… optaron por la mansedumbre de los cómplices y cobardes, y se arrastraron de rodillas hasta Olivos y Casa Rosada, a ofrecer nuevas pleitesías y a mendigar nuevos favores a los detentores del poder… sin ninguna consulta al movimiento obrero; sin convocar a los principales cuerpos orgánicos, negociaron y renegociaron la personería gremial de la CGT. Y hoy ya están sentados, nuevamente, en sus cómodos sillones, con el reconocimiento “legal” que le otorga la Dictadura”, y todo eso, “más allá del continuismo del Gran Acuerdo Nacional…”. Por lo que entiende, además, los “jerarcas” “manipularon el Congreso de la CGT”. En el debate de 1973, Rucci tendría oportunidad de aclararle a Tosco la falsedad de estas acusaciones y las grandes diferencias en particular que tenía con Coria.

Evidentemente, a esa altura de los acontecimientos (fines de 1972), Tosco ha quedado relegado de la historia, y las fuerzas populares le han ido a cobrar a la dictadura el “lucro cesante” por 18 años de proscripciones y de retrocesos en sus derechos políticos, civiles, sociales, laborales, etc. Esa “concesión” de la dictadura que venía a quedarse por 20 años no es concesión alguna: es el fruto de la lucha de las grandes organizaciones del pueblo, en particular, y principalmente del Movimiento Obrero Organizado en la Confederación General del Trabajo de la República Argentina, Federaciones, Regionales, Gremios de toda la República y Pueblo trabajador, que saludan la vuelta de Perón a la Patria y la recuperación de la Soberanía Popular por quien corresponde ejercerla: el propio Pueblo. Aunque finalmente, la cláusula proscriptiva se colaría en medio de la algarabía por la vuelta a la democracia y Perón no sería candidato el 11 de marzo de 1973, tema que hemos desarrollado en otro texto.

Apéndice

“Testimonio del Cordobazo”

(Córdoba, junio 1970)

Este texto de Agustín Tosco corresponde al pedido que se le hiciera de escribir un artículo sobre el Cordobazo. Está fechado en junio de 1970, es decir un año y un mes después del Cordobazo.

En este Testimonio, la opinión de Tosco difiere un poco de la de sus cartas, al menos la del 13 de julio de 1969 (también otras) en la que caracteriza al Cordobazo como “otro paro general de 37 horas, con actos públicos en demanda de soluciones”. Ahora, en cambio, cree que habría que escribir un libro “sobre este hecho de real trascendencia histórica, especialmente para Argentina y América Latina”, dada que “son muchas, variadas y complejas, distante e inmediatas, las causas que produjeron la circunstancia sociológico-política del Cordobazo”.

No obstante, anticipa, “ese trabajo ha de aparecer sin la pretensión de ser una visión totalmente objetiva, pero sí al menos una interpretación personal sobre la base de la militancia sindical y de las propias posiciones adoptadas por nuestro gremio, el Sindicato de Luz y Fuerza de Córdoba, la Regional Córdoba de la CGT –es raro, pero no aclara queal momento de producirse el Cordobazo había dos CGT-, el conjunto de gremios encabezados por SMATA (Sindicato de Mecánicos y Afines de la Industria Automotriz) -que pertenecía a la otra CGT- y el permanente contacto con las agrupaciones estudiantiles, tanto de la Universidad Nacional como de la Universidad Católica”, como así también, “con los sacerdotes del Tercer Mundo y distintas personas de los grupos profesionales y políticos”.

Con estas aclaraciones y “en el entendimiento de contribuir en modesto alcance a las reafirmaciones de las reivindicaciones populares” (casi una concesión), redacta estas líneas “ligadas a este acontecimiento fundamental de las clases populares sucedido el 29 y 30 de mayo de 1969”.

¿Por qué se ha producido el Cordobazo?

Después de hacer una larga introducción de la visita al penal de Rawson de la Comisión de Solidaridad integrada por compañeros de Trelew y de la provincia de Chubut, de donde surgió esa pregunta que Tosco responde y transcribe en este artículo, escribe: “El Cordobazo es la expresión militante, del más alto nivel cuantitativo y cualitativo de la toma de conciencia de un pueblo, en relación a que se encuentra oprimido y a que quiere liberarse para construir una vida mejor, porque sabe que puede vivirla y se lo impiden quienes especulan y se benefician con su postergación y su frustración de todos los días”.

No es esta -a nuestro entender, como corresponde- una definición histórica y política del Cordobazo, por la ausencia de antecedentes históricos y la contextualización política y social necesaria, sino más bien una apreciación humanitaria y psico-social de las razones que lo han producido. La segunda pregunta que aparece en el texto, tal vez nos dé una mayor precisión en ese sentido.

¿Y por qué Córdoba precisamente?

Porque Córdoba -escribe- no fue engañada por la denominada Revolución Argentina. Córdoba no vivió la “expectativa esperanzada” de otras ciudades. Tosco olvida que los levantamientos populares comenzaron en el Noreste (Chaco y Corrientes) y se expandieron por otras provincias hasta producirse en Córdoba la mayor explosión.  

Córdoba -continúa- jamás creyó en los planes de modernización y de transformación que prometió Onganía, Martínez Paz, Salimei y Ferrer Deheza y luego Borda, Krieger Vasena y Caballero. La toma de conciencia de Córdoba, de carácter progresivo pero elocuente, es bastante anterior al régimen de Onganía, pero se expresa con mayor fuerza a partir de Julio de 1966”. Parece olvidar también que antes de 1966, y desde 1955, hubo una “resistencia” muy combativa contra todos los que gobernaron en aquella época (Lonardi, Aramburu, Frondizi, Guido e Illía).

Cuando parece que Tosco va a ingresar a los antecedentes de la lucha nacional y la resistencia contra el régimen olígárquico, cuya continuidad es la dictadura de Onganía (e incluso lo fueron los gobiernos proscriptivos pseudo democráticos anteriores al ’66), Tosco se circunscribe a Córdoba, como si fuera solo un hecho local y solo atina a considerar que “se expresa con mayor fuerza a partir de Julio de 1966”. Asimismo, atribuye en forma más que general, que “la reivindicación de los derechos humanos, proceda de donde proceda, en particular de las Encíclicas Papales desde Juan XXIII, encuentran en nosotros una extraordinaria receptividad y así se divulgan especialmente en la juventud y en los Sindicatos”. Deduce que, “si hay receptividad es que hay comprensión, y la comprensión deriva en entusiasmo, en fe y en disposición al trabajo, al esfuerzo e incluso al sacrificio para consumar los ideales que ya tienen vigencia en el ámbito universal”.

Finalmente entiende que “las grandes luchas previas al Cordobazo amanecen antes de los dos meses de la usurpación del poder por parte de Onganía” y “éstas, tanto como las que posteriormente se plantearán, ya que siguen en vigencia, bajo distintas características, obedecen a la toma de conciencia de la necesidad de liberación, que es el patrimonio principal de Córdoba dentro del panorama nacional”.

¿Esa conciencia surgió de la nada? ¿Es una conciencia ahistórica? ¿El peronismo y la resistencia contra el régimen oligárquico durante 14 años no tienen nada que ver?

Los principales e inmediatos antecedentes

Tosco cita en su carta, entre los “principales e inmediatos antecedentes” del Cordobazo (al menos así lo titula el editor de sus cartas), la “solicitada” (“Signos Negativos”) emitida por su Organización gremial en agosto de 1966 “contra la serie de medidas de neto corte represivo que implantaba la dictadura”, entre ellas, la muerte de Santiago Pampillón, las luchas y manifestaciones de protesta, las huelgas de hambre y el paro de una hora del movimiento obrero cordobés en solidaridad con los estudiantes universitarios en lucha. Sin embargo, necesita aclarar afinando su puntería, que “al mismo tiempo que se manifestaba el ascenso del espíritu de lucha de las bases sindicales y estudiantiles contra el régimen (“bases”: término muy usado por entonces para diferenciarlas de la “burocracia” e incluso de los trabajadores peronistas), los jerarcas del sindicalismo nacional iban justificando -en actitudes- su posterior proclamación a todos los vientos de la “filosofía participacionista”, que, al parecer, porque no hay aclaraciones al respecto -según su entender-, representaba a toda la dirigencia sindical peronista.

Digamos, siguiendo particularmente a Víctor Ramos en su “Historia Política de la Unión Obrera Metalúrgica”, que el sindicalismo peronista -en su principal gremio y en sus máximos dirigentes- no solo tenía que ocuparse de la dictadura, sino que además tenía que lidiar con otros graves problemas e inconvenientes de la organización, surgidos durante toda esa época, a saber: el asesinato de Rosendo García (secretario general de la UOM Avellaneda), un mes antes del golpe de Estado de 1966; la despreciable acusación a Augusto Vandor de ese crimen, cuando Vandor era un cercano compañero de dirigencia de García y se encontraba en la misma mesa cuando a Rosendo García le dispararon desde otra mesa donde había un grupo adversario; la impunidad de los ideólogos y asesinos del crimen; la desafiliación en 1967 del sindicato de la UOM de Villa Constitución, “con la pretensión de constituir un sindicato de fábrica -según la costumbre “clasista”- con el aval patronal y del gobierno de  facto”; el respaldo en el tiempo de esta propuesta divisionista “por todos los partidos de la izquierda socialdemócrata”, incluso “del Partido Obrero y del grupo prochino de tendencia maoísta VC (Vanguaria Comunista) que tenían incidencia en esa localidad” ; los años, dedicación y dolores de cabeza que llevó darle solución al conflicto de la UOM de Villa Constitución, hasta integrar nuevamente su sindicato a la organización madre; “el indisimulado rencor de Cooke (a quien Perón le quita su confianza) contra Vandor (a quien Perón apreciaba)”; “las campañas de Walsh y Ongaro” contra Vandor, que comprometía a una parte del movimiento obrero; la situación en la que se convertiría en 1968 la sede social de Paseo Colón, que según Miguel Gazzera, por aquella época, “ha terminado por convertirse en el comité central de la Unión Democrática Argentina…”; hasta llegar al asesinato de Augusto Vandor el 30 de junio de 1969 por un comando terrorista ligado a los grupos que lo combatían y atacaban política y sindicalmente con estas armas, que aparecieron, como por arte de magia, apenas finalizado el Cordobazo.    

Para alguien que se había alejado bastante del mundo peronista, la “resistencia peronista” no resultaba un antecedente ineludible para explicar esa expresión genuina de las grandes masas populares que fue el Cordobazo; tampoco la lucha sindical y política colectiva en la época de Frondizi; ni tampoco el enfrentamiento masivo contra el gobierno de Illía, enfrentamiento que -después de un compás de espera- prosiguió, por las mismas y nuevas razones contra la dictadura de Onganía; aunque a Tosco no le gustaran algunas de las metodologías utilizadas por el peronismo sindical según la coyuntura, que diferían de esas otras utilizadas normalmente como solución final por los grupos sindicales anti vandoristas, anti ruccistas y anti todo lo que oliera a peronismo histórico.

Ahora apunta en el texto contra Francisco Prado, secretario general de la CGT Nacional. Tosco cuestiona a Prado por participar de Festival de Cosquín en enero de 1967, “mientras era avasallado el Sindicato de Portuario, despedazado su convenio colectivo de trabajo y despedidos sus dirigentes y militantes más esforzados”. En el mes de febrero de 1967 -continúa su relato sobre los principales e inmediatos antecedentes del Cordobazo, “y en función del Paro Nacional resuelto para el primero de Marzo de dicho año, en esta ciudad (Córdoba) se realizaron grandes manifestaciones obreras”. Según Agustín Tosco, este “fue un plan de lucha, frustrado por el incipiente participacionismo y dialoguismo que terminó una vez más confiado, según expresiones del propio Francisco Prado, en el nuevo ministro Krieger Vasena, porque según él: “Habría cambiado y su gestión podría ser útil a los trabajadores”. Pese a esto, la posición de casi todos los sectores populares, especialmente de Córdoba, comninaba a continuar la lucha”.

Párrafo seguido, Tosco transcribe un documento sindical del 23 de febrero de 1967, “por su carácter premonitorio del Cordobazo”.

La historia grande -dice el documento transcripto- está jalonada de hitos como el que ayer fuera protagonizado por el movimiento obrero de Córdoba, en los talleres y fábricas, en las calles de nuestra ciudad… Fue una jornada lúcida y comprometida que nos acerca un poco más a la definición crucial que forzosamente tiene que producirse por imperio de la situación a que ha sido arrastrado el pueblo argentino, y sobre la que los trabajadores (se arroga toda su representación) tenemos adoptada una posición clara, concreta e irreductible”.

A partir de aquí recrudecen las críticas de Tosco a la dirigencia cegetista, no se sabe a ciencia cierta si porque forma parte de los antecedentes ineludibles del Cordobazo, para establecer una especie de exclusividad respecto al protagonismo del Cordobazo (que en realidad ha sido protagonizado por los trabajadores peronistas en su mayoría y con la participación protagónica de la CGT que critica a nivel nacional, aparte de la que él integrará desde 1968), o por alguna otra razón. No obstante, tampoco la CGT de los Argentinos que él integrará un año antes del Cordobazo, tendrá tanto arrastre popular como Tosco pretende. En el párrafo siguiente, en efecto, critica “la desastrosa conducción de la CGT Nacional” y “el participacionismo entreguista anidado en la sede Azopardo de la Capital Federal”.

Dos párrafos más adelante, cuestiona que “la preocupación de los dirigentes nacionales se centraba exclusivamente en normalizar la CGT en ese entonces en manos de la Comisión Delegada”. Digamos que la lucha por la normalización de la CGT no era sino el instinto del movimiento obrero peronista por conservar lo propio, aunque esa reivindicación y esa lucha fuere vista por la izquierda antiperonista como una concesión del gobierno militar al sindicalismo peronista o, lo que es más inverosímil aún, una concesión del sindicalismo peronista al gobierno militar, en un anticipo de “pacto sindical-militar” para consumo de las clases medias.

Por el contrario, el sindicalismo peronista no estaba dispuesto a perder sus sindicatos en manos de ninguna dictadura ni tampoco de un gobierno proclamado “democrático”, siempre que hubiere una posibilidad de recuperarlos. Lógicamente, eso no podía ser entendido por los que, o solo podían acceder a la conducción de un gremio gracias al apoyo militar, como había sucedido durante la “Libertadora”, o solo podían conducir los sindicatos de menor volumen y fuerza sindical, donde el peronismo (por la composición de clase media de sus integrantes) no tenía mayor fuerza numérica. Nadie que no fuera peronista -o que entendiera el peronismo- podía entender cuán importante era tener la CGT en manos de los trabajadores para emprender desde allí cualquier tipo de lucha.

Pues bien, “¿de qué teníamos los cordobeses clara conciencia a fines de 1967? ¿Cuál era nuestra posición?”, se pregunta Tosco.

Como reconoce al final de una extensa y completa descripción del “plan económico” del gobierno y su filosofía política, “eran conocidas por todos”, aunque “no todos” lo denunciaban según la propia apreciación de Tosco, y “eran las delegaciones cordobesas por lo general las que sustentaban estos planteamientos en todos los ámbitos”. Poco tiempo después -menciona Tosco- “en Córdoba se expresó una resolución de la CGT local que declaró persona no grata al Presidente Onganía, y eso trasuntaba el creciente desafío al régimen autocrático, no cuestionado a nivel masivo con tanto vigor como se daba en Córdoba”. Pero el grado de vigor tampoco autorizaba a declarar a los menos vigorosos cómplices del régimen.     

Los dos paros generales y otro programado durante el secretariado de Francisco Prado desmienten en parte esas apreciaciones de Tosco, como así también todos los problemas que acarreaba el sindicalismo argentino, no solo atacado por derecha sino también por izquierda -lo que no era nuevo-, como ya hemos dicho.

La rebelión de las bases sindicales

Hemos hablado bastante sobre este tema a lo largo del análisis de las “cartas desde la cárcel” de Agustín Tosco y por esa razón no nos detendremos en este punto.

Evidentemente, desde la creación y surgimiento de la CGT de los Argentinos, a la que Tosco adhiere, la lucha política de los gremios y sectores enrolados en ella, habían tenido una dirección caracterizada en general por un criterio político y una estrategia sindical que no condescendía con la de la dirigencia peronista (y la mayoría del movimiento obrero), catalogada por Tosco de “dirigentista” (sin que ese término tenga una significación negativa necesariamente sino solo para quien lo quiera entender así), pero que tampoco se puede confundir con dirigencia “participacionista” o “colaboracionista”.

Ya hemos hablado sobre los “colaboracionistas” que fueron echados de la CGT Azopardo antes del Congreso de marzo de 1968 y, cómo, a pesar de ello tampoco se pudieron poner de acuerdo “ongaristas” y “vandoristas”, a los que, sin duda, separaban muchas razones sindicales, ideológicas y políticas. Tampoco se trataba de Córdoba contra Buenos Aires o el resto del país. Sin duda, en Córdoba se daban las condiciones de un mayor desarrollo organizativo de la conciencia de los trabajadores. Y en eso no tenía que ver principalmente Tosco, Luz y Fuerza ni las “organizaciones combativas” sino nada más ni nada menos que la propia CGT de Córdoba (que estaba dividida también desde 1968), que se unió y coordinó para organizar y llevar a cabo el Cordobazo, aunque también y protagónicamente, el SMATA Córdoba, conducido por Elpidio Torres, y la UTA, conducida por Atilio López, que superaban en número a muchos otros gremios.  

1969: el año del Cordobazo

En esta parte del documento, Tosco transcribe la introducción al documento que habían emitido, denominado DECLARACIÓN DE CÓRDOBA y que se dio a publicidad el 21 de marzo de 1969, dos meses y ocho días, antes del Cordobazo, en el que “reseñábamos los problemas principales de orden local que sumados a los de orden nacional y en función a la toma de conciencia del pueblo de Córdoba sobre la validez de sus derechos, podríamos decir que engendraron la heroica reacción popular del Cordobazo” …

Si bien el “Documento de Córdoba” (que no reproduciremos) era muy descriptivo, explicativo y a la vez bien argumentado sobre la situación que se vivía, no podría reemplazar todas las razones, causas y situaciones que se habían ido sucediendo en la vida política, económica, social y sindical de la Argentina en esos tres años, que habían calentado de tal manera la caldera que la hicieron explotar.

Estalla la caldera

Esta última parte del “Testimonio del Cordobazo”, que Tosco escribiera ad hoc en 1970, describe paso a paso las acciones en los días anteriores al Cordobazo, la convocatoria al paro de 37 horas para los días 29 y 30, “con abandono de trabajo y concentraciones públicas de protesta”, la movilización hacia la ciudad y los resultados de la gran rebelión popular, que nosotros hemos descripto detalladamente en “Un hito histórico” -Revista Patria Grande-, dentro de la serie de artículos sobre el movimiento obrero publicados en esa revista digital.

Efectivamente, en los días anteriores, ontinúa el dirigente cordobés, “todo se prepara para el gran paro. La indignación es pública y elocuente en todos los estratos de la población”. Es cierto, no hay “grupos extraños a las resoluciones adoptadas”. Las dos CGT de Córdoba han asumido su responsabilidad frente a la historia. Y “los estudiantes adhieren en todo a las resoluciones de ambas CGT”.

Si bien es cierto también que “nadie controla la situación”, la gran movilización hacia la ciudad y concentración en pleno centro frente a la CGT, la han preparado con cierto detalle las organizaciones sindicales principales y masivas: en primer lugar el SMATA, que encabeza Elpidio Torres (no mencionado en el “Testimonio” de Tosco), que cuenta con una fuerza de 10.000 trabajadores; secundado por el gremio de UTA, que encabeza Atilio López (tampoco mencionado en este documento), con varias centenas de trabajadores también, que maneja el paro del transporte; y en tercer lugar, el Sindicato de Luz y Fuerza, que encabeza Agustín Tosco, con 900 trabajadores de su gremio. Tampoco hay duda del “apoyo total de toda la población en el centro como en los barrios”. Tosco agrega, sin que venga mucho al caso: “nada de tutelas, ni de usurpadores del poder, ni de los participacionistas”.

Y ya casi finalizando el “Testimonio”, se destaca este párrafo: “El saldo de la batalla de Córdoba -El Cordobazo- es trágico. Decenas de muertos, cientos de heridos. Pero la dignidad y el coraje de un Pueblo florecen y marcan una página en la historia argentina y latinoamericana que no se borrará jamás”.

Nos llama la atención que se pongan en evidencia las bajas antes que los resultados de la victoria popular (y en letra más grande, por usar un símil gráfico). Tampoco “la dignidad y el coraje de un Pueblo” son condición sine qua non para triunfar. No necesariamente son condición de la victoria, porque a veces, aún con exceso de dichas virtudes, no se llegan a lograr los resultados queridos (aunque no es el caso del Cordobazo).

Del mismo modo, una batalla puede marcar “una página en la historia” que “no se borrará jamás”, como fuera la nefasta y trágica Guerra de la Triple Alianza para el pueblo de Paraguay, que a pesar de “la dignidad y el coraje” del pueblo paraguayo, dados los terribles resultados (por la superioridad numérica de las fuerzas invasoras), “no se borrará jamás” de la historia paraguaya, argentina y latinoamericana.

Queremos decir que el Cordobazo fue una verdadera victoria popular colectiva y masiva, y se debería comenzar por ponderar sus resultados altamente positivos, después de semejante lucha que puso en jaque a una dictadura, la desestabilizó y puso fecha final al dictador de turno e incluso a la dictadura que venía a quedarse por 20 años, logrando revitalizar las fuerzas populares y poner en agenda la vuelta del general Perón a la Patria y la recuperación de la soberanía popular más pronto que tarde.

Nos sigue llamando mucho la atención -tanto que nos parece ver en esa tendencia hacia los aspectos más negativos de la lucha, una verdadera ley general de la “izquierda” en la Argentina para poner en primer lugar lo perdido antes que lo ganado en batallas como la del Cordobazo,cuyo resultado histórico final fue ampliamente favorable a las huestes populares. Como si se quisiera aminorar la victoria lograda. O como si no se quisiera celebrar una victoria que no se siente propia o excede el propio protagonismo (ni protagonistas principales ni exclusivos), y porque hay una propensión a ponderar la muerte como necesario martirio para lograr cualquier objetivo, porque ese resulta ser, según esa particular visión, el único método legítimo o exclusivo de la lucha popular, en la que, no obstante, siempre ha habido y habrá bajas como parte de toda lucha.

Asimismo, dada la importancia que adquieren en este relato los aspectos secundarios, esa no parece ser la batalla contra la dictadura sino contra los adversarios sindicales, pues no es la dictadura la que está retirada después del Cordobazo en los párrafos finales de dicho “Testimonio”, sino que “en las fogatas callejeras arde el entreguismo…”.

Por eso cae en saco roto, e incluso no nos resulta muy creíble la última invocación fallida de este documento, tratándose de ese extraordinario hecho popular, masivo y contundente que fue el Cordobazo y lo que nos depararon los años venideros: … “para que todos juntos, trabajadores, estudiantes, hombres de todas las ideologías, de todas las religiones, con nuestras diferencias lógicas, sepamos unirnos para construir una sociedad más justa, donde el hombre no sea lobo del hombre, sino su Compañero y su Hermano”.

No habrá una sociedad más justa mientras no termine de realizarse esa revolución nacional que comenzó en 1945 y que se prefiguró en el Cordobazo, con los trabajadores y el pueblo de la Patria dueños de sus derechos y soberanos de su destino. 

Elio Noé Salcedo

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